Narra Fabiola Lo miré en estado de shock. No podía creer que acababa de decirme que no me ayudaría incluso si eso significaba que mi padre me mataría. Los ojos fríos e insensibles de Matheo le devolvieron la mirada y, de repente, el mundo entero desapareció. El aire entre nosotros crujió por la tensión. Luego su mirada se posó en mi boca. Y de repente mi corazón dejó de latir. Algo más empezó a infectar mi sangre, corriendo por mis venas como veneno. No era odio, furia o asco, era… pura locura. Me quedé congelada mientras algo en lo profundo de mi vientre se despertaba y abría los ojos. No, no puede ser. No para él. Él era el enemigo. Sería una traición impensable a Ana. Él era su asesino. Un monstruo. Sentí como si me estuviera asfixiando. Sin pensarlo, me puse de pie y corrí. Mi cabez