—¿Por qué te detienes? —le pregunto al ver que solo se ha quedado sobre mí y su expresión es de sorpresa—. Era esto lo que buscabas desde un principio, adelante hazlo.
—Hebe ¿Por qué hablas de ese modo? ¿Por qué…? ¿Me odias por lo que te hice? En aquel tiempo yo estaba lleno de rabia por una traición, no fui consciente del daño que te hice en esa noche y…
—Te repito que no sé de quien me hablas, no soy esa mujer que mencionas.
—Niégalo cuantas veces lo quieras. Yo sé que eres ella.
—Si eso te satisface, hazlo. Piensa en mí como en esa mujer mientras lo haces.
Maddox entrecierra los ojos, suspira lentamente conteniendo su propio aliento.
—Es evidente que me odias.
—Yo no te odio, ya una vez te lo dije. No te deseo el mal, jamás podría ser feliz en el sufrimiento del otro. Solo te doy
