ESTALLANDO ÁTOMOS

1881 Words
Esa tarde Luisa entretuvo a Guio, conversándole de espadas y armas, guerras y batallas, fingiendo interés cuyo único propósito era el de distraerlo de sus labores como constructor. Ya por la noche se disculpó para irse al baño y a dormir. El caballero en su afán por cumplir con sus compromisos se descuidó; ella aprovechó para salir por una ventana, corriendo primero hacia la tienda a comprar unas gomas o algo dulce para sobornar al hermano de Luis, sin ni siquiera sospechar que algo siniestro se cernía sobre ella. Pues a que unas sombras oscuras se abalanzaron en su contra, haciéndole recordar lo de la batalla del otro día. Esta vez sus gritos sí salieron y sus pies le respondieron para tratar de huir. Las sombras detrás de ella parecían disfrutar de su miedo; parecía que nadie más la escuchaba. También sentía que no corría en ninguna dirección y tenía razón, pues sus pies ni siquiera tocaban el suelo. Al quedarse quieta escuchó muchas voces que decían: —Si contemplas que es muy fácil para nosotros, solo necesitábamos que nos diera la oportunidad de su bruteza. —Mátemola y devorémosla. —No se puede, los jefes la quieren viva. —Viva, más no completa. —No, si la probamos, solo pararemos cuando ya no quede nada de ella. Luisa cerró los ojos, rezando, pensando en Luis, en su madre y hermanos. Sentía que la llevaban por los aires a gran velocidad; de repente la soltaron contra algo, como unas matas. Al abrir sus ojos vislumbró a un hombre fuerte. Su corazón se alegró y gritó diciéndole: —Luis, ¿eres tú? Pero lentamente su vista lo enfocó enseñándole que se trataba de Guio, quien llegaba en su ayuda interponiéndose entre las sombras y ella. De nuevo la salvaba. Examinó a su alrededor, viendo que las sombras eran cuatro, que aunque sus cuerpos eran de humo n***o, tenían rostros humanos, que cada uno hablaba como si fueran coros, aunque no angelicales, sino de gatos enfermos. Casi no entendía lo que decían. Uno dijo algo así: —Maldito héroe, lárgate, te prometemos que te permitiremos huir. —No, ni en sueños, yo lo mataré, me beberé tu existencia; ya te saboreo, me recuerdo de cada uno de los otros cazadores que me he engullido. —Si, héroe, considéralo muy bien, no tienes oportunidad contra nosotros en este bosque oscuro. Guio no les contestaba para no entrar en el juego de sus mentiras, no porque les tuviera miedo. Ya había peleado contra criaturas parecidas, aunque con su maestro, quien lo acompañó esas veces. Recordó que le decía que para bichos como estos invocara armas de luz. Se concentró tratando de generar una gran espada. Sin lograrlo, solo de sus manos salían pequeñas chispas. —Tal vez no he descansado bien—, reflexionó Guio. —Si ni siquiera puedo hacer un arma, menos abrir un portal. —Qué desilusión—, pronunció una de las sombras mientras se acercaba a Guio. —Nos han enviado al peor héroe de tristeza; ni siquiera puede materializar un cuchillo de cocina. —Es triste cómo estos héroes de pacotilla dependen ahora de esos hechizos —mencionó otra sombra que se dirigió sobre Luisa, —ya no los hacen como los de antes, quienes cargaban con sus armaduras y pesadas espadas hasta para ir a sus letrinas. —Si todo es culpa de esos que llegaron de arriba—, chilló otra sombra, —ellos los malacostumbraron, por supuesto que ahora es divertido matarlos, ya que nos pueden herir, no como antes que sus metales solo nos atravesaban como las sombras que somos. Qué ridículos se percibían en sus últimos momentos. —Voy a destruir a este héroe y para saborearlo lo voy a golpear, nada de cortadas, serán solo golpes y me contendré para no cargármelo de uno solo—, parloteó esto lanzando sobre el héroe poderosos golpes que este no pudo esquivar, al tiempo el monstruo producía un extraño sonido de risa. Un golpe le sacó el aire a Guio, dejándolo de rodillas, pero alcanzó a ver que Luisa salió corriendo. —Ojalá ella sí se pueda salvar, —pensó mientras seguía recibiendo senda paliza. La sombra se cansó de golpearlo con sus brazos, que materializaba solo para agredirlo, así que empezó a enviarlo hacia arriba, dejándolo caer libre. La sombra se aburría, pues parecía que el héroe aceptaba la muerte, sin tratar de luchar y eso era, aunque todo cambió cuando unos segundos antes de estrellarse contra el piso pudo divisar a Luisa, quien era traída por las otras sombras que pronunciaron: —Deja de jugar con ese pelmazo, acabadlo ya, que nos tenemos que llevar a esta presa… —Espera, no es justo que este se divierta y nosotros no—, murmuró una de ellas, —voy a comerme un solo dedito. Y abrió sus fauces, mostrando unos largos colmillos; se le acercó a la mano de Luisa, quien gritó con todas sus fuerzas. Esto causó que Guio frenara su caída, estirando sus manos y pies y como un gato saltara sobre esta sombra, rompiendo sus colmillos con un golpe. Dio una media luna, quedando en posición de ataque. Su aura de energía reapareció, junto con un lazo de oro con el que atacó a una de ellas, enrollándola en su cuerpo. Se podría decir que se la enrollo como una boa; la jalo apretando el lazo de luz hasta que la sombra explotó en mil pedazos… Las otras dos, maldiciendo, empezaron a atacarlo, esta vez con garras y colmillos; chocaban contra el guerrero, quien les daba con todo, tratando