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Una Vez Abandonado (Un Misterio de Riley Paige—Libro 7)

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“¡Una obra maestra del género de thriller y misterio! El autor hizo un buen trabajo desarrollando a los personajes psicológicamente. Los describe tan bien que estás en sus mentes, sientes sus temores y te alegras por sus éxitos. La trama es muy inteligente y el libro te mantendrá entretenido de principio a fin. Este libro te mantendrá pasando páginas hasta bien entrada la noche debido a sus giros inesperados”.

--Opiniones de libros y películas, Roberto Mattos (Una vez desaparecido)

UNA VEZ ABANDONADO es el libro #7 de la serie exitosa de misterio de Riley Paige, que comienza con UNA VEZ DESAPARECIDO (Libro #1).

Cuando la agente especial Riley Paige finalmente decide tomar un muy merecido descanso del FBI, una petición de ayuda llega de la persona menos pensada, su propia hija. La mejor amiga de April está devastada por la muerte de su hermana, una estudiante del primer año de la Universidad de Georgetown. Peor aún, está convencida de que el suicidio fue montado, y que su hermana fue asesinada por un asesino en serie.

Riley empieza a investigar el caso a regañadientes, solo para descubrir que otras dos chicas de primer año en la Universidad de Georgetown se suicidaron de la misma forma grotesca, ahorcándose. A lo que se da cuenta de que algo más podría estar sucediendo, acude al FBI. El caso lleva a Riley a las profundidades del campus privilegiado de una de las universidades más prestigiosas del mundo y dentro del mundo inquietante de las familias adineradas y motivadas que empujan a sus hijos al éxito. Luego descubre que este caso es mucho más retorcido de lo que parece, y que podría estar cazando al asesino más psicótico de toda su carrera.

Un thriller psicológico oscuro con suspenso emocionante, UNA VEZ ABANDONADO es el libro #7 de una nueva serie fascinante, con un nuevo personaje querido, que te dejará pasando páginas hasta bien entrada la noche.

El Libro #8 de la serie de Riley Paige estará disponible pronto.

