Esa mujer es mía

1920 Words
Salí con la intención de alcanzarla, mi suerte fue encontrarla a unos metros de mi propiedad. Aceleré el paso y finalmente logré detenerla. —Sora —la detuve del brazo. Ella dio vuelta con los dientes apretados. Su mirada estaba llena de rabia. —¿Por qué? ¿¡Por qué ella está en tu casa!? —reclamó soltándose de mi mano—¡Me echó como a un perro de la calle! ¡FUE HUMILLANTE! —Sora, mantén la calma, por favor. —¿Mantener la calma? ¡TU EX ESPOSA ACABA DE AVERGONZARME! Ella estaba muy furiosa, no dejaba de empuñar sus manos, pensé que se lastimaría con las uñas. —Estoy enterado y comparto la rabia contigo. Le advertí que hablaría muy seriamente de esto con ella. —¿Solo hablarás? No creí que yo te importara poco —respondió, mostrando total decepción en su mirada azul. Sintiendo esto abarcar en mi corazón, tomé sus mejillas entre mis manos. —Tranquila cariño, nadie te va a volver a lastimar. Esa fue mi promesa cuando te volví a encontrar —le susurré muy cerca al rostro—. Nadie tocará tus pétalos. Sora enterró por completo su rostro en mi pecho. Mis manos solo pudieron pasar entre sus cabellos, para calmar su dolor. Uno que yo debía enmendar, sobre todo por lo mal que me porté con ella esa noche que tomé su virtud. *Flashback* Nunca había podido olvidarla. Al día siguiente de que ella salió lastimada de la habitación de ese hotel, donde se pactó el encuentro. Sentía un enorme peso en mí. Conforme pasaron los días, ella volvía a aparecer en mis sueños. Su cabellera oscura, el antifaz, sus ojos y esa piel increíblemente suave, pero sobre todo esa mirada azul. Di todo por encontrarla, pero no lo conseguí, incluso me comuniqué con la dueña que organizaba este negocio. Al principio se negó a darme el nombre de la mujer, pero luego de haberle pagado una cantidad que sus manos no sostendrían ni en tres años de trabajo, aceptó revelarme la identidad de la joven que la contactó, incluso me mostró su foto. En un principio me pareció extraño, pero pensando las cosas y el hecho de que ella nunca se quitó el antifaz, imaginé que ella era la chica. Desde ese momento supe que debía encontrarla. Sora, con ella estaba mi lealtad, mi intención de encontrarla para enmendar lo mal que me porte con alguien tan inocente y puro. Eventualmente me casé, pero mi cabeza no dejaba de pensar en Sora, pasaron años en los que viví completamente ilusionado con esa joven. Hasta que un día, la encontré deambulando en la calle. La foto que tenía en mi bolsillo era de aquella mujer que andaba toda despeinada y sucia. —Sora —la llamé. Ella respondió a mi voz, al fin la había encontrado. Sus ojos azules no tenían el brillo que recordaba, pero eso tenía explicación, al verla en ese estado. No dudé en abrazarla, me sentía tan culpable. —¿Usted es…? —Pobrecilla, estás toda llena de suciedad. Vamos te llevaré a comer y te compraré ropa limpia. Al parecer ella no me recordaba bien, pero aceptó mi ayuda. Me encargué de hacerle recordar lo de esa noche y ella de inmediato lo recordó. Tan frágil, tan sola. Nunca me detuve a pensar en lo mal que la había pasado. Solo fui un maldito egoísta que se aprovechó de su ingenuidad para satisfacer un vil deseo. Sora lloró en mis brazos, me contó cuanto había sufrido, y que no tenía nada ni a nadie. Estaba en la calle. Fue en ese momento que me juré proteger a esta mujer. Haría de todo para que nadie volviera a lastimarla, así pasaron algunas semanas, para luego divorciarme. Al fin haría feliz a la mujer que me cautivó. *Fin flashback* Tuve que contarle sobre los motivos de que Hebe estaba en casa. —No la quiero, ella es igual de cruel que las demás personas. —A quien amo es a ti. Solo serán catorce meses, lo prometo. Cuando las cosas se solucionen, volveré a ti y podremos casarnos. —¿Me lo aseguras? —Totalmente, quiero hacer las cosas bien contigo. Nadie te va a dañar —le di mi palabra, besando su frente. … Volví a casa, ya más tranquilo. Después que Sora lo entendiera, pensé en hablar con Hebe, nadie podía tratarla así, por más dueña que se sintiera, le debía una disculpa. Encontré a mi hermana con los brazos cruzados en el pecho, su mirada era totalmente desaprobatoria. —¿Qué sucede? —quise saber. —Pues eso te lo pregunto a ti. Actúas como un verdadero I… —¡Más cuidado en cómo me hablas, Zuria! —levanté mi voz antes de que me falte el respeto—. ¿Dónde está Hebe? Al mirar de un lado a otro no la encontré, se supone que debía estar aquí. —¿En verdad lo preguntas? ¿Crees que Hebe seguirá obedeciendo tus órdenes? ¡Se fue! —¿¡Qué!? — ¿Te sorprendes? —Pero si no ha firmado los papeles de autorización. —Ella dijo que cuando fueras realmente serio, fueras a verla. Ella no volverá. —Maldita sea —apreté los dientes. Su firma se necesita con urgencia. Lleno de rabia, subí a mi habitación para tomar las llaves de mi auto. No tardé en bajar. El camino sería largo. —¿A dónde vas? —A buscar a esa niña caprichosa ¿Qué otra cosa puedo hacer? No di mayor detalle, con el documento en mis manos, salí en su búsqueda. Con algo de suerte, la encontraría en el camino. ————— (POV Hebe) Mi