KEMEROVO, RUSIA. Siempre te he mirado a ti. Yeva alargó su mano. Jasha no se movió y dejó que esos afables dedos le acariciaran el rostro. Descendió por su barbilla y recorrió la cicatriz que tanto le molestaba pero que a Yeva le parecía sexy. Lo hacía ver muy intimidante. Sus ojos le advirtieron que no debía seguir haciendo eso, así que apartó sus dedos del rostro del hombre. El hombre se incorporó y dejó el ungüento en su lugar. —Dile a la Kadyrova que estás enferma. Parece tenerte en alta estima y supongo que te dará el día libre para que puedas descansar ese doblón. Te ayudaré a ir a tu habitación si así lo quieres. Ella asintió. —Gracias, pero intentaré hacerlo sola. —Como quieras—respondió tajante viendo como la chica intentaba incorporarse y bajaba de forma delicada d