Capítulo 6

2669 Words
Alanys le había dado la dirección al taxista y ahora estábamos frente a una enorme casa que parecía más bien un castillo. Luego de que nos llevara hasta la entrada, le pagué y ayudé a la pelirroja a bajar del vehículo, notando que se encontraba un poco más repuesta. Ambos estábamos empapados y necesitaba con urgencia un baño caliente, así que cuando ella me invitó a pasar, no lo pensé demasiado y la seguí. —Por aquí —subimos unas amplias escaleras luego de entrar al lugar y notar que la casa estaba prácticamente vacía. Un empleado se ofreció a prepararle la tina caliente y ella se negó, asegurando que podía hacerlo sola. La seguí en silencio, cuestionando el porqué de su negativa. Ahora estaba más que curioso de conocer todo el pasado de esa pelirroja, pero ella parecía reacia a hablar conmigo y eso me tenía con aprehensión y un poco preocupado. —¿Estás bien? —rodé los ojos porque me había prometido no preguntar tal estupidez, era obvio que no lo estaba—. Quiero decir… te noto bastante callada. Ella soltó un hondo suspiro y casi volvió a ser la misma Alanys, solo que su sonrisa no llegó a los ojos. —Lo estaré, no te preocupes —me señaló un enorme cuarto de baño—. Puedes ducharte allí, encontrarás todo lo que necesitas, iré por algo de ropa seca para que no te resfríes. Iba a abrir la boca para decir algo, pero se alejó rápidamente de mí y sólo pudo soltar un suspiro. La sentía a un abismo de distancia y no soportaba la sensación, sobre todo por lo que le había pasado recientemente. ¡Cómo es que existían gente tan despreciable y ruin! Por algo me había decidido a estudiar leyes, no toleraba ese tipo de gentuza y quería verlos refundidos en prisión o bien, esperando la pena de muerte. Alanys se notaba bastante cerrada y no sabía qué hacer para que confiara más en mí. Me metí al cuarto de baño y sólo me había quitado la camisa, cuando me di cuenta que no había toallas por ningún lugar. Puse los ojos en blanco y me volví sobre mis pasos. Entré por donde vi que ella se había ido y al no verla por ningún lugar, comencé a abrir todas las puertas, pero sin algún resultado satisfactorio. Estaba a punto de llamar a un empleado, cuando vi una puerta que no había revisado aún. Fui hacia ella y la abrí de sopetón, colgando la boca al ver lo que había dentro. Era Alanys, en ropa interior. Soltó un gritito al verme y trató de cubrirse con ambas manos, pidiéndome que me fuera, pero yo ya había visto gran parte de su cuerpo y al ser tanta piel expuesta, dejé de sentir frío y un calor avasallante me recorrió entero. —Alanys, yo… —titubee, quedándome en el sitio como un pasmarote. —¿Te vas a quedar allí parado? —su rostro estaba enrojecido de la vergüenza—. ¡Sal de aquí y cierra la puerta! —Vine porque necesito… una tajada… digo, una toalla —fruncí el ceño por la torpeza de mis palabras—. En el baño donde estoy no hay ninguna. Ella me miró sin comprender y luego rodó los ojos. Parecía ser la misma Alanys "gruñona" de siempre y eso me llenaba de alivio. —Pudiste decirle a uno de los empleados, ya ves que estoy ocupada y… ¿q-qué haces? —me miró algo alarmada cuando me acerqué a ella—. Alan, te dije... —Ya lo sé, que me alejara de ti, pero, ¿sabes? —cuestioné y negó con la cabeza, viéndome fijamente a los ojos—. Justamente ahora no puedo cumplir con eso, es imposible para mí, Aly. —¿Por qué? —preguntó en apenas un susurro. —Porque me fascina todo lo que veo delante de mí y lo que no veo… siento que si no puedo descubrirlo, no podré estar en paz o que me volveré loco —a este punto estaba tan cerca de ella, que podía sentir el calor emanar de su cuerpo—. ¿Me dirás todos tus secretos, Aly? Ella dejó de mirarme con pánico y sorpresivamente alzó una mano y tocó tímidamente mi pecho desnudo, mandando miles de terminaciones nerviosas a mi cuerpo, que comenzó a desear de manera ansiosa más caricias de su parte. —Alan… no deberías estar aquí —susurró, pero no podía dejar de mirar mi pecho, donde había puesto su mano—. Esto es una locura… y ahora no sé qué siento… Se calló y sacudió la cabeza, tratando de dar un paso atrás, pero se lo impedí. El aire se sentía cargado de un 'nosequé' que podía palparse y sus ojos estaban oscurecidos de una manera hermosa, como si de pronto se hubiera llenado de deseo. —Yo sé exactamente lo que siento —confesé, acariciando su mejilla con suavidad, viendo que se estremecía un poco—. No quiero negarme más a esto, no soy capaz de seguir fingiendo que tu presencia no me trastorna, Aly. —Por favor… debes irte —desvió la mirada, pero noté que no estaba muy convencida y me acerqué más. No