CAPÍTULO TRES El profesor Bernhard Vitol comenzó al son de un golpe, desconcertado de que cualquiera tuviera la temeridad de llevar su c*****r a su puerta. “¿No pueden siquiera avisar, carajo?” Murmuró a nadie en particular. Sacó su gato, se levantó de su escritorio, y pisó en esa dirección, murmurando imprecaciones. Se había divorciado hace cinco años, después de que la Coalición hubiera i******o donaciones de óvulos y de e*****a obligatorios. Su esposa Ifem se había divorciado de él después de que una bonita Ofem de la mitad de su edad había hecho una colección. —¡Ya doné ayer, a tomar por c**o! —dijo, tirando la puerta abierta. El hombre de cara leve y agria que lo miraba no era quien él había pensado que sería. “Maris Peterson, Investigaciones, Subdivisión Especial.” El hombre most