Todo lo que sucede conviene (Irina) Desde el primer segundo, cuando me levanté del piso, sentí el dolor tan terrible. Por eso me apresuré a entregarle la llave del auto. Por mi mente solo pasaron ideas de que ahora me dejaba por quedar chueca y hasta coja. La comodidad de los asientos del auto me alivio un poco, pero lo veía tan emocionado conduciendo por la avenida y decidí aguantar el dolor. No sé cuánto tiempo había pasado y su rostro estaba enardecido de felicidad. Sin embargo, de un momento a otro su expresión cambio, y empezó a decir que había que devolver el auto. Pensé que nada más sería una pataleta, pero al parecer estaba hablando con firmeza. Me llevó a una clínica porque le comenté que el dolor se estaba intensificando. Y entonces vi que se conmovía más por mi salud que p