Narra Fabiola —¡Cálmate!—dijo, entrecerrando los ojos. La sangre parecía correr por mis oídos, mi pecho palpitaba y mis manos temblaban. Mi pecho se sentía tan apretado que simplemente respirar era una hazaña. Mi visión se volvió borrosa. —Fabiola— me llamó y me sacudió—.Mírame— dijo, su pecho presionado con fuerza contra el mío—.Ella está bien—me dijo—.Ella esta bien. Ella no tiene ningún valor para ellos. No tienen ningún interés en ella. Miré fijamente sus ojos duros y sentí que una fría calma comenzaba a invadirme. Incluso cuando mi teléfono sonó, sonó como si viniera desde una gran distancia y sin urgencia. Fue sólo cuando Matheo me lo tendió que recobré el sentido y lo agarré, mi corazón casi se dio por vencido cuando vi que era Briana. —¿Dónde estás?— casi grité. —Todavía es