Narra Fabiola —¡Fabiola!—salté ante la llamada repentina y levanté la vista de la pantalla del escritorio que había estado mirando—¿Terminaste con el correo electrónico?—preguntó Briana—.Están esperando una respuesta. —Mmm…—miré hacia la bandeja de entrada abierta en mi pantalla y me moví para revisarla—.Lo haré ahora. —¿Qué?—ella gimió—.Has estado mirando tu pantalla desde que la envié hace casi diez minutos. ¿Dónde está tu mente? —Lo siento. Estoy en ello. Rápidamente vi las variaciones de piedras para el brazalete de nuestra línea e hice lo mejor que pude para concentrarme. Briana se levantó de su escritorio abarrotado y se acercó a la ventana que daba al ajetreado parque de la zona al final de la tarde. —Me gusta la esmeralda, le da un toque interesante a los dijes, pero el cor