de acabarlos antes de que se recuperara al que le rompió los colmillos. Pues ya era muy difícil contra dos de estos seres; de seguro contra los tres perdería la batalla. Aprovechó una fracción de segundo para ver a Luisa, la cual se encontraba tumbada, rezando y llorando, con tantas lágrimas que sus ojos ocres parecían azules como el mar de su tierra natal, de Grecia. ¿Acaso ella era la diosa griega que le habían profetizado que sería su gran amor? Las sombras lo atacaron una y otra vez, hasta que gruñeron con mucha fuerza, sacando varias manos, muchas garras afiladas con las que atacaban y agarraban a Guio. Poco a poco su brillante coraza se disolvió, quedando a merced de las bestias. Recordó su infancia, su familia, la liga de los guerreros de la luz, de cómo una tragedia acabó con los primeros y lo llevó a los últimos; miró a Luisa, quien seguía rezando. Ella sintió su mirada y también se fijó en sus ojos donde pudo ver que la esperanza se terminaba; ella desesperada le propuso: —¿quieres ser mi novio? —Sí, por supuesto que sí—, contestó su caballero, reincorporándose a pelear de nuevo con su aura y con una espada en cada mano, lanzando sus ataques, cortando manos y garras. Hasta que un angustioso grito de Luisa lo hizo desconcentrarse a la vez que sentía algo que le entraba por la espalda y le salía por el pecho. En efecto, la sombra con los colmillos rotos se reincorporaba a la pelea para darle fin, atacándolo a traición. Ella impotente observó cómo Guio cayó de rodillas y la sombra que se encontraba en el suelo se transformó en un gran puñal que los otros blandieron con rumbo a su cabeza y a escasos milímetros de su garganta, a donde él incluso pudo sentir el viento cortante, pero se detuvo y una luz los cegó por unos segundos… Luisa, que estaba a unos metros a medida que su vista se contrastaba, pudo ver a un hombre muy fuerte, vestido con un traje blanco de símbolos similares a los de Guio, quien con una gran espada de luz detenía la de esos seres y su cara sonriente que la saludaba: —Hola, Luisa; disculpa mi tardanza. Era nada menos que Luis, quien, aunque se veía mayor de lo que le recordaba, aún su sonrisa era como el sol del amanecer, tan hermosa que le quitó la angustia, haciéndola que sacara su bella risa que fue opacada por una de las sombras que articuló: —Pamplinas, eso no significa nada para nosotros, solo que es otra presa más para devorárnoslos, carne fresca. —Desde luego, puedan que tengan razón, trío de cretinos—, les contestó Luis, —tal vez no pueda con ustedes, pero al menos lo intentaré. ¿Qué más puedo hacer contra ustedes?, excepto quizás ganar tiempo para que amanezca o a que lleguen mis refuerzos. —Espera, compañero, puede haber otra opción—, era Guio quien se levantaba apoyándose en el hombro de Luis, —por favor, invócame una espada de luz y peleemos hombro a hombro contra estos esbirros. —Así será, —contestó Luis a la vez que hacía los pasos mágicos y luego unía sus palmas creando una barra de luz, entregándosela, proclamándole: —los derrotaremos, eres increíble, supuse que no podrías levantarte. Guio, recibiéndola, le contestó mirando a Luisa: —Por supuesto que sí, ahora por fin tengo una razón para vivir. —¡Vamos a romper átomos! —exclamó Luis, embistiendo con su espada a las sombras, quienes se hincharon, atacando con muchas garras. El sonido de espadas contra garras se prolongaba en el bosque, alertando a las criaturas de allí, quienes ya estaban cerca, desapareciendo aún más la lejana posibilidad de que se pudieran salvar por el amanecer. —Solo tenemos una posibilidad, que es tratar de generar un portal—, propuso Guio a Luis, mientras blandía su espada, aunque sería difícil que esas sombras los dejaran aún si se lanzaran por un abismo inexistente. —No considero que podamos, tal vez tenemos que luchar hasta que venga mi maestro; él dijo que no se demoraba. —Ojalá que para cuando llegue solo encuentre nuestros restos. —Mejor ríndanse; prometemos que no sufrirán mucho—, pronunció una sombra. —No hables por mí —conversó otra sombra—; yo disfrutaré devorándolos lentamente. —Igual no tiene salida, les ganamos, les superamos, en número—, mencionó la sombra entre balbuceos con sus colmillos rotos. —Tal vez tengas razón, ustedes son muchos, por eso se llaman «legión»—, sonó una voz retumbante. —Por eso llegue para igualarlos. Seguimos siendo menos, pero ciertamente somos más poderosos. —¡Maestro Marco! —gritó Guio, —usted siempre tan oportuno. —Ojalá hubiese llegado antes—, agregó Luis, lanzando estocadas a la sombra sin colmillos que ahora lucían preocupados. —Diantres oscuros, llegó un héroe de verdad, uno de los mejores; tal vez ya no tengamos oportunidad. —Se equivocan, enjendros, si la tienen y mucho, sus ejércitos están por llegar, puedo sentirlo hasta en los huesos—, les mencionó Marco en voz alta para que todos escucharan. —Así que me la jugaré el todo por el todo, haciendo una poderosa técnica que de seguro utilizará toda mi energía, mientras ustedes compañeros invocarán un portal que nos lleve a los cuarteles, ¡ahora! —diciendo esto aplaudió fuerte, pronunciando «¡ji-u!», y de él salió un resplandor brillante que ilumino el bosque y arrumo a las sombras contra el horizonte.
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