CAPÍTULO SIETE Alistair miró hacia abajo y se vio a sí misma de pie en un camino celestial y cuando miraba más allá de él, lejos allá abajo, vio el océano chocando contra las rocas, el sonido llenando sus oídos. Un fuerte vendaval le hizo perder el equilibrio y Alistair miró hacia arriba y, tal y como había soñado muchas veces en su vida, vio un castillo encaramado encima de un acantilado, anunciado por una puerta de oro brillante. De pie delante de ella había una sola figura, una silueta, con las manos extendidas como si quisiera abrazarla, pero Alistair no podía ver su cara. «Hija mía», dijo la mujer. Intentó hacer un paso hacia ella, pero sus piernas estaban atrapadas y, al mirar hacia abajo, vio que estaba encadenada al suelo. Por mucho que lo intentaba, Alistair era incapaz de move