Narra Matheo
—¿Cómo te atreves a tocarme?—ella jadeó.
—A ti también te encantó. No soy el único que está ebrio. Estás tan enojada como yo.
—Tengo una excusa. Estoy borracha. ¿y tú?—luego se alejó de mí y salió corriendo de la habitación.
Golpeé la pared y agradecí el dolor. Mi respiración era rápida y fuerte. Intenté calmarme, pero nada podía hacerme bajar del subidón que acababa de explotar en mi cerebro. La deseaba, con una ferocidad que parecía que tarde o temprano me volvería loco.
No podía decir cuánto tiempo permanecí allí, pero de repente escuché sus pasos corriendo hacia abajo desde las escaleras. Cerré los ojos y oré por fortaleza. Ella jugaba conmigo como lo hace un gato con un ratón. Aquí libertad, lo siento, no. Aquí un placer, lo siento, no. Aquí el cielo, lo siento, no.
