SEMPITERNO| CAPITULO 75| KEMEROVO III

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MOSCÚ, RUSIA. Yeva estaba dormida. La cama que encontró en la cabaña no era un camastro, sino una cama pequeña, cómoda, que le alegró la noche. Antes de cerrar sus ojos, escuchó el bramido de los lobos del Glavnyy y sus aullidos a distancia, pues aunque entraron con él, en cuanto su amo se ocupó, salieron para disfrutar el aire de Siberia. Koshmar y Krovik disfrutaban estar en Kemerovo, después de todo, fue la ciudad que los vio nacer. Los bosques rojos acompañaron a la lobezna que los dio a luz y aunque la naturaleza los reclamaba como animales, había mucho más de familia en los lobos, que en los mismos humanos. Los lobos estaban establecidos en manadas fuertes, que tenían un macho y una hembra alfa. La carencia de una manada no hizo meya en Koshmar ni Krovik porque fueron hasta cie

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