Los días siguientes en la oficina fueron aún peores… Alanys me trataba con indiferencia y había vuelto a usar el maldito "señor Beresford" que ya me tenía azules las pelotas.
Pero sobre todo, las cosas se habían agravado por el tema del momento: el caso del maldito ése de Kubert Martin.
Había hablado con el señor Dante y a pesar de darle los pormenores de lo que había pasado con su hija… el hombre me dijo que no consideraba retirarle su apoyo, lo que me hizo sentir muy cabreado.
¿Qué clase de padre haría eso? ¡Cualquier otro sería capaz de ir a la cárcel sólo para cortarle el pene!
No sabía que había hecho ese bastardo, pero al día siguiente se había librado de los cargos, a pesar de mi declaración y la de Alanys.
¿En qué jodido mundo corrupto vivía, por Dios santo? ¡No tenía senti
