Capítulo 3CUANDO al llegar a Hatfield, Dorita se bajó de la diligencia, vio a uno de los carruajes de su tío que esperaba por ella. Reconoció al lacayo de librea azul con botones plateados, quien le sonrió al quitarse el sombrero. –Buenas tardes, Señorita Dorita. Me da gusto verla otra vez. –Yo también me alegro de verte, Ned. Es un alivio que hayas estado esperándome. –My Lady, pensó que tal vez no llegaría hasta mañana, conociendo lo impuntual que son las diligencias. El lacayo miró con cierto desdén el pesado vehículo mientras recogía la maleta de Dorita y la llevaba hacia un landau cerrado, tirado por dos caballos pura sangre. El cochero, a quien dorita también reconoció, la saludó y ella se sentó en el cómodo carruaje, recostándose sobre los cojines mientras Ned iba a recoger su