Un rayo de luz entraba por mi ventana, haciendo que tuviese que despertarme sí o sí. Me sorprendí por un momento y decidí apreciar aquella luz de esa mañana, ya que es bastante raro tener días despejados en mitad de invierno.
En ese preciso instante me acordé del examen de historia que tenía en aproximadamente dos horas. Entre eso, y el rayo de sol asomándose por mi ventana, deseé por un vago instante que fuera verano de nuevo. Despertar a cualquier hora y no tener que seguir un horario era realmente un placer, y no precisamente para pocos.
Terminé de vestirme justo cuando Lydia me envió un mensaje, seguro estaría preocupada por si me pierdo el examen o algo.
“Si quieres nos vemos en la cafetería para repasar un poco tu examen, y así tomamos el desayuno”
Obviamente le dije que sí, no podría ir sin comer al examen, pero tendré que ver cómo me las apaño para que no diga una palabra de historia. Ya tuve suficiente durante todo el fin de semana.
Me digné a salir de mi habitación y subí al ascensor para bajar. Todo estaba muy silencioso de momento, y eso me gustaba mucho. Puede parecer extraño cómo a alguien le puede gustar tanto el silencio, teniendo en cuenta que aquí hay siempre mucho, y lo que los demás quieren es hacer más ruido.
Cuando el ascensor se abrió, una ola de aire fresco me pegó en la cara. Me abroché bien la chaqueta y fui a paso rápido hasta la cafetería.
-¡Hola!-me saludó Lydia-, venga, se te enfría el café.
-No te preocupes, no me gusta muy caliente, me da nauseas-me senté y alcé la mirada sobre la cafetería. Todo el mundo tenía una pila de apuntes en los brazos, o los estaban ojeando mientras desayunaban algo fugaz.
Aquella cafetería era siempre un buen lugar para hacer varias cosas mientras comías algo. Siempre hay buenas vibras, las cocineras aman su trabajo y siempre están para mantener una conversación, sin importar lo corta que fuera.
-Bueno, qué… ¿Preparada para el examen? -me miró seria.
-Por favor-la mire expectante-, no me estés dando la lata antes del examen, que luego siempre voy nerviosa-cogí una galleta del plato y la empapé en café.
-Bueno, vale-con un bufido puso un codo en la mesa y apoyó su cabeza para después mirarme ojiplática-. ¡Hoy es la unión, no me lo creo, se me olvidaba! -empezó a exaltarse exageradamente.
-No es que esté muy emocionada, simplemente intrigada-hice una mueca, a la cual Lydia me respondió con una mirada perversa-. ¿Qué?
-Ya, ya…Déjame que dude-ella siempre tan elocuente con su palabrería.
De pronto, por megafonía se empezó a escuchar un breve aviso que dio lugar a un mensaje de parte de Administración, puesto que sólo desde ahí se puede hacer eso.
“Estimados jóvenes del Centro X.
Todos los que tengáis que participar en la Unión esta tarde, se os pide que acudáis a la hora de comer en el comedor, planta 2 de La Torre.
Sin falta, un saludo”
Y otro pitido anunciando el final del mensaje. Bueno, creo que ya me había quedado claro lo nerviosa que estaba.
-Pues ya está, ya sabes, después del examen nos vemos en el comedor-me miró con compasión-. Sé que después del día de hoy, no todo seguirá estando como antes, habrá cosas que ya no podremos hacer juntas, ya que tendremos otras obligaciones.
-¿Pero qué dices? Loca-nos reímos al unísono, sabíamos que eso no pasaría-. Sabes que siempre serás mi amiga, aunque tengamos 30 tarjetas.
Nos levantamos para ir al examen, y antes de entrar nos dimos un abrazo de suerte. Muy adentro estamos seguras de que habrá muchas cosas que cambiarán por el simple hecho de tener pareja, pero eso no nos quitará el tiempo juntas de alguna que otra tarde.
El examen me fue bastante bien, quitando el hecho de que, al parecer, me salté algunos puntos al estudiar, o Jezabel no tenía los apuntes tan completos como ella alardeaba. Daba lo mismo, con aprobar era suficiente.
Salí del examen y me dirigí al lavabo, esta mañana al parecer se me olvidó ir en el Estudio. Cuando entré vi a dos chicas que se estaban arreglando el pelo y la ropa. Las dos me miraron expectantes, pero hice caso omiso y pasé al retrete.
En una fracción de segundo una tercera chica entró dirigiéndose a una de las que había cuando yo entré.
-Bueno chicas, espero que me toque Jack de Estudio 3, o Bryan, o no…¡mejor Edison!-parecía emocionada, por el tono de voz creo que es un poco más mayor que yo, ¿puede que 11 tarjetas? Da igual.
-Ya sabes que con tanta gente es imposible que te toque el que más quieras-le dijo otra, con desdén.
-Bueno, al menos no me quites la ilusión. Dicen que los asignan por belleza y rasgos, quién sabe.
Al oír eso quedé sorprendida, tanto que hice ruido y las de fuera se percataron de que seguía dentro. A los pocos segundos salieron sin decir ni una palabra más.
