Narra Matheo
Mientras estacionaba mi auto en el estacionamiento subterráneo, mi teléfono empezó a sonar. Era Levan.
—¿Estás bien?— preguntó.
—Sí. ¿Dónde estás?
—En tu casa.
Bajé y cerré la puerta de golpe.
—Llegaré enseguida—me dirigí hacia el ascensor privado que me llevó hasta mi departamento. Las puertas se abrieron—¿Qué estás haciendo aquí?—pregunté arrojando la llave de mi auto sobre la mesa auxiliar.
—Escuché sobre lo que pasó —comenzó.
Me detuve, un poco molesto. Esto con Fabiola me tenía nervioso y cada vez me resultaba más difícil mantener los estribos.
—¿Por qué te informan de mis movimientos?—él frunció el ceño.
—¿Quieres relajarte? Nadie te está vigilando, pero este es un momento difícil y mientras me voy, sigues siendo mi hermano y necesito estar seguro de que es
