Capítulo #1: El corazón quiere lo que quiere

1293 Words
Los ojos de Merybeth se abrieron tan grandes al mirar tal escena, tenía una sensación como si temiera, pero de pronto se transformó en una rabia imposible de dominar, cuando menos lo pensó, se abalanzó contra su hermana, halando de sus cabellos y encestándole una fuerte bofetada. Sophie, su hermana menor, apenas pudo tocar su mejilla adolorida y de pronto se echó a llorar, mientras Joe intentaba calmarla. —¡¿Cómo han podido traicionarme así?! Joe, ¿Creí que me amabas? Hace no más de diez minutos antes, ella abrió la puerta de aquella habitación para encontrar a su hermana Sophie, besando a su prometido, con el que llevaba tres años de relación, y creía que se casaría, ahora todo estaba roto, él era solo un infiel. Joe se levantó ante ella y la miró fijamente, Merybeth no pudo ver, siquiera, una gota de arrepentimiento en esos ojos azules helados —No, Merybeth, no te amo, la realidad es que… ¡Nunca te he amado! Y a la que amo con todo mi corazón es a tu hermana Sophie —dijo con la voz tan ronca, que Merybeth dio un traspié, tocó su abdomen, porque algo ahí la estaba quemando de rabia, de tristeza y dolor, negó, mirándolos tan endeble —¡¿Qué?! Pero… solo me fui de viaje por unos meses, hemos estado en contacto, ¿Por qué haces esto? No puedo entenderlo. Merybeth le dio una bofetada, y él solo dio un traspié, ella no dejaba de llorar —Yo no quería, hermana, pero me enamoré, ya sabes, el corazón quiere lo que quiere. Merybeth la miró con furia, era su hermana, pero nunca se llevaron bien, no ante las malvadas distinciones que hacía su madre, siempre prefiriendo a Sophie. Cuando su madre, Arabela entró, y vio a Sophie llorar, no dudó en abrazarla y preguntar por lo que pasaba —Madre… ¡Mi hermana lo sabe todo y ahora me odia! —¿Qué? —exclamó Merybeth con desesperación—. ¿Acaso tú también…? De pronto su madre le encestó una bofetada fuerte y Merybeth la miró atónita —¡Deja a tu hermana en paz! No has hecho más que envidiar toda su vida, y desear lo que ella tiene, ahora, se acabó, Joe ama a tu hermana, debes dejarlos en paz. Merybeth sintió como lágrimas calientes corrían por su rostro, observó a Joe, pero su mirada estaba hundida en el suelo, con una frialdad que ella jamás le conoció, ya no sabía que había pasado con el dulce tipo que la conquistó alguna vez. Su padre entró en la sala y miró la situación —¿Qué es lo que pasa? —Tu hija, como siempre, está maltratando a Sophie, no ha entendido que Joe Carson se ha enamorado de nuestra niña, y que ya no la quiere a ella, ¡Quiere separarlos! —¡Padre! Si ustedes sabían lo que pasaba, ¿Por qué no me lo dijeron? —Ya cállate, solo eres una descarada —sentenció su madre—. Tú solo eres una libertina que viaja por el mundo, pues vete a tus viajes, y deja a tu hermana ser feliz. Merybeth la miró con furia, a pesar de los maltratos de su madre, siempre se esforzó en quererla, ser una buena hija, pero estaba cansada de sus actitudes, y de que solo la quisiera cuando le daba algún regalo, miró a su padre, siendo el mismo pusilánime de siempre, solo bajó la cabeza y calló. —¡Son las peores personas que conozco! —exclamó Merybeth, y antes de salir, aún pudo mirar con furia a Joe, luego salió de esa casa, mientras Sophie lloraba abrazando a su madre.   Merybeth llamó a Jane, su mejor amiga, y al hacerlo, ella pudo escuchar su voz rota, decidieron encontrarse en un bar para hablar con calma, cuando Merybeth llegó eran casi las ocho de la noche. Jane escuchó cada palabra de su amiga, conocía bien a Merybeth, no era una chica que se centrara en sufrimientos, siempre trataba de alegrarse, era divertida, segura, amable, y llamaba la atención de quien conocía, era querida, pero si esta vez estaba con la voz casi rota, luchando para controlar sus sollozos era porque de verdad le dolía —Nunca me imaginé que Joe sería esa clase de hombre, ¿Sabes? Quiero decir, de todas las mujeres del planeta, ¿Por qué con Sophie? Con mi propia hermana, creo que confié demasiado en él —dijo bebiendo un trago de vodka —Tipo asqueroso, amiga, pero ya verás, el karma existe, cariño, lo alcanzará y lo destruirá, ya verás, ya verás —dijo Jane —¿Esperar al Karma? ¿Quieres que me quede sentada viendo como arruinaron mi vida, simplemente? No, no lo haré —dijo Merybeth y Jane pudo ver en sus ojos una furia intensa, mientras bebía de su trago —No vale la pena, Mery, ni que te preocupes por él, ni por ella, tú eres hermosa, joven, eres admirada, querida, tienes millones de seguidores, eres casi una celebridad del internet, así que, olvídate de todo, pronto encontrarás a un tipo mejor, un hombre guapo, rico, perfecto, es más, ¿Qué tal si en mis vacaciones nos vamos de viaje? Tú y yo a Escocia, dicen que los hombres de allá son ¡Hermosos! Merybeth la escuchaba, pero solo podía pensar en la traición, hasta que las voces de unos hombres al lado suyo se metieron en sus oídos —Sí, es Sean Hyland, es el hombre más rico de la ciudad, ¡Es billonario! Dicen que compró una isla desértica solo para él, nadie nunca vio su cara, pero ahora está en la ciudad, y vivirá aquí —dijo ese hombre Jane miró a Merybeth con duda —¿Y quién de todos es el tal Sean Hyland? Los hombres la miraron con duda, luego levemente le señalaron al fondo de una mesa, ahí estaba el tipo. Merybeth les dedicó una dulce y seductora sonrisa, luego volvió la vista a Jane —¿Qué haces? No entiendo, ¿Qué te importa quién es ese tipo? —¿Sabes qué, Jane? Yo no voy a esperar a que el Karma venga y haga lo suyo, voy a demostrarle a Joe Carson, que, si él me dejó, yo puedo encontrar a un hombre mejor, y más rico que él, mientras ese infiel puede hundirse en la mediocridad de Sophie —sentenció y bebió el vodka de un solo trago —¿Qué haces? —Iré a seducir al hombre más rico de la ciudad. Jane la miró como si hubiese perdido la cordura, pero Merybeth se levantó y caminó con dirección a esa mesa, donde estaba ese hombre. Mientras más se acercaba a él, más temblaba, y se sentía absurda, pronto lo vio, porque el hombre se levantó de la mesa, nadie le dijo que sería tan alto, era delgado, pero de cuerpo atlético, con un perfecto traje n***o, en su mano brillaba un reloj de oro, pero había algo más, tal vez en su porte que lo volvía elegante y pretencioso, no se atrevió a mirar su rostro, pero entonces vio que el hombre se iba del lugar, se iba de su alcance, ella sintió pesar, iba a perder la oportunidad, Merybeth tuvo que aceptar que ya estaba algo ebria, y que lo que hacía era una locura, provocada por su despecho, debía desistir, pero sintió que algo dentro de ella se lo impedía, como un impulso que de pronto fue liberado —¡Sean Hyland! —gritó y aunque creyó que no la escucharía por el volumen de la música, observó como el hombre se detenía y giraba su rostro para verla.
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