Capítulo II

2317 Words
Sophie tomó su mano y el contacto le hizo erizar la piel. Se levantó y soltó su mano para caminar hasta la puerta. Él abrió la puerta y la invito a salir primero. Recorrieron el pasillo en silencio hasta llega a la puerta de su oficina, estaría a tres puertas de su jefe.   - Creí que estaría en el piso de los consultorios junto a los demás médicos —Expresó Sophie confundida. - Sí, así será —Álvaro abrió la puerta y la invitó a entrar— Pero ese piso está en mantenimiento, por lo tanto, estará acá hasta que terminen. - Entiendo —Al entrar, visualizó una amplia ventana que dejaba ver el centro del edificio con su magnífico jardín— Tiene una hermosa vista desde aquí arriba —Sophie se acercó al vidrio para ver mejor— ¿No le parece? - Sí, supongo —Él permaneció de pie junto a la puerta y ella supo la razón de las extrañas ventanas en su oficina— La dejaré para que acomode sus cosas o se familiarice con el entorno. En el primer cajón de su escritorio está el directorio interno de la clínica y si necesita algo, pregunte a Yulitza. Que tenga buen día —Habló casi sin respirar y sin más, salió de la oficina.   Sophie tomó aire y miró de nuevo por la ventana. Le parecía que el jardín era hermoso y sus diversas tonalidades verdes le generaban una sensación de paz. Recordó que debía familiarizarse con su oficina provisional y regresó su atención a ella.   - Bien —Dio una palmada— Hora de acomodar las cosas que necesitaré tener a la mano.   Sacó de su mochila un par de libros y se topó con los documentos que debía entregar en recursos humanos.   - ¡Si seré burra! —Se dijo a sí misma— Olvidé entregarle a Yulitza esto —Buscó en el cajón del escritorio el directorio y buscó el que correspondía a la dirección, marcó el número y esperó. Al tercer tono respondieron. - Directiva, buenos días —Se escuchó. - Hola señorita Yulitza, soy la Doctora Calima, olvidé entregar los documentos en recursos humanos ¿Sabes si la señorita Villanueva llegó? - Déjeme revisar el sistema y le aviso ¿Está bien? - Sí, claro —Yulitza terminó la llamada y luego de unos minutos, tocaron la puerta. - Adelante —Sophie trataba de reorganizar su oficina moviendo de lugar el sofá. - ¿Doctora Calima? —Yulitza no veía a nadie. - Aquí estoy señorita Yulitza —Sophie estaba detrás de la puerta. - Por favor, sólo dígame Yulitza o Yuly, como mejor le parezca —Cerró la puerta detrás de sí y se ofreció a ayudarle a mover el sofá— ¿Por qué movemos de lugar el sofá? —Dejaron el sofá en el nuevo sitio. - Caprichos de mi personalidad —Encogió sus hombros y colocó sus manos en la cadera— No me gusta que los pacientes estén a la vista de las personas cuando se abre la puerta. - Entiendo —Miró alrededor y ladeó la cabeza un poco confundida— ¿Moviste el escritorio también? - Sí, no quiero perderme la maravillosa vista del jardín —Se sentó en su silla— ¿Llegó la señorita Villanueva? —Agarró la carpeta que había puesto sobre el escritorio. - Si, ya llegó pero me pidió que recibiera tus documentos porque está en una entrevista. - Está bien —Entregó la carpeta, se reclinó sobre su asiento y antes de que la chica abandonara su oficina le hablo— ¿Yuly? - Dígame - ¿Las oficinas de los consultorios tienen ésta vista? —La chica se acercó a la ventana y señaló hacia abajo. Sophie se levantó de su asiento para visualizar el lugar que señalaba. - Las oficinas se encuentran en el ala Este del edificio —Apuntaba hacia abajo— Es en el piso cuatro. Su oficina, por desgracia, tiene vista para el otro lado. - Es una lástima —En su cara podía notarse su decepción. - Podría hablar con el Señor De la Vega para que la ubique en una oficina con vista al jardín. - ¿Harías eso por mí? —Su mirada brillaba ilusionada. - Sí, además, ya es tiempo de que los demás también disfruten de la vista ¿Cierto? - Sí, es muy bella - Bien, en cuanto tenga la oportunidad, se lo haré saber al Señor De la Vega —Yulitza caminó a la puerta— Hasta luego, si me necesita o necesita algo, no dude en llamarme. - Gracias Yuly.   