CAPÍTULO CUATRO
—¡No me jodas! El detective Maris Peterson casi sale por la puerta de atrás al ver la escena.
Un pelotón de periodistas lo esperaba frente a la comisaría. Zumbaban a su alrededor como moscas en caca cuando emergió, cagados en los escalones después de su interrogatorio improductivo de la pareja Muceniek en detención.
—Sin comentarios —dijo repetidamente, descendiendo los escalones y llamando a un magnamóvil en su trake.
Un reportero persistente le clavó un micrófono en la cara. “Se dice que tiene amigos en la Justicia. ¿Cuál es su respuesta, Detective?”
Un Omale, Maris vio, haciendo su trabajo. Con el salario de un reportero, estaría bajo contrato por el resto de su vida. “Encuentra otra línea de trabajo, chico.”
Un magnamóvil salió de la calle coagulada, se detuvo fre