se negó ni se apartó y sentía que mi pecho iba a estallar de euforia. El sonido de nuestras agitadas respiraciones, era lo único que se escuchaba en ese reducido espacio; sus mejillas coloreadas, eran un espectáculo digno de ser retratado y sus ojos… brillaban con el más oscuro deseo que no había visto jamás. ¿Por qué sus palabras tenían que ser diferentes a lo que en realidad quería? Ella me deseaba, me quería tanto como yo y esa visión gloriosa sólo me hacía sentir más urgido y adolorido en partes iguales, de no poder saciar el infinito deseo que parecía tener por sentir su tersa piel, por probar esos labios rosas con sabor a miel. —¡Al diablo! —exclamé en medio de un resoplido, dispuesto a todo… aunque terminara siendo rechazado de nuevo. Apenas le dio tiempo de abrir mucho los ojos; pero cuando mi boca se apoderó de la suya, el gemido que brotó de su interior fue suficiente incentivo para seguir en mi faena de desenfreno y pasión. —A-Alan —volvió a titubear, aunque esta vez el tono urgente de su voz no me pasó desapercibido. —Aly… no puedo contra esto —dije entre besos urgidos, tomándola por las caderas para pegarla más a mi cuerpo. Fui recibido por la humedad de su punto más cálido, su cuerpo tembló con anticipación y se aferró a mis hombros, soltando un jadeo. —E-es...pera —se quejó un poco cuando la hice chocar contra el lavamanos, en un intento de sentirla más cerca—. Alan… A...lan. —No me digas que no quieres esto, sabes que mientes —atrapé el lóbulo de su oreja y un suspiro de satisfacción brotó de sus labios, erizando los vellos de mi cuello—. Eres muy mala mentirosa, Alanys. —Y tú e-eres… un idiota egocéntrico —alcanzó a decir en medio de un jadeo—. El… peor… de todos. —¿Ah sí? —sonreí con sorna, dirigiendo mi mano por en medio de sus piernas, haciéndola soltar un respingo. —¡Oh! S-sí —dijo con dificultad y luego recibí un golpe en mi brazo, que no hizo más que causarme diversión—. ¡Idiota! —Seré muy idiota, pero sé cómo hacer que te excites, cariño —moví de manera circular dos dedos sobre su clítoris, para probar mi punto. Esa parte de su increíble anatomía hizo humedecer mis dedos, pero de pronto su cuerpo se tensó entre mis brazos… con desconfianza o quizás con temor. Creí escuchar un sollozo y me detuve justo para verla morder su labio, con los ojos comenzando a brillar por las lágrimas. Me quedé paralizado, sin saber qué hacer o decir. Ella cerró los ojos y sacudió la cabeza, negando repetidas veces. —¿Qué ocurre? —quise saber, temeroso de haberla lastimado. Sus mejillas estaban increíblemente rojas y su respiración estaba tan acelerada como la mía—. ¿Te hice daño? —N-no es eso —puso ambas manos sobre mi pecho para alejarse de mí y de inmediato me sentí mal, frustrado—. Es que… —agachó la cabeza, parecía sentirse avergonzada—, nadie me había tocado así antes. Las palabras tardaron en salir, pero cuando comprendí lo que quería decirme, me detuve de inmediato… incluso di un paso atrás. Lo que decía parecía inverosímil por la manera que tuvo de recibir mis caricias, pero pensándolo bien… no tanto, para una chica que había confesado hace poco haber dado su primer beso. Y eso debía ser verdad, su manera de besarme es tímida, titubeante y bastante torpe. Ella en verdad era inocente, aunque a veces hablara de una manera que parecía demostrar lo contrario. Aunque con la información que había en internet, hasta una chica virgen podría saber de sexo más que yo. Por otro lado… esa no parecía ser la razón por la que no quería que la tocara. Su respuesta a mis caricias eran las de alguien que sentía deseo, allí había más de lo que estaba dispuesta a decir. —Eres… virgen —fue más como una confirmación, pero vi en sus facciones que estaba a punto de desmentirme, lo que me hizo sentir más aprehensivo que antes—. Lo eres… ¿no? —Yo… será mejor que te vayas —titubeó un poco y luego alzó la barbilla, mirándome con seguridad—. Mi padre llegará en cualquier momento y si te encuentra aquí… Trató de zafarse de mi agarre, pero no se lo permití, por lo que me miró de manera enfurruñada y con ojos encendidos. —Has puesto una pared delante de ti, Aly —dije con el ceño fruncido, mirándola con detenimiento—. Recuerda que soy abogado, sé cuándo me mienten. —¡No estoy mintiendo! —pareció sumamente irritada, lo que me hizo sospechar aún más—. ¿Por qué simplemente no te vas? —¿Al menos puedes responder mi pregunta? —puse los ojos en blanco, queriendo zarandearla de nuevo—. ¿Eres o no virgen? —¡Eso no te incumbe! —parecía un pequeño demonio de Tasmania, aunque por otro lado, sus labios temblaban y sus ojos estaban turbados—. ¡Ya