CAPÍTULO 3: LA CARTA

2808 Words
La pelinegro rayó la hoja, frunciendo el ceño antes de exhalar un suave suspiro: «¿Cómo puedo llamar a alguien con el que aún estoy enojada porque me abandona?, ¿acaso cuenta como abandono lo que hizo?». El padre de nuestra protagonista murió cuando tenía diez años, y ella por un tiempo vivió con la culpa de eso, y ahora, solo está con la conciencia carcomida porque debe perdonar algo que no quiere. Complejo en todo el sentido de la palabra. Como jamás hizo, mordió la punta del lapicero, inflando las mejillas con un disgustó que le invade. «Querido papá» Volvió a tachar. —¿Querido papá? —exhaló un suspiro—. Ni de coña, no —dejo caer la cabeza encima de su brazo, lamentándose—; aunque es mi papá. «Querido… Querido… Querido Extraño» Tacho los dos primeros con cierta brusquedad, negando con su cabeza un par de veces «Querido.... Querido...». «No estaba segura sí escribirte a ti o a alguien más, hacía mucho tiempo que no hablo directamente contigo, y para ser honesta, tampoco es que lo quisiese hacer, aunque si intente escribirte muchas veces, contarte que ha sucedido en tu ausencia, explicarte el por qué ya no te visitamos en el cementerio mamá y yo… el por qué no quise saber de ti durante todo este tiempo. Fue difícil y doloroso apartarte de mi vida tan bruscamente como lo hice años atrás, supongo que sabes muy bien el por qué, aunque realmente dudo que sepas el dolor que provoco en mí. Sé que no debo de porque juzgarte y la verdad es que no lo hago, o al menos lo intento; es lo menos que quiero hacer, ya que no tengo derecho hacerlo. Aunque posiblemente, al finalizar esta carta. sé que podría haber partes en las cuales te juzgo y culpo; ahora sé que no es tu culpa, aunque grandes cosas que marcaron mi vida fueron por errores que cometiste. pero como siempre digo: Gracias a los errores de los padres, los hijos pagan. Creo que es normal. ¿No? Solo… escribo sentimientos de una niña que perdió a su padre y que ahora que se volvió una adulta entre comillas, aun le duele. En esta carta solo quiero contarte las razones de las decisiones que tome, contarte cosas que a nadie se lo pude decir, que lo oculte durante tiempo, aunque mis cercanos saben, superficialmente, por supuesto, pero saben. Aquí solo quiero contarte cosas acerca de mí, para así poder encontrar mi paz espiritual, además de lograr comunicarme contigo. ¿Sabes? Aun creo que sí no te hubieras ido, sí te hubieras quedado con mamá y conmigo, las cosas serían distintas, tal vez serían mejor, no lo sé. Solo sé que no me odiaría tanto como lo hago, no odiaría cada parte de mi vida, no me sentiría tan frustrada e incompleta. Posiblemente mi niñez y parte de mi adolescencia no hubiese sido como fue. Estoy segura que las cosas hubiesen sido mejores, tal vez yo estaría en la universidad que quiero o hubiera terminado el instituto de modas y ahora mismo estaría fabricando esos atuendos que se dibujan en mi cabeza, eso sería realmente bueno, y tal vez viajando por el mundo, tal vez trabajando, y viviendo con amigos o tal vez amigas en un departamento, lejos de casa. No lo sé, no lo sé. Pero me hubiese gustado conocer está información. Pero lo que sí sé, es que la vida que lleve no fue del todo mala. Lo único que me enfada demasiado es el tiempo que perdí lamentándome tu perdida los últimos diez años. Eso creo que fue el tiempo que paso. Lleno de dolor, culpa, resentimiento, amargura, entre otros sentimientos que jamás imagine sentir. Y que ya no quiero sentir, quise dejar todos estos sentimientos hace un tiempo atrás, pero es difícil, ya que cuando lo intento… algo nuevo surge y una nueva cicatriz se acumula en mí. Ya no quiero denigrarme todos los días de mi vida, pidiendo a gritos que este dolor que me invade desaparezca, que se termine, que acabe… y caer rendida a los pies del ángel de la muerte y pedirle, suplicarle que me lleve lejos de todo esto... de este dolor. No puedo, no puedo con todo este