PALERMO, ITALIA.
Alessandra se quedó rígida.
El ruso se acercó a ella luego de arrastrarla a las afueras del club. Parecía demasiado fresco ante la idea que llegara la policía. Sujetó a la italiana por la barbilla y después puso su dedo en la parte baja del ojo, justo donde debía estar una ojera, y lo afirmó para poder verle mejor la pupila.
—¿Sabes lo que iba a hacer contigo? ¿No?
—No me regañes. Deja que mi padre haga eso.
—No estoy para regañarte, italiana. En estos momentos estás dopada y el alcohol no lo hace mejor. ¿Te metes esta mierda constantemente?
La mujer se apartó y golpeó su mano para que dejarla de tocarla. ¿Acababa de llamarla drogadicta? Su rostro ofendido no pasó desapercibido pero el rostro severo de Kadyrov no cambió, aunque estaba divertido por la expresión
