—Celeste, quiero que cuando llegues a mi casa firmes un acuerdo de confidencialidad —pronunció Thomoe, con una mirada seria y penetrante. —¿Confidencialidad? —le cuestionó Celeste, mostrando un ligero gesto de confusión en su rostro. —Soy tu profesor, ¿lo recuerdas? Si se enteran de que me acuesto con mi alumna, me irá mal. Así que no quiero que tu boca bonita se abra para divulgarlo. Solo digamos que es por mi seguridad —confesó Thomoe con una expresión preocupada en su semblante. —Yo sé guardar un secreto, jamás diría lo que pase entre usted y yo hagamos en la intimidad. «Nada me gustaría más que creer en ti» pensó Thomoe, observando atentamente los ojos de Celeste en busca de sinceridad. —Y yo sé compensar muy bien a las niñas lindas como tú —añadió Thomoe, esbozando una sonrisa s