dolor. Quiero. Necesito ponerle fin a esta oscuridad que se apodera de mi corazón. Necesito perdonar, olvidar, ya que de lo contrario querré tomar venganza, hacer pagar a cada uno de los que se encargaron de destruir la pureza de mi corazón. Ya no puedo seguir guardando esta rabia y dolor que crece dentro de mi corazón. Mi ansiedad crece día a día, he vuelto a desfogar el dolor con comida, intentando sentirme mejor repletando mi estómago entre comidas, alimentándome de más. Eso evita que pueda lastimarme como antes solía hacer. Necesito encontrar motivación, algo porque luchar, que me mantenga a salvo, fuera de la oscuridad, alejándome de ella, trayendo paz y satisfacción a mi vida. Para así conseguir un buen futuro, aquel que me espera ansioso al final del túnel. Quiero empezar de nuevo, empezar un nuevo comienzo junto a él, junto a mi familia… sin complicaciones. ¿Por dónde empiezo? No lo sé, tal vez en… dejar todo atrás y seguir hacia adelante, pero ¿cómo? Aún pienso en que me hubiera gustado que lucharas como lo hizo mamá, luchar por quedarse conmigo. No es que te quiera culpar o algo parecido, ya las cosas están hechas y no se puede cambiar absolutamente nada. Pero… me hubiera gustado que me dijeras que, a pesar de las complicaciones, que, a pesar de todo, estarías conmigo y mamá, cuidándonos, protegiéndonos. El pasado no se puede cambiar, pero sí se puede construir un futuro ¿no? ¿Cómo empezar? Esa pregunta me lo hago a diario, creo que terminando de hacer las cosas que deje sin terminar o tal vez volviéndolas hacer, pero esta vez correctamente u tal vez hacer una lista de todas las cosas que quiero realizar, ponerme metas a corto plazo y realizándolas sin ponerme trabas y solo decir «¿Y por qué no?» Necesito ser más fuerte de lo que soy, dejar de llorar cuando siento desesperación. Solo dejarme amar y empezar a ser feliz ¿Eso podría ser posible?». Jhazlym Estrada, dejó caer el bolígrafo, cruzó los brazos entre las hojas que yacían sobre el edredón turquesa con estampados de tulipanes lilas. Enterró su cabeza en el medio de sus brazos y su pecho, cerrando los ojos en el proceso. «No puedo seguir», pensó Jhazlym con cansancio. Froto la frente contra su piel y un leve sollozo escapó de sus labios. Mordió su labio inferior, enderezándose nuevamente en un intento controlar las lágrimas. Cogió el bolígrafo una vez más, sosteniéndola entre sus dedos, le dio la vuelta a la hoja de rayado celeste que yacía frente a ella. Observó su letra en tinta negra, gravada en la hoja como un tatuaje permanente. Suspiró, su mano izquierda peino sus mechones rubios-oscuros hacía atrás. Humedeció sus labios y apoyo su frente en el interior de su mano izquierda, dejando reposar su mano derecha en el papel, volviéndose a armar de valor para escribir: «Sé que no lo leerás, por eso te escribo a ti, por qué sé que no podrás criticarme, tampoco me mirarás con pena o me regañaras. Como dije líneas arriba, ya no puedo seguir callándolo y llorando en silencio, para que nadie me escuche o sienta pena por mí, es lo que menos quiero, no aguanto sentir que alguien sienta pena por mí, yo no quiero pena ajena, no quiero molestar a alguien más con mis problemas, son míos y por eso busque la forma de cómo desahogarme sin molestar a alguien más. Tal vez sea tonto lo que crea o sienta, pero así es y nada lo puede cambiar, ser totalmente sincera con alguien, no puedo. No puedo. Que conozca a la verdadera Jhazlym Estrada y dejar entrar a mi vida a alguien más que no sea yo, podría ser muy malo ¿quién podría aceptarme tal como soy? Nadie. Así es nadie. Nadie. Nadie podría hacerlo, todo lo que toco lo destruyo. Por eso me alejo cuando el cariño comienza a crecer, quisiera dejar de hacerlo, pero no puedo, ya es algo programado en mí, parece que soy un robot, parece que soy alguien sin corazón, que el palpitar bajo mi pecho solo es la energía que me mantiene viva, pero sin una gota de amor por entregar y sentir, lo único por