La primera noche fue extraña, no me molesté en bajar a cenar al comedor, pedí que me trajeran la comida a la habitación y lo mismo se repitió en los siguientes tres días. Los hombres que custodian la mansión de piedra van y vienen por turnos. Uno se instaló en la puerta de mi habitación y se niega a entrar aunque sea un rato para sentarse. Recibí vagos mensajes de texto de Declan asegurándome que Peter está bien y que aún no recibió ningún ataque, como tampoco lo hizo el contra William. Pero que está esperando el momento adecuado para el encuentro que será mañana. No hay alarmas por parte del personal de seguridad. Me gusta llamarlos así en lugar de asesinos, sicarios o ángeles de la muerte, como los llama mi padre. Son hombres entrenados y preparados para cualquier circunstancia o pelig