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PRÓLOGO
PRÓLOGO Tiffany ya estaba vestida cuando su mamá la llamó del piso de abajo. “¡Tiffany! ¿Estás lista para ir a la iglesia?”. “Ya casi, mamá”, respondió Tiffany. “Bajaré pronto”. “Bueno, date prisa. Tenemos que irnos en cinco minutos”. “Está bien”. La verdad era que Tiffany había terminado de vestirse hace varios minutos, justo después de desayunar un delicioso waffle con mamá y papá. Simplemente no estaba lista para irse aún. Realmente estaba divirtiéndose viendo unos videos cómicos de animales en su teléfono celular. Hasta ahora había visto a un pequinés haciendo skateboard, un bulldog subiendo una escalera, un gato intentando tocar una guitarra, un gran perro que perseguía su cola cada vez que alguien cantaba una canción infantil y una manada de cientos de conejitos en estampida. Ahora estaba viendo uno que realmente la estaba haciendo reír. Una ardilla seguía intentando entrar en un comedero para pájaros a prueba de ardillas. Cada vez que se le acercaba, daba vueltas y la lanzaba al aire. Pero la ardilla estaba decidida y no se daba por vencida. El video siguió haciéndola reír hasta que su madre gritó de nuevo. “¡Tiffany! ¿Tu hermana vendrá con nosotros?”. “No creo, mamá”. “Ve a preguntarle, por favor”. Tiffany suspiró. Tenía ganas de responderle: “Ve a preguntárselo tú”. En cambio, dijo: “Está bien”. Su hermana de diecinueve años de, Lois, no había desayunado con ellos. Tiffany estaba bastante segura de que no tenía ninguna intención de ir a la iglesia. Le había dicho a Tiffany ayer que no quería ir. Lois había estado haciendo cada vez menos cosas con la familia desde que comenzó la universidad en el otoño. Regresaba a casa casi todos los fines de semana, y en días festivos y descansos, pero se la mantenía sola o con amigos, y casi siempre se despertaba tarde. Tiffany no podía culparla. La vida en el hogar de los Pennington era demasiado aburrida. Y la iglesia aburría a Tiffany más que cualquier otra cosa. Con un suspiro, detuvo el video y salió al pasillo. El dormitorio de Lois estaba en el otro piso. Era una habitación lujosa que tomaba la mayor parte del ático. Hasta tenía su propio baño privado ahí arriba y un clóset enorme. Tiffany aún estaba atrapada en el pequeño dormitorio en el segundo piso que había sido suyo desde siempre. No le parecía justo. Esperó heredar el dormitorio de su hermana cuando se fue a la universidad. ¿Por qué Lois necesitaba todo ese espacio ahora que solo estaba en casa los fines de semana? ¿No podían intercambiar habitaciones? Se quejaba por ello a menudo, pero a nadie parecía importarle. Se detuvo en la parte inferior de las escaleras que conducían al ático y gritó. “¡Lois! ¿Vendrás con nosotros?”. No obtuvo ninguna respuesta. Puso los ojos en blanco. Esto sucedía a menudo cada vez que tenía que buscar a Lois por una cosa u otra. Subió las escaleras y tocó la puerta de la habitación de su hermana. “Lois”, gritó otra vez. “Vamos a la iglesia. ¿Vendrás con nosotros?”. Lois no respondió. Tiffany movió sus pies impacientemente, y luego tocó otra vez. “¿Estás despierta?”, preguntó. Nada. Tiffany gimió en voz alta. Lois podría estar dormida o escuchando música con auriculares. Sin embargo, lo más probable es que la estaba ignorando. “Está bien”, gritó. “Le diré a mamá que no vas a venir”. Tiffany comenzó a preocuparse a lo que hizo su camino por las escaleras. Lois había estado un poco cabizbaja durante sus visitas más recientes. No estaba exactamente deprimida, pero tampoco tan alegre como de costumbre. Le había dicho a Tiffany que la universidad era más difícil de lo había esperado, y la presión estaba afectándola. Papá estaba al pie de las escaleras mirando su reloj con impaciencia. Parecía listo para irse, vestido en un abrigo, un gorro de piel, una bufanda y guantes. Mamá se estaba poniendo su abrigo. “¿Lois viene?”, preguntó papá. “Dijo que no”, dijo Tiffany, mintiendo un poco. Papá podría enojarse si Tiffany le decía que Lois ni siquiera le había respondido. “Bueno, no me sorprende”, dijo mamá antes de ponerse sus guantes. “Escuché su carro tarde. No sé a qué hora llegó exactamente”. Tiffany sintió otra punzada de envidia cuando su mamá mencionó el carro de su hermana. ¡Lois tenía tanta libertad ahora que estaba en la universidad! Lo mejor de todo era que a nadie le importaba a qué hora llegaba a casa. Tiffany ni siquiera la había oído llegar. “Quizás estaba muy dormida”, pensó. A lo que Tiffany comenzó a ponerse su abrigo, papá dijo: “Se están tardando demasiado. Vamos a llegar tarde al servicio”. “Llegaremos con tiempo de sobra”, dijo mamá con calma. “Encenderé el carro”, dijo papá. Abrió la puerta principal y salió a zancadas. Tiffany y su madre se terminaron de abrigar rápidamente y lo siguieron. El aire frío golpeó a Tiffany. Aún había nieve en el piso de la nevada de hace unos días. Deseaba aún estar en su cama confortable. Era un día pésimo para salir. De repente, oyó a su padre jadear. “Lester, ¿qué pasa?”, le dijo mamá a papá. Tiffany vio a papá parado delante de la puerta del garaje abierta. Estaba mirando adentro boquiabierto. Se veía aturdido y horrorizado. “¿Qué pasa?”, dijo mamá de nuevo. Papá se dio la vuelta para mirarla. Parecía estar costándole hablar. Finalmente dijo: “Llama al 911”. “¿Por qué?”, contestó mamá. Papá no le dio una explicación. Entró en el garaje. Mamá comenzó a acercarse al garaje y, cuando llegó a la puerta abierta, dejó escapar un grito que dejó a Tiffany paralizada de miedo. Mamá entró rápidamente al garaje. Tiffany se quedó inmóvil por un largo rato. “¿Qué pasa?”, dijo Tiffany. Oyó a mamá sollozando. “Vuelve a casa, Tiffany”, dijo. “¿Por qué?”, respondió Tiffany. Mamá salió corriendo del garaje. Agarró el brazo de Tiffany y trató de voltearla para que regresara a casa. “No mires”, dijo. “Vuelve adentro”. Tiffany logró soltarse y corrió al garaje. Le tomó un momento darle sentido a todo. Los tres carros estaban estacionados allí. En la esquina izquierda, papá estaba moviendo una escalera torpemente. Algo estaba colgado de una cuerda atada a una de las vigas del techo. Era una persona. Era su hermana.

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