Vaya, con que se guían por los rasgos y la belleza. ¿Pero qué sentido tiene eso? Si llega a ser cierto me va a tocar el jorobado de Nottre Dame.
Me apuré en salir, ya que la hora de comer se estaba acercando. En todo mi ademán por salir del lavabo recibí un mensaje de Lydia diciéndome que me diera prisa, que el comedor estaba llenándose de gente como nunca.
Cuando al fin llegué al comedor, quedé sorprendida con la cantidad de gente que había dentro. Ahí dentro no cabía un alfiler más. Llamé a Lydia y le dije dónde estaba para que se reuniese conmigo, pero me dijo que hay mejores vistas desde donde estaba ella, así que, tuve que abrirme paso a través de la gente para llegar a la otra punta del comedor.
-Por fin llegas-susurró Lydia-, pensé que te quedarías sin ver nada.
-Tranquila, no es para tanto, ¿por qué susurramos? -le dije extrañada.
-Es que todo el mundo habla bastante bajito, ya sabes, la norma dice que donde hay mucha gente, todos deben susurrar por lo de la contaminación acústica-lo dijo riéndose de mí.
-No hablarás en serio-me estaba aguantando la risa-, ¿Qué se va a contaminar aquí, el techo? -y Lydia soltó una carcajada haciendo que los más cercanos la miraran mal.
-Aguántate tía-le dije por lo bajini.
-¡Buenas tardes jóvenes del Centro X!-todos nos quedamos en silencio ante la voz de la directora, no la habíamos visto llegar-. Espero que entiendan el porqué de esta reunión. Como cada cierto tiempo, es tradición en el Centro X celebrar La Unión: La entrega de una pareja a un joven. Espero que estéis todos preparados para este gran día, pues este año lo haremos diferente. Cada chica volverá a su habitación después de esta reunión y esperará a su pareja llegar. Los chicos tienen tiempo para recoger sus cosas durante media hora y dirigirse a la habitación de su pareja. Espero haber quedado clara. Cualquier reclamación os espero en Administración. Fin de la reunión.
Y de repente todo el mundo se dio media vuelta para ir a cumplir con la palabra de la directora. Me había quedado anonadada con ese discurso, es la primera vez que recurren a este tipo de Unión, ya que las otras veces las parejas se iban del comedor de la mano y sus nombres se decían en alto. Lo cierto es que esta nueva manera me parece más privada, más íntima en cierto modo.
-Vamos Alois-me cogió del brazo y nos fuimos juntas a Planta.
-Te veo luego-la dejé al salir del ascensor y me dirigí a mi habitación.
Estaba muy nerviosa. ¿Estaba nerviosa? Si, lo estaba.
No paraba de moverme y de ordenar cosas instintivamente por los nervios. Acabé cambiando cuatro cosas de sitio y de colocar el edredón cada vez que me sentaba y me volvía a levantar del colchón para hacer cualquier otra cosa.
Creo que estaba fatal, sin exagerar.
Calcular la media hora era lo de menos, ya sabía que con los nervios el tiempo se acababa haciendo eterno y esa media hora se convertiría en toda una tarde.
Me acabé medio tumbando en la cama cuando oí vibrar mi móvil. Decidí tomarme un momento de calma ante la situación, no quería que me sobrepasase.
“¡No queda nada! Estoy oyendo gente por el pasillo, creo que los nuestros estarán por llegar ya”
“No fastidies, estoy muy nerviosa, ¡no sé qué decirle al verle!”
“Seguro lo harás muy bien”
De repente alguien tocó mi puerta dos veces. El corazón me iba a mil más que nunca. Decidí coger fuerzas y dejar los nervios debajo de la cama. Era ahora o ahora.
Abrí la puerta y tuve que levantar mi rostro al ver a ese hombre que tenía delante.
-Hola…soy Alois-extendí mi mano esperando un saludo, pero este no llegó. En ese instante observé en lo grande que era en comparación a mí, que medía un metro sesenta y cuatro.
-Hola Alois, soy Maximiliano, encantado-se me quedó mirando por dos segundos-. Ahora si no te importa, necesito dejar mis cosas dentro, se puede hablar en la habitación también-hizo un pequeño gesto de apartarme y pasar.
-Sí, sí…claro, no me importa-tragué en seco y pasé a la habitación cerrando la puerta-. He dejado espacio en el armario para tus cosas, ya que ahora lo mío es tuyo también-intenté buscar su mirada para recibir una sonrisa o algo, pero el ambiente era muy serio y eso no me transmitía buenas vibras.
-Voy a salir en dos minutos, volveré en la noche. No preguntes por mí, ni tampoco te preocupes mucho-se sentó al otro lado de la cama dándome la espalda, como si nada.
Estaba perpleja ante aquella situación y todos mis miedos de que pase algo así se estaban cumpliendo uno por uno. Intenté no hacerle caso y me senté en mi lado de la cama mirando por la ventana. Seguía sorprendida por la situación, la verdad.