entregar son comentarios sarcásticos y frialdad. Duele. Duele cuando mamá dice que no tengo corazón, que soy mala, fría y sin corazón, que antes no lo era. Yo creo que sigo siendo yo, solo que he cambiado, que ya no veo las cosas como antes solía hacer, crecí, cambie, mejore o empeore soy fría y despiadada cuando debo hacerlo, pero también soy cálida y amorosa. Todo ha cambiado. Todo ha cambiado, ya nada volverá ser como era ayer. Además, tendrían todas las armas para poder destruirme. Sí conocen mi debilidad podrán dañarme, debilitarme más, hasta hundirme y eso no lo puedo permitir… por eso no dejo que las personas que me rodeen me conozcan a fondo, porque sé que eso será mi destrucción». Jhazlym deslizó su mano izquierda hasta sus labios, atrapando su labio inferior entre sus dedos, su pulgar acarició esta, pensativa, asustada y petrificada. No podía imaginar que pasaría sí permite que alguien conozca sus debilidades. Cerró los ojos, aspirando el aire reciclado de su habitación. Peino con sus dedos su cabellera rubia-oscura, intentando relajarse. «La última vez que te vi, tenía tan solo 10 años de edad. Aún recuerdo tu rostro redondo, cabello castaño oscuro y cano, con una ligera barba rasposa, cejas formadas y pobladas, labios finos y muy bien dibujados. Tus manos gruesas y un poco toscas, dedos medianos y uñas perfectamente cortadas. Piel broncínea por el sol, ya que amabas la playa, aunque tu piel era tan blanca como la mía. Tus ojos achocolatados como los míos. Recuerdo muy bien que aparentabas ser menor que tu edad original, como decía mamá: Tenías rostro de niño. Me hubiera gustado tanto recordarte como un héroe, tal como creí que eras durante años, no puedo evitar no echarme la culpa, un día antes que todo el desastre empezará. Discutimos como nunca lo habíamos hecho. Cuando mamá nos hizo hablar, yo aún estaba enfadada contigo. ¿Sabes? El día en que sucedió. Aquella mañana de junio. 1 de junio, para ser exacta. Ese día me comporte como alguien bastante madura para mi menoría de edad: totalmente serena, práctica y sin lágrimas que cayeran de mis ojos. Fui valiente. Hasta te hubieras sentido orgulloso de mí, por actuar tan tranquila en una situación tan tensa y espantosa como la que viví ese día. Yo sabía que después de ese 1 de junio jamás te volvería a ver. Los 5 días que pasaste en la clínica intente ser fuerte, prepararme para tu partida. Lo intenté, de verás que lo hice. Día a día pedía al ser superior que me diera la fortaleza que necesitaba para asimilar lo que se vendría. Que le diera la fuerza a mamá para que no se decayera. Pero como toda niña, también pedí que te diera fuerzas a ti, para que regreses a casa conmigo y mamá. Trate de mantenerme positiva, que te quedarías por siempre, aunque sabía que eso no sucedería. Repase día a día todo lo que había sucedido un día antes del suceso desafortunado en el cuarto de baño, aquella mañana. Quería saber el por qué te enfadaste tanto conmigo. Quería recordar la razón del porque ese día no fue como los anteriores, tranquilos y felices… quería dejar aquello atrás para poder recordarte como mi héroe». Jhazlym, corrió con su pulgar la lágrima que caía por su mejilla. Mordió su labio inferior, intentando tragar el nudo que se había formado en su garganta, el cual la asfixiaba, amenazándola con ahogarla en cualquier momento. Apretó los dientes en su labio inferior, intentando tranquilizarse. Cubrió su rostro con ambas manos, cerrando los ojos por un segundo, reviviendo los recuerdos como un mal sueño vivido. «Creí que todos los que una vez conocí como familia, estarían con nosotras, apoyándonos, amortiguando el dolor de tu partida, repartir el trabajo duro que se debía realizar para tu despedida. Pero así no fue… ¿Sabes? Tu madre, hermanos, sobrinos y el resto de tus familiares no estuvieron con nosotras. Lo que hicieron fue enterrar el puñal en el corazón de mamá y el mío, aumentando la desgracia y dolor a nuestras vidas, destruyendo