Separo mis labios, conmocionada por la mirada imponente de Ezra Hamilton, el único capaz de erizar mi piel. Trago con dificultad, pensando lo que responderé.
─Tengo que saber en qué me estoy metiendo ¿Debería de saber algo? ¿O hay algún problema con que sepa de la empresa que por legalidad me corresponde? ─Suelto, encarándolo, él, aprieta su mandíbula.
─Esto no es un maldito juego, Ginebra, con lo cual, veo que no es para ti ─acota, sosteniendo el volante con sus manos y apretándolo, provocando así que, sus nudillos se coloquen blancos por la presión ejercida. Él, se denota tenso.
─¿Por qué no es para mí, porque soy mujer? No lo veo como un juego, la dinastía Bass, lo es todo para mí, así me lo ha inculcado mi padre, no jugaría con eso. Deberías de saberlo, no por nada, me entregó a