Apenas la chica salió, Sophie quedó pensando en su jefe. Aún tenía esa sensación extraña de conocerlo pero no lograba recordar el lugar o la ocasión. Sabía que no podía ser de los medios porque ella muy poco prestaba atención a eso, tampoco podía ser de la clínica porque ella nunca había estado allí antes así que su curiosidad siguió aumentando a tal grado que decidió llamar a su madre. Ella podría, tal vez, proporcionarle algún indicio porque ella estaba más al pendiente de los medios sociales. Sacó el teléfono de su bolsillo y activó la llamada.   - Hola mamá —Su tono no era de alegría, no tenía un gran afecto por sus padres— ¿cómo te sientes hoy? - Hola Sophie —Su madre se escuchaba un poco contenta y Sophie sabía que ella no había hablado con su madre desde hacía tres meses— Me siento bien, me da gusto escuchar tu voz. Cuéntame ¿Qué te aflige? —Sophie suspiró pesadamente, su madre siempre reconocía sus estados de ánimos aún desde la distancia. - Mamá, ¿El apellido De la Vega te suena o te recuerda algo? —Escuchó a su madre toser— ¿Estás bien? - Si Sophie —Tosió de nuevo— Estoy bien, no es nada, solo fue el agua que subió a la nariz —Sophie no le creyó. - Está bien —Prefirió dar por terminada la conversación— ¿Sabes algo? Iré a verte apenas salga del trabajo - ¿Trabajo? - Si, luego te cuento —Terminó la llamada antes de que su madre hiciera más preguntas. Al retomar su asiento, giró la silla para mirar por la ventana. Alguien tocó a su puerta— Adelante —Esperaba que fuese de nuevo Yulitza. - Hola de nuevo, Doctora Calima —Sophie sintió un vuelco en su corazón al escuchar la voz. Giró para mirarlo. Álvaro entró con cautela, como si algo lo perturbara pero no se acercó a su escritorio— Perdón, olvidé llamarla Sophie. - Hola, Señor De la Vega —Se levantó de su silla y lo invitó a sentarse en el sofá— ¿Le sucede algo? - Por favor, dígame Álvaro —Se sentó tratando de evitar la vista a la ventana— Si me pide que le llame por su nombre de pila, lo ideal sería que usted también lo haga ¿No lo cree? - Muy bien, Álvaro —Se sentó a su lado procurando mantener una distancia prudente— ¿Puedo ayudarlo en algo? - Yo… —Su mirada se fijó en la pared y no dijo nada más. - Señor De la Vega, perdón, Álvaro, ¿Se siente bien? - Si —Miró sus manos mientras las movía en sus piernas— No —Su mirada buscó la de Sophie y por alguna extraña razón, se sintió más tranquilo— Desde que mi padre fue asesinado, no he podido superar mirar al vacío. - ¿Acrofobia? - Si —Murmuró, sin dejar de mirarla— Para que lo entiendas mejor. Mi padre fue lanzado por la ventana de su oficina, la que es mi actual oficina —Sophie entendió la razón de las ventanas altas— Cuando llegué a ella, miré por la ventana al vacío buscando el lugar donde cayó mi padre, en unos segundos, comencé a sentir vértigo, todo comenzó a girar y en mi estómago se formó un nudo aunado a una rara sensación de ser atraído por el vacío. Desde entonces, evito estar cerca de una ventana mientras esté en el edificio, siento que el suelo me empuja hacia ella. - Entiendo. - Quisiera que me ayudara con mi… —Buscaba la palabra correcta para decir— trauma. - Será un placer ayudarle, Señor De la vega - Álvaro, no me gusta que me trate con formalismos —Sophie sonrió— Pero, antes de eso, quisiera hacerle una pregunta. - Dígame. - ¿Nos hemos visto antes? —Álvaro entrecerró los ojos tratando de adivinar lo que ella diría— Es que no dejo de sentir ésta “familiaridad” con su rostro. - Para ser sincera —Acomodó un mechón de su cabello detrás de su oreja— Tengo la misma impresión. - Curioso ¿No lo cree? - Sí, lo es. Tal vez nos vimos alguna vez en algún sitio. —Sophie no pudo evitar detallar al hombre que tenía delante de ella.   Un hombre no muy alto, podía ver su cara frente a frente, así que debía tener por lo menos su misma estatura, tal vez un poco más alto por algunos centímetros. Su tez era morena, su rostro carecía de barba o bigote pero sus brazos estaban poblados de vellos gruesos y negros. Se sintió tentada a tocarlos, era su pequeño “fetiche” y sentía curiosidad por saber en qué otras partes de su cuerpo tendría más.   