la imagen de héroe que tenía sobre ti, borrando los buenos recuerdos que me regalaste día tras día, semana tras semana, mes tras mes, año tras año. No sabía que tenías a otra que no fuese mamá en tu vida. Me refregaron en la cara que ya no era bienvenida a la familia, que yo no debería llevar tu apellido y que todo lo que te pertenecía eran de ellos, nada me correspondía. Gracias a ella me exiliaron de la familia, llevando su sangre y apellido, me denigraron, era una niña. No entendía el porqué de las cosas que sucedían, solo me culparon, arrebatándome la felicidad y la pura inocencia de un niño de 10 años. Apague mis emociones, fui fuerte, no deje caer ni una sola lágrima, aparente que te fuiste de viaje y que no te volvería a ver en un plazo de tiempo muy largo. Fingí que no tenía familia. Mi familia era mamá y las personas que verdaderamente me quieren. Construyendo una fortaleza para esconder la pureza de aquella niña que vivía en mí, antes de tu partida, antes que el mundo que conocía se desplomará, mostrándome que en todo lo que una vez yo creí y conocí, era una cruel mentira. La protegí muy dentro de mí, para que así nadie más pudiera lastimarme. Esa pequeña niña creció tan rápido ¿te imaginas el dolor que pudo sentir? El dolor… que hasta el día de hoy quema en su garganta, como fuego en un incendió, arrasando con todo a su alrededor. Regresándola otra vez a la oscuridad que la arropo durante años, recordándole el dolor que una vez la invadió, la torturo, pero también la volvió fuerte. La hizo luchadora, una sobreviviente. Pero aquella pequeña niña aún sigue luchando, por mantenerse de pie, para que nunca nadie, pueda volver a lastimarla otra vez». Jhazlym dejó caer el bolígrafo que yacía entre sus dedos, golpeando el montón de hojas. Llevo sus manos a su garganta, que quemaba, como sí se hubiera tragado un fosforo encendido. Mordió su labio inferior, arrastrando sus manos por su rostro que hervía en el interior helado de su mano. Cubrió su rostro, las yemas de sus dedos borraron bruscamente las lágrimas calientes que caían una tras otra de sus ojos. Empapando sus mejillas calientes. Reviviendo a flor de piel el dolor y la culpa. Sintiendo como se apoderaba de su ser. Naciendo nuevas lágrimas que caían en el interior frío de sus manos. Apretó los labios, hundiendo la palma de sus manos en sus ojos, limpiando las nuevas lágrimas que brotaban de sus ojos, cayendo directo a sus mejillas. —No. No puedo llorar. Jhazlym se dijo a sí misma, frotándose los ojos, cubriéndolos con el interior de sus manos para que no volvieran a caer. Volvió a coger el bolígrafo, aspirando nuevamente el aire reciclado de su habitación. Volvió su vista hacía la tinta negra en las hojas y apretó su mano contra la hoja, preparándose para seguir escribiendo. «Nunca imagine que personas que solía verlos como totales extraños se convirtieran en mi familia. Cuando te marchaste el ser superior me recompenso con muchas personas que apoyaron a mamá y a mí a superar tu partida, aceptarnos en sus casas para las navidades u otras fiestas. Dándome dos hermanas, las cuales compartí mucho tiempo con ellas, regalándome nuevas vivencias y experiencias. Tal como tu familia no lo hizo ¿por qué? Se suponía que debieron estar ahí… ¡Que los joda un alce!» Jhazlym ríe ante las palabras que uso, hace poco lo había leído en un libro y quiso usarlo integrarlo a su vocabulario. Echo un vistazo a la hoja, hizo una ligera mueca, dudando en si tacharlo o dejarlo. «Va, ¡que los joda un alce!», pensó y continúo escribiendo. «En fin, la mamama se enfermó al mes que te marchaste ¿sabes? No fue sencillo, para nada sencillo hay que confesar, fue difícil tener que lidiar con ello y sobre todo mamá, no te imaginas por todo lo que nos hizo pasar la mamama, todos los malos momentos que vivimos. Ahora reímos, ya que, entre todo, tuvimos buenos pero difíciles momentos junto a ella».
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