te dije que te fueras, Alan! Me acerqué nuevamente a ella y me miró perpleja, incluso algo asustada. Solamente la tomé por los hombros, pero su calidez y la expresión de su rostro, era algo a lo que no me podía resistir. —Respuesta equivocada, Aly —dije cerca de su boca, notando que sus pupilas volvían a dilatarse un poco—. ¿Por qué quieres tratarme como tonto? No conseguirás nada diciendo mentiras y lo sabes… Me quedé mirándola por largo rato, grabando en mi mente la forma y color de sus ojos… unos que brillaban de manera increíble a pesar de la situación. —No puedo decírtelo… —confesó con voz ahogada y mi estómago se encogió—. Es algo que pasó… hace mucho y… Comenzó a sollozar en voz baja, las lágrimas que brotaban de sus ojos eran gruesas y salían a una velocidad alarmante. No pude evitar que se me formara un nudo en la garganta. Carraspeé, tratando de enfocarme en ella y lo que le había pasado. —El otro día me preguntaste si iba a hacerte daño… —le recordé, obligándola a mirarme—. ¿Qué quisiste decir con eso? Mencionaste que nadie te había hecho daño, pero actuabas nerviosa mucho antes de lo que… pasó hoy. No me sentía muy bien al tocar un tema tan íntimo de una chica a la que apenas conocía, pero quería saber los pormenores de su situación. Además… esa barrera se había roto hacía rato cuando me atreví a besarla en ese baño. —Pasó… tú lo has dicho —cerró los ojos y su cuerpo se relajó un poco entre mis brazos—. Está en el pasado y no quería… hablar de eso nunca más. Tú… dijiste que soy un error y quizás sea verdad. Yo… soy… Se detuvo y comenzó a sollozar de nuevo, sus hombros comenzaron a moverse de arriba a abajo y no pude evitarlo; la envolví aún más entre mis brazos, reconfortándola. Nunca se me había dado esto de demostrar tanto afecto, abrazar era algo que me ponía algo incómodo… pero esta niña estaba pasando por un muy mal momento y no podía simplemente alejarme. —Shh… tranquila —acaricié su cabello, haciendo una mueca con la boca—. Sí sabes que soy un idiota, ¿verdad? —asintió con la cabeza y no pude evitar sonreír—. Sea lo que sea que te haya pasado… no debes recordarlo más, Aly. Soltó un enorme suspiro y dejó de sollozar, aunque sus lágrimas seguían mojando mi piel. —Ha pasado el tiempo, pero no he podido olvidarlo —habló con voz queda, sorbiendo por la nariz—. Ni siquiera he sido capaz de hablarlo con alguien… —Creo que ése es precisamente el problema —ladeé mi rostro, sosteniendo el suyo con dos de mis dedos—. No tienes que decírmelo a mí, quizás alguien profesional en ese tema sea la mejor herramienta justo ahora. ¿Me dejarías ayudarte? Sacudió la cabeza de manera negativa y no pude entenderla. Era obvio que necesitaba ayuda. ¿Acaso era por mi comportamiento? —¿Por qué no? —cuestioné curioso, tratando de entender—. Ya te dije que si quieres no me cuentes a mí, aunque si un día quieres hacerlo… estaré a tu disposición. Sólo quiero que estés bien, Aly. —¿Por qué? —musitó como una niña pequeña, mirándome casi con temor—. ¿Por qué ahora quieres ayudarme? Esa era una pregunta que ni siquiera yo mismo podía responder. —Creo que porque todos necesitamos esa oportunidad de ser escuchados —dije algo incómodo, yo sabía eso muy bien—. Nadie merece guardar penas y sufrimiento, eso no hace ningún bien. ¿Estás de acuerdo? La vi tragar saliva y asintió lentamente, mordiendo nuevamente su labio de manera sensual. Traté de enfocarme, para no atacar su boca como un poseso. ¿Qué mierdas me ocurría? Parecía completamente urgido por ella y tenía problemas más serios que debían ser resueltos, no podía estar como un adolescente con las hormonas a millón. Le di un beso en la frente y solté un suspiro, dando un paso atrás para alejarme de ella, pero me miró de una manera que me hizo sentir muy confundido. Esta chica era más bipolar que cualquier persona que haya conocido antes. —Bueno… será mejor que me vaya —dije con pesar, descartando de inmediato el baño caliente—. Muchas gracias por tu hospitalidad. Se limitó a asentir con la cabeza y pareció molesta, lo que me dejó algo descolocado. Tanta información de ella y su pasado me había dejado desconcertado, aunque estaba seguro que si seguía más tiempo ahí, no aguantaría las ganas que tenía de hacerla mía. Estaba seguro que ella no querría eso, con razón su comportamiento hacia mí, por eso tantas peleas y discusiones… por eso sus inseguridades. Así que con ese pensamiento en mente y sin ser capaz de mirarla nuevamente a los ojos, me despedí de ella y salí directamente a buscar mi ropa para irme rápido a mi casa.
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