Sacudió su mente de esa idea y centró de nuevo su atención en él. La miraba con una mirada extraña, como si ella hubiese realizado alguna expresión con su rostro. Imitó su mirada y él sonrió.   - Disculpe —Dijo él— Admito que aún siento curiosidad por saber quién eres o de dónde te conozco. - No es nada —Dijo ella mirando su reloj y levantándose del sofá— Debo excusarme, mi madre me necesita y debo ir a verla. Regresaré luego del almuerzo. - Está bien —Se levantó del sofá y caminó a la puerta— Yuly le entregará su horario de trabajo, antes de irse, por favor, retírelo. - Lo haré —Álvaro salió y ella buscó su mochila para ir a encontrarse con su madre. Ella debía responder algunas preguntas.   Salió de la oficina y se acercó a Yulitza. Ella, al verla, le extendió una hoja y le regaló una sonrisa. Agradeció y abandonó el lugar. Abordó el primer taxi que vio; tenía prisa por ver a su madre antes de que pudiese evitarla, debía acorralarla.   Al llegar al lugar, pagó al taxista y bajó. Miró el edificio y frotó su mejilla, al recordar la última pelea con su padre.   ******************************   - Siempre quieres tomar decisiones por mí —Sophie estaba alterada— No me haré cargo de tu maldita empresa. Entiéndelo de un… —No alcanzó a decir nada más, su padre la interrumpió dándole una bofetada. - ¡No me faltes el respeto muchacha insolente! —Su voz retumbaba dentro de la oficina— Quieras o no, es tu legado y seguirás con ella hasta que te mueras. - Pues me moriré antes que tú —Apenas terminó de hablar, salió de la oficina cerrando la puerta con fuerza.   ******************************   De regreso a la realidad, Sophie miró su muñeca izquierda. Acarició la cicatriz que recorría su antebrazo desde la muñeca hasta casi llegar a la parte interna del codo. Sintió un escalofrío que la hizo estremecer. Espantó los recuerdos, acomodó su chaqueta y entró decidida a enfrentar a su madre hasta que le dijera la verdad. Subió las escaleras hasta el segundo piso y buscó la oficina principal. Le pareció extraño no ver a la secretaria pero pensó que tal vez estaría en otro lugar. Tocó la puerta y escuchó una voz que le indicaba que entrara. Lo hizo y encontró a su madre ligeramente sentada en el escritorio, parecía esperarla.   - Hola mamá —Murmuró casi en un hilo de voz— Necesito respuestas. - Cariño… - Solo limítate a contestar mis preguntas ¿Sí? —Soltó molesta. Su madre la miró y asintió— Dime ¿Quiénes son los De la Vega? —La mujer tragó saliva y la invitó a sentarse. Sophie se sentó frente a ella. - Los De la Vega son accionistas de ésta empresa —Sophie la miró confundida. - ¿Armas un drama sólo porque son unos simples socios? —Llevó una mano al tabique de su nariz y cerró los ojos. Comenzaba a perder la paciencia. - No son unos “simples” —Dibujó comillas en el aire— socios como tú crees —Rodeó el escritorio y tomó asiento en su lugar— Ellos son… —Hizo círculos con sus manos intentando encontrar la palabra adecuada— accionistas mayoritarios de ésta empresa, literalmente del 85% y… —Tomó aire e intentó continuar pero no pudo hacerlo. - ¿Y qué? —Demandó Sophie, casi rechinando los dientes. - Y su hijo —Llevó una mano a su boca y mordió una de sus uñas— será tu marido cuando él lo decida. - ¿Disculpa? —Dijo incrédula— Repite eso último, es que no te escuché bien. - Desde niña, estas comprometida con el hijo de los De la Vega —Sophie tomó aire y apoyó sus manos en los reposa brazos de la silla sujetándolos con fuerza. - Es decir, que YO “estoy” comprometida y ustedes nunca me lo dijeron y, dicho sea de paso, soy la prometida de nada más y nada menos que Álvaro De la Vega ¿Correcto? —Su madre asintió— No, tú estás loca. Él es mi jefe, trabajo para él en su maldita clínica. Solo soy eso, una maldita empleada.
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