CAPÍTULO CINCO
El Nuevo Ejército avanzaba y Sebastián sabía que no había modo de retenerlo sin el escudo del Hogar de Piedra. No habían conseguido hacerlo en Ashton, ni en ninguna de las otras ciudades del reino, así que ¿por qué iban a poderlo hacer aquí, en un asentamiento de unos pocos miles?
—Porque debemos hacerlo —dijo Asha, desenfundando su espada y una pistola—. Debemos resistir o Violeta nunca crecerá ni podrá convertirse en todo lo que hemos visto que se convertiría.
Sebastián ignoró la parte en la que parecía que había vuelto a leer sus pensamientos. Bastaba con que estaba preparada para ayudar, y que estaba allí cuando la primera ola de soldados entró.
Los mosquetes y las pistolas sonaron para esa primera carga y fue a menos a medida que los hombres caían, cortados por la l
