El acuerdo

1915 Words
Estoy en esta fiesta que no quise venir. No le veía sentido hacer un evento para la caridad. Si alguien quería hacerlo, que lo haga sin tanto rodeo. Sin embargo, no han pasado ni cinco minutos desde que llegué, y mis ojos han sido capturados por aquella misteriosa mujer. Jamás la había visto, el antifaz que usaba llamaba más mi atención, de inmediato un hombre fue tras ella. Supuse que era su pareja, era lógico. A estos eventos nunca se asistía solo. —Maddox, vamos a saludar a la anfitriona, está esperándonos —dice mi hermana, jalandome del brazo. Forzándome a poner mi mejor cara, la acompaño. Solo por cortesía le doy un beso en los nudillos de su avejentada mano. —¿Podrías al menos fingir que no odias al mundo? —susurra Zuria. — No me pidas que deje de ser yo. —Oh, ya lo olvidaba. Tú sólo puedes sonreír cuando está tu amada Sora, sin embargo da la casualidad de que ella también tenía un compromiso. —Yo debí acompañarla, era mi deber hacerlo. —Pues lo lamento, te comprometiste a acompañarme desde hace un mes. Fastidiado, me alejo de Zuria. —¿A dónde vas? —me pregunta, pretendiendo seguirme. —Dame un respiro ¿Sí? En realidad tenía muchos problemas en la cabeza. Las empresas, Sora, el dinero y…esa carta ¿La habrá leído? Llego a un lugar apartado de los invitados. El aire ingresa con mayor libertad para enfriar mi mente. Aquí nadie iba a estresarme. —¿Como si pudiera ser peor? —me burlo de mí. ¿A dónde había tenido que llegar para salvar mis intereses? La empresa textil no estaba pasando por un buen momento. El último envío fue un fracaso total, los insumos utilizados eran de baja calidad, razón por la cual tuvimos que cancelar todos los pedidos. Por otro lado tengo la fábrica industrial, pero mezclar los negocios es una absoluta mala jugada. Intenté, hacer algo para que "Tessile Martelli" no cayera, incluso quise vender acciones, algo que no había hecho en más de tres años, pero cuando llamé a mi abogado para asesorarme en este contrato, descubrimos algo que nos dejó consternados. Hebe. Sí, mi ex esposa. Los papeles de la empresa necesitaban su firma, pero no como una simple persona, se requería su apellido "COMO MI ESPOSA" Mi padre había dejado estipulado en los futuros contratos que para hacer algún movimiento grande, era necesaria la autorización de Hebe. Todo tenía sentido. Ese había sido el motivo de que ella heredara una cantidad de acciones en el testamento, pero mi padre había sido astuto, porque no solo era la empresa textil, también sucedía lo mismo con las otras propiedades. Lo cual me impedía muchas cosas, entre ellas casarme. Con mi abogado quise hallar una solución, pero esto tomaría un largo tiempo, y yo no podía perder más días, eso significaba dinero. Por lo que solo vi una solución a mi problema. —¿Cuál será su respuesta? —me pregunté, recordando la carta que le escribí a Hebe. Aunque al haber pasado días, no daba señales de contestar. Lo más probable era que con solo leer mi apellido, hubiera tirado la hoja a la basura. —Es una inmadura —dije entre dientes. Actuando como una chiquilla caprichosa. Después del favor que le hice al convertirla en mi esposa y del dinero que se le otorgó, mínimo debería escribirme. —Una malagradecida… Aproveché que un mozo estaba cerca, para tomar una copa. Observé a Zuria manteniendo una conversación con la anfitriona. Mi hermana tiene esa costumbre de hacerse amigas de personas mayores, evitando siempre a los hombres. Me recordaba a la tía Carlota, que a sus más de cincuenta años nunca se había casado. —Esta fiesta es una estupidez —murmuré—. Estamos al borde de la bancarrota. Esa donación fue un disparate para mis bolsillos. Nunca he tenido problemas al expresar mi opinión, pero al suponer que estaba solo dije cosas que para otros serían tomadas como una gran ofensa. Y este fue el caso. Había estado quejándome para mí, sin saber que cierta persona había estado escuchando cada una de mis palabras. Aclarándose la garganta, ella pasó por delante mio. Era la misma mujer que captó mi atención cuando llegué, y algo ocurrió. Nuestras miradas se cruzaron. Sus ojos azules tras el antifaz, el brillo en ellos. Era como estar viendo los mismos ojos de esa noche en que… *Flashback* Había terminado una relación producto de una infidelidad, lo cual me llevó a la rabia y meterme en una abominación. Un amigo me había recomendado que lo mejor para olvidar era buscar a otra, pero yo no quería otro compromiso, no después de que esa infeliz me fue infiel en mi propia cama. Solo sería una noche de diversión, y al contactarme con la dueña que organizaba estas cosas, conseguí a una virgen. Jamás he sido el primero en la vida de alguién, admito que eso despertó mi lujuria. Sin pensar que esa noche, el impresionado sería yo. Fue en un hotel, con mis condiciones hechas, llegué a dicho encuentro. La joven era de una figura delicada y dulce, parecía asustada, sus manos tocaban su corazón y sus piernas temblaban. ¿Qué extraña criatura era esta? Sin embargo, dejé esa emoción a un lado. Ella sería mía por esta noche. La había comprado, su cuerpo me pertenecía. —Señor…—titubeó tras ese antifaz. Sus ojos azules me dejaron unos instantes de pie y sin habla, pero ella de inmediato apartó la vista. Estaba prohibido que me mirara el rostro. Entonces apagué la luz, solo tenía la luz de la luna ingresando por la ventana. —¿Debo