rostro no mostró ninguna emoción, simplemente el viento movió mis cabellos, observando ese beso entre Sora y Maddox. Las manos de él la sostenían como un frágil cristal que podría quebrarse en cualquier momento. —Así que eso es el amor correspondido —murmuré, sin poder quitar la mirada—. Bien por ellos. … Llevaba alrededor de treinta minutos desde que salí de la mansión Martelli. ¿En realidad Maddox creyó que lo iba a esperar? ¡Es un completo idiota! Si él necesitaba mi firma, que venga a buscarla. No seré yo quien tenga que perder el tiempo en manejar para ver su horrorosa expresión. —No sé de qué me sorprendo. Siempre ha sido así —murmuré para mí—. Pobre Snow, debe estar esperando por mí. Decidí tomar otro camino, uno que me ayudara a llegar antes a mi propiedad. Sin embargo, cuando lo hice, escuché un fuerte sonido. —No puede ser…—dije, pegando mi cabeza en el timón. Bajé para verificar y sí, era la llanta. Por suerte tenía una de repuesto, Solo tenía que sacar la gata y…¿Dónde estaba la gata? Recordé a Joseph, y el día que me pidió prestada la herramienta. —Ay…—suspiré. Tomé mi bolso para sacar mi celular y llamarlo, mas recordé que él estaba en el trabajo. Tal vez podía pedir ayuda a cualquier conductor. Pasaron diez minutos, y nadie pasaba por este camino. Tal parecía que iba a quedarme aquí por horas o eso creí. Hasta que un auto moderno usó la misma ruta, apenas lo vi, levanté mis brazos para hacerme notar. Él se detuvo y yo suspiré de alivio. —Hola —dije, apoyándome en su ventana—. Tengo un pequeño problema ¿Por casualidad tendrás una gata? — ¿Gata? Creo que sí, me das unos minutos para revisar. — Oh, se lo agradeceré mucho. El hombre robusto y alto salió de su vehículo para buscar la herramienta y cuando la encontró, me la entregó. —Emm ¿Sabes usarla? —me pregunta, mirándome con curiosidad. —Cuando se vive sola, hay que aprender a hacer de todo. — Umm…ya veo —murmuró pasándose los dedos en la barbilla. Me arrodillé para hacer el trabajo, yo estaba concentrada en mi tarea, pero el sujeto parecía querer buscar platica. —¿No eres de aquí? ¿Verdad? — ¿Lo dice por mi cabello? —Emm, bueno. No eres el tipo de mujer que se ve todos los días. — Pues imagino que tiene razón. Cuando era pequeña creían que tenía albinismo, pero no es así, sin embargo, no es algo que a muchos le agrade. A veces me confunden por una anciana. —Yo no lo creo, es más, pienso que eres misteriosa, pero sin dejar de ser guapa. —Eh…—me levanté levemente incómoda—. Gracias. —Me gustaría conocerte más ¿Podrías darme tu numero? —Emm, lo que pasa es que tengo esposo —dije. —Oh, entonces ya tienes a alguien que te entretenga. —¿Qué dice? Con su fuerza me tomó de las muñecas, pegándome contra mi auto. —No te hagas la ingenua. Estás provocándome desde que te arrodillaste. Eres de esas mujerzuelas que busca un buen revolcón en la calle porque sus maridos no las satisfacen. —¿¡Qué está diciendo!? ¡ES USTED UN ATREVIDO! —Vamos, no te resistas. Su rodilla se metió entre mis muslos. Su aliento al estar más cerca, olía a alcohol. —¡Está ebrio! —Lo estoy, pero también estoy consciente como para hacerte gritar aquí, zorrita. Usando mi mayor fuerza, logré morderlo en el brazo, esto provocó que retrocediera furioso. —Acércate un paso más y juro que… —¿O qué? ¿Qué harás? ¿Vas a gritar? Mi corazón latió con fuerza, estaba completamente sola. Este sujeto me miraba con ojos de maniático. Dios, qué voy a hacer. Debía buscar algo con que defenderme, y se me ocurrió usar la gata, pero si me agachaba, este tipo usaría mi pequeña distracción a su favor. —Mantén la calma Hebe, no puedes entrar en pánico —me di fuerzas yo misma—. A quien engaño, este sujeto es capaz de ahorcarme con una sola mano. No tenía más salida que arriesgarme, rápidamente me agaché para tomar la herramienta, pero el tipo fue más rápido. —¡Suéltame! ¡Maldito loco! ¡Auxilio! Él cubrió mi boca con una mano, llevando la otra a mi blusa, jaló la prenda, provocando que los dos primeros botones salieran disparados. —Vaya, este es un lienzo en blanco. Vamos a dejarle unas huellas. De repente, un fuerte sonido hizo que algunas aves salieran volando. Cuando el hombre se apartó, observamos a un sujeto con un arma en la mano. —Maddox —dije en mi mente— ¿Qué hace él aquí? ¿Cómo…? —Ey amigo, no es necesario ser violentos. Podemos compartir. Maddox esta vez bajó el arma, dejando ver una media sonrisa en su rostro. —Sabía que entenderías. Mi atacante había estado tan seguro que se había ganado la confianza de Maddox que distrajo su postura de defensa. Pero de repente, otro sonido hizo eco entre nosotros. Cayendo de rodillas con una herida en su entrepierna, el tipo gritó de dolor. Maddox le acababa de disparar sin temor ni piedad. —¿Por qué…? —preguntó el hombre. Manteniendo una sonrisa en su rostro, miró al herido con unos ojos que jamás había notado en él. Sus pupilas estaban totalmente oscurecidas que no parecía estar conciente. —Porque esa mujer es mía. Acababa de escuchar la mayor estupidez que había oido en mi vida.
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