CAPÍTULO ONCE El Maestro de los Cuervos estaba en el Hogar de Piedra mientras la neblina que lo había llenado se despejaba. Podía notar que el poder que la había mantenido en su lugar se disipaba, y se preguntaba qué significaba eso. Sentía cierta satisfacción al pensar que, probablemente, significaba la muerte de alguien, pero no hacía mucho para reducir el sentimiento de frustración mientras miraba al resto del asentamiento a su alrededor. La violencia no había terminado. Uno de los guerreros del Hogar de Piedra fue hacia él, con una espada en la mano. El hombre era rápido, como parecían serlo todos, y poderoso en otros aspectos, reuniendo una a*****a de poder que rodeaba su espada en un rayo chispeante. El Maestro de los Cuervos se apartó del primer golpe con un balanceo hacia atrás,