CAPÍTULO DIEZ Catalina cruzó la puerta, una parte de ella esperaba, de algún modo, dejar atrás todo lo que sentía mientras lo hacía; poder envolver todo el dolor, la rabia y el odio ya abandonarlos de la misma manera… de la misma manera que sus padres la habían abandonado a ella. —No —se dijo a sí misma—. No pensaré así, no lo haré. Pero era muy difícil no hacerlo porque el dolor era casi incontenible. El dolor por sus padres, y no solo porque se habían ido, sino porque nunca habían estado allí. Catalina no tenía los recuerdos tempranos que tenía Sofía. Tenía destellos de sus padres en las visiones, pero ahora, el único recuerdo real que tenía de ellos era de su muerte. Ahora estaba en un lugar que parecía que estuviera hecho de cristal n***o, cargado de bordes dentados y chorros, somb