Mientras que el doctor Heywood se alejó dejando una bomba nuclear para mí, Alex llegó al hospital, vio a mamá y tomó lugar a su lado. –Hola, ¿ya está en la cita? –Si, no tarda en salir –respondió ella. Alex conocía bien a Elizabeth y sabía que algo no iba bien, vio por el pasillo donde se había ido el médico. –¿Qué haces aquí? –preguntó Elizabeth. –Timothy, tenía su cita así que lo acompañé. Alex y algunos chicos del equipo llevaban a un grupo de niños de un orfanato a jugar cada semana a las canchas de baloncesto, les habían tomado cariño a algunos de ellos y en ocasiones hacían cosas como estas, tenía mucho tiempo libre. –Si tanto quieres ni.ños, deberías tener los propios –escupió mamá. Eso fue suficiente para saber que estaba molesta, un nivel de enojo en el que tendría