Un día después. El investigador y un puñado de hombres me acompañan a Irlanda, Armagh para ser más precisos. Hemos aterrizado hace unas horas en una pista muy descuidada en Portadown y ahora nos dirigimos a la enorme mansión de piedra donde se esconde mi esposa. Ya casi anochece, estamos muy cerca y aunque me encuentre lleno de rabia con mi mujer por haberme abandonado sin darme la oportunidad de pedirle perdón, me siento emocionado de verla después de cuatro meses. Muero por ver su vientre y que me cuente como fueron los primeros meses de embarazo, esos meses que me he perdido por su rencor hacia mí. La ruta hacia su escondite es oscura, está rodeado de campo y no se ve un alma. A lo lejos puedo ver como una caravana de vehículos con las luces altas, vienen de frente a nosotros a alta