desnudarme? —preguntó, pero no obtuvo mi respuesta. En dos simples movimientos la atrapé en mis brazos. Ella temblaba, pero no me detuve, levanté su rostro para besar su cuello, lamí su clavícula y succioné su piel. Sus pequeños jadeos provocaron que mi virilidad estuviera dura. Está mujer con su inexperiencia había logrado que algo que ninguna otra mujer logró antes en mí. Que me excitara al punto del dolor. La recosté en la cama, continuando mis besos a sus hombros. La cabellera oscura resaltaba en su piel blanca. Quité el vestido de su delicado cuerpo, quería ver más. Sus manos intentaron cubrirse, pero la detuve. —Eres mía, toda tu eres mía esta noche —gruñí, volviendo a besar su cuerpo—. Tu pureza me pertenece. Cuando al fin la tuve desnuda, procedí a hacerlo con mi cuerpo. No me interesaba que ella mirara mi cuerpo, solo quería estar en condiciones para retozar de los placeres de la carne. Quitarle la virtud a una mujer, era algo que jamás imaginé, pero aquí estaba. Tomé sus caderas, ella estaba tensa, sus ojos estaban cerrados. Entonces pensé, la tenía por toda una noche ¿Por qué no disfrutar más de esto? Su cuerpo es mío, libre para que mis manos la toquen y mis labios la prueben. —¡Ah! —gritó de sorpresa al ver mi rostro enterrado en su feminidad—. S-Señor… Seguí en este proceso de torturarla con mi boca, sentía su humedad bajar por sus muslos. Ella estaba lista para soportar mi invación. Tomé sus caderas, pero primero saqué un preservativo que había dejado en la mesa de noche. No quería que después esta mujer apareciera con un hijo mío en brazos. —Escucha esto, en la mañana no quiero verte. Te largarás temprano. El dinero está en un maletín que la encargada dejó en está habitación. No se te ocurra buscarme, tu solo estás dándome un servicio que yo tomaré ¿Has entendido? Ella solo asintió, girando su cabeza a un lado, me pareció ver algo brillando caer de sus ojos, pero de inmediato lo limpió con sus manos. Mi erección entró en su cavidad con dificultad, está mujer estaba totalmente sellada. Sus manos se aferraron a las sábanas, mientras yo apretaba los dientes, hasta que sucedió. Haciendo más presión y con fuerza, escuché el grito que indicó que había tomado su virginidad. —Duele… Ah…Por favor deténgase. Me está lastimando mucho —se quejó con la voz quebrada. En ese instante no podía razonar, aunque lo quisiera no hubiera podido detenerme y en sus sollozos, empecé a moverme en su interior. Ella mordió sus labios, gemía en dolor, hasta que pronto su voz cambió y sus manos tocaron mis brazos. Volvió a abrir los ojos, y aunque estábamos en plena oscuridad nuestras miradas hicieron contacto. —¡Dije que no me vieras! —gruñí, sin dejar de embestirla—. No tienes el derecho a verme, solo debes darme placer. Es tu único trabajo. *Fin flashback* Esa mujer me observó con rabia y siguió su camino. ¿En qué mala hora tuve que venir? … Días después, volví a escribirle a Hebe, las pérdidas en la empresa habían llegado a un punto de alto riesgo. Si ella no contestaba, tenía que ir a buscarla. No quería verme como un arrastrado, sin embargo, está vez las cosas fueron diferentes. Al día siguiente, recibí la respuesta de ella a través de un hombre que trabajaba para ella. Este sujeto era igual al de la fiesta, aunque seguro estaba confundiéndolo. Mas no fue confusión lo que mis oídos escucharon. — ¡¿Qué?! —grité de sorpresa. Hebe aceptaba mi propuesta, pero…¡Pedía algo imposible! Mas no tuve otra opción que aceptar. Ese espanto de mujer pedía mucho para solo fingir ser mi esposa, pero no había tiempo que perder. Haría un gran sacrificio al tener que vincularme con una mujer que daba el aspecto de una anciana. Finalmente la fecha llegó, y como era de suponerse, ella llevaba un buen tiempo retrasada. Mantuve la calma para no hacer notar mi rabia. Tres años habían pasado desde nuestro divorcio. Otra vez tendría que soportarla. Debido al tiempo que pasó, decidí postergar la reunión. ¡Pero vaya sorpresa! Usando un sombrero de ala larga, ella apareció frente a todos con un aire de superioridad. ¿Qué diablos es esto? ¿Por qué repentinamente no puedo quitarle los ojos de encima? Tuve que hacer un gran esfuerzo para concentrarme y mantener mi serenidad hasta que ambos firmamos el acuerdo. — Eso es todo, ambas partes pueden retirarse —dijo el hombre a cargo de los documentos. Yo me despedí de mi abogado, y cuando salí para abordar mi auto. Encontré a Hebe a punto de hacer lo mismo. —Supongo que estarás contenta —dije con ironía. —Como no te lo imaginas —me sonrió. Maldita ¿Se atrevía a burlarse de mí? El otro tipo salió, pero Hebe lo detuvo. —Sabía que eras una interesada. Seguro el dinero que recibiste lo despilfarraste y ahora aprovechas esta oportunidad para hacerte del dinero fácil. — Piensa lo que quieras, de cualquier modo en mis asuntos personales no tienes derecho a entrometerte. No pude evitar reír, para acercarme. —Admito que has dejado de ser esa niña tonta, pero sigues portándote como una. —¿Y eso qué tiene que ver? —Que si vas a fingir ser mi esposa, vas a comportarte como una dama ¿Has entendido? Ella sonrió con tranquilidad. —Bueno, deberás tener paciencia, porque no fui yo quien suplicó la ayuda del otro. ¿Te quedó claro? Manteniendo su sonrisa descarada, se dio vuelta para subir a su auto y alejarse.
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