CAPÍTULO 7: ENCUENTROS Y DECISIONES

1195 Words
Lucía llevaba semanas sumida en la incertidumbre. Cada día parecía una lucha interna entre el mundo que había elegido en la ciudad y el mundo que había dejado atrás en San Isidro. Aunque sus amigos la apoyaban y le decían que había hecho lo correcto, algo dentro de ella seguía desajustado. Se sentía desconectada de su propio ser, como si hubiera abandonado una parte vital de su vida. El dilema creciente Las semanas pasaban entre reuniones interminables, conferencias y nuevos proyectos que la mantenían ocupada, pero nada de eso lograba calmar la inquietud que la invadía. Cada vez que pensaba en Gabriel, en las tardes compartidas en el taller, en las caminatas por la orilla del mar, el vacío dentro de ella se hacía más profundo. Pero había algo más: un sentimiento de culpa. No solo por dejar atrás a Gabriel, sino también por sentirse desconectada de sí misma. Lucía había creído que al mudarse a la ciudad y aceptar el trabajo soñado podría llenar el vacío que sentía, pero la verdad era que cada día se sentía más lejos de la persona que había sido. La llamada que lo cambió todo Un jueves, después de un largo día de trabajo, Lucía regresó a su apartamento exhausta. Había tenido una presentación importante con un cliente potencial que había resultado bien, pero incluso el éxito no logró calmar su mente. Se sentó frente a su laptop, miró las noticias de la ciudad, y luego, con un suspiro, revisó sus mensajes. Había algo en su corazón que la impulsaba a revisar el correo electrónico de Doña Carmen, aunque sabía que lo más probable era que no hubiera nada nuevo. Sin embargo, al abrirlo, lo que encontró la sorprendió. El correo decía: “Lucía, me gustaría que volvieras. Las cosas han cambiado un poco, pero Gabriel te espera aquí. El taller también. Todo el pueblo te extraña, y yo, especialmente.” Lucía quedó inmóvil. Las palabras de Doña Carmen eran un recordatorio de lo que había dejado atrás. Un recordatorio de lo que su corazón realmente deseaba. La mención de Gabriel, la alusión a un Gabriel que aún la esperaba, la hizo sentirse más dividida que nunca. Decidiendo regresar Esa noche, Lucía no pudo dormir. Se levantó varias veces para caminar por el apartamento, mirando por la ventana de la ciudad, sin encontrar consuelo. La luz de la luna iluminaba la calle vacía abajo, pero su mente estaba llena de preguntas. ¿Debía regresar? ¿Podía dejar atrás lo que había construido en la ciudad para seguir lo que su corazón le pedía? La idea de dejar el trabajo, de abandonar todo lo que había luchado por conseguir, la aterraba. Pero el pensamiento de Gabriel y San Isidro, de ese sentimiento tan profundo que había dejado atrás, parecía ser una llamada irrefutable. A la mañana siguiente, después de pensarlo profundamente, Lucía tomó una decisión. Tenía que volver a San Isidro. Tenía que ver con sus propios ojos si el amor que había dejado atrás todavía existía. Y más que nada, necesitaba entender si podía reconstruir su vida allí, junto a Gabriel. El reencuentro esperado El viaje de regreso a San Isidro fue largo y silencioso. Mientras el tren avanzaba por el paisaje que la había visto crecer, Lucía no pudo evitar recordar los momentos que había compartido con Gabriel. Recordaba su risa, su mirada tranquila, cómo lo había admirado, cómo él la había comprendido como nadie más. Durante el trayecto, intentó imaginar cómo serían las cosas ahora. ¿Gabriel la recibiría con los brazos abiertos? ¿O sus sentimientos habrían cambiado? Había pasado tanto tiempo, y las personas cambiaban. El miedo a lo incierto la invadía. Finalmente, el tren llegó a la estación de San Isidro, y Lucía no pudo evitar sonreír al ver el paisaje familiar. El mar, el cielo despejado, los pequeños cafés que bordeaban la plaza principal. Todo seguía igual, pero algo dentro de ella sabía que nada sería igual. Había cambiado, y Gabriel también lo había hecho. ¿Pero era posible que el amor que los había unido en el pasado aún estuviera allí, esperando a ser reavivado? El primer encuentro Lucía fue directamente a la casa de Doña Carmen. Había algo en la vieja casa de madera que le daba una sensación de familiaridad, de hogar. Al entrar, fue recibida por la cálida sonrisa de la señora Carmen, quien la abrazó como si no hubiera pasado el tiempo. —Te he extrañado tanto, Lucía. —Doña Carmen la miró con cariño—. El pueblo está en silencio sin ti. Pero sabes que, aquí, siempre serás bienvenida. Lucía sonrió, agradecida por su hospitalidad. Estaba feliz de estar allí, pero el nerviosismo comenzó a invadirla. El reencuentro con Gabriel era algo que había estado anticipando, pero al mismo tiempo temía. No sabía si sería como antes. Después de un rato de conversación, Doña Carmen le mencionó que Gabriel había estado en el taller todo el día. Lucía, sin pensarlo, decidió ir a verlo. No le dijo nada a la señora Carmen, solo le dio un abrazo y se apresuró a caminar hacia el taller. El camino hacia el taller estaba lleno de recuerdos. Cada paso que daba la acercaba más a un pasado que no sabía si había cambiado para siempre o si estaba a punto de revivirlo. Al llegar, vio la puerta abierta, y la figura de Gabriel, de pie frente a la mesa de trabajo, con las manos cubiertas de pintura. Al escucharlo, él se giró lentamente, y sus ojos se encontraron con los de Lucía. Hubo un largo silencio. Ninguno de los dos se movió. El sonido del mar, suave y constante, llenaba el espacio entre ellos. Gabriel dejó la pintura a un lado y se acercó lentamente. —Lucía… —dijo, con una sonrisa tímida, pero sincera—. Pensé que ya no volverías. Lucía no pudo evitar una sonrisa. Las palabras quedaron atrapadas en su garganta, pero no hizo falta decir nada. Ambos se miraron, y el tiempo, por un breve momento, pareció detenerse. Gabriel extendió su mano hacia ella, y Lucía, sin pensarlo, la aceptó. A pesar de los años, de la distancia y de los cambios que ambos habían experimentado, había algo que seguía intacto entre ellos. El comienzo de una nueva etapa El reencuentro fue sencillo, pero lleno de emoción. Pasaron el resto de la tarde caminando por el pueblo, conversando sobre todo lo que había sucedido durante su separación, sobre las vidas que habían seguido, pero también sobre lo que aún quedaba entre ellos. Lucía había encontrado lo que tanto anhelaba: una conexión sincera, sin pretensiones, un reencuentro genuino. Sin embargo, también sabía que debía tomar una decisión importante. A medida que caía la tarde, el sol se escondía detrás del horizonte, y Lucía sentía una mezcla de esperanza y dudas. ¿Podrían realmente reavivar lo que una vez fue? ¿Había lugar para un futuro juntos en un mundo tan diferente al de antes? El capítulo termina con Lucía y Gabriel caminando juntos, sin prisa, sin más palabras, como si ya supieran que el amor que compartían aún podía sanar las heridas del pasado.
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