Decidí darle una nueva oportunidad a Maicol. Él, en realidad, me llamó para salir. Lo hizo con un tono muy dulce, tierno, romántico, poniéndole música en sus palabras, diciéndome bebita y esos recursos que siempre usan los hombres para convencernos a estar con ellos. Sin embargo yo cavilé bastante antes de aceptar, porque seguía convencida que él era demasiado egoísta y que no me estaba tomando en serio, tan solo como su muñeca de juegos, empero al final decidí retomar nuestra relación y tratar de llevar la fiesta en paz, como se dice popularmente.
Soy sincera de que a mí me gusta bastante Maicol porque es muy emotivo, sentimental, es divertido y distendido y muy hermoso, me derrite como a una mantequilla y me seducen sus brazos grandes, su miradita tan viril y masculina, su sonrisa dominante y avasalladora y me somete siempre con su encanto. Lo malo, como les cuento que es bastante egocéntrico y piensa que todos le debemos pleitesía, sobre todo yo, por ser su enamorada, le debía sumisión.
La pasamos muy bien, después de todo. Nos paseamos por varios mall y supermercados, entrando a tiendas, comprando helados, viendo las ofertas de ropas y vestidos y hasta me compré unos zapatos nuevos, que me gustaron mucho, abiertos, con hebillas y taco grande como los cientos que tengo en mi ropero, je.
-Parecen zancos-, echó a reír Maicol viendo el tamañote de los tacos.
-Así se usan ahora-, sonreí divertida.
Terminamos muy cansados, sentados en una banca. Me dolían los pies y estaba muy agotada y agobiada después de la intensa caminata por diversas calles, entrando y saliendo de tiendas, mirando y admirando ofertas por doquier.
-Hemos caminado como cinco horas-, le dije dándome aire con mis manitos. Me encontraba abochornada además porque hacía calor.
-Contigo no siento el tiempo-, me dijo él amoroso, besando mis mejillas, disfrutando de la lozanía de mi piel, acariciando mis manos, queriendo lamer mis orejas.
-¿Te acuerdas cuando nos conocimos?-, le pregunté mirándole dulcemente a los ojos.
-Un momento inolvidable-, sonrió él también.
Fue en el cumpleaños de una amiga en común. Yo había terminado con mi ex, Roger, y me sentía libre, contenta, suelta en plaza, en busca de nuevas opciones y estaba muy hermosa, con un vestido corto, entallado y sugerente, y llevaba los pelos revueltos y aleonados. Estaba arrebatadora, muy sexy y sumamente sensual. Bailé mucho con otros muchachos que hasta se peleaban para sacarme, cuando, de repente, tropecé con Maicol, de casualidad, sin darme cuenta.
-Uyyy lo siento-, me disculpé muy turbada porque le di un gran empellón. Le había chorreado, incluso, la cerveza que él estaba tomando con otros amigos.
Sin embargo, lejos de molestarte, Maicol, apenas me vio, repletó sus ojos de luces y su mirada se coloreó de fantasía, ternura, interés y romance. Estiró una larga sonrisa, amplia, varonil y se quedó imantando a mis pupilas, recreándose y admirando mis destellos y fulgores sensuales. Se imantó a mis cabellos revueltos y luego se recreó con mis pechos que se desbordaban en el amplio y sugerente escote que llevaba, deleitándose con el canalillo generoso y provocativo que exhibía el vestido.
No le hice más caso, y seguí bailando, pero Maicol ya estaba demasiado interesado en mí. Lo sorprendía, a cada momento, mirándome las sentaderas, las piernas, mis amplias caderas y no perdía ocasión de sonreírme, de mirarme a los ojos, y me hacía gestos como si fuera un consumado galán, un Don Juan empedernido o quizás, pensándose irresistible.
Justo, cuando me senté en una silla, muy cansada, agotada, después de haber bailado tanto, se me acercó él para invitarme a bailar.
-¿Me permite esta pieza?-, me dijo Maicol muy galante, haciendo una venia bastante varonil.
-Uyyy, joven, le dije, estoy cansada, me duelen los pies-
Pensé que él se iba a marchar, pero todo confianzudo, jaló una silla y se sentó a mi lado, sin despegar la mirada de mis piernas.
-Está bonita la fiesta ¿no?-, me dijo. Yo estaba azorada porque era demasiado atrevido contemplando afanoso mis pantimedias.
-Sí, está muy linda-, empecé a abanicarme con mi cartera de mano.
-Soy Maicol, pero me dicen Supermán-, echó él a reír.
-¿Súper mantenido?-, sonreí.
-Ahhhhh, echó a reír a carcajadas, no, eso no, ja ja ja, sino que soy fuerte y poderoso, eres muy ocurrente mujer-
-No me gustan los mantenidos-, alcé la nariz.
-Ni a mí que me mantengan-, se puso él en firmes.
Conversamos mucho y me empezó a gustar sus ojos, sus manos grandes, su alegría, su forma de ser distendida y además se le notaba inteligente, preparado y sobre todo muy galante pese a que sus ojos no dejaban de ver mi busto y sobre todo las piernas. Le encantaban mis muslos.
-Soy periodista-, le aclaré.
-Una carrera muy sacrificada-, me dijo luego de conseguir un vaso de agua para mí.
Al día siguiente me invitó al cine y estuvo en la puerta del diario desde una hora antes, bien arreglado con un peluche en las manos. Lo vi demasiado guapo y atractivo.
Nos besamos esa misma noche, con pasión, encono y vehemencia. Así empezó nuestra relación, es verdad, muy accidentada porque somos bastante disímiles, sin embargo sé que él no puede vivir sin mí y yo sin él, así de simple. Es lo que pensaba entonces.
-No sabes cómo quería bailar contigo esa primera noche-, me confesó Maicol acaramelado a mis labios.
-Sí ya había visto cómo me mirabas las piernas-, le aclaré.
Maicol se puso rojo. -No me puedes echar la culpa, tienes unas piernas muy bonitas-, echó él a reír.
-Tengo más cualidades que las piernas bonitas-, puse mis manos en su pecho.
-No lo dudo, al contrario estoy convencido de ello-, volvió a besarme con pasión, desarmándome y volviéndome a sumirme en la excitación porque, la verdad, los labios de Maicol tienen mucho fuego que, sumado a mis llamas, me volvía una inmensa antorcha.
-Lo que no me gusta de ti es que eres muy egoísta-, le disparé.
Maicol se incomodó. Arrugó la frente. -En eso tienes mucha razón, Roxy, no te he estado haciendo el debido caso a tus cosas, pero eso va a cambiar-, me subrayó.
-¿Aún lo de mi vida anterior?-, le pregunté.
Juntó los labios. -Sí, con el dolor de mi alma-, volvió a reírse.
-Es solo curiosidad, además, le recordé, fuiste tú el que me llevó contra mi voluntad donde el hipnotista-
Eso era verdad. Y Maicol tuvo que reconocerlo. Yo no quería y él me llevó literalmente a rastras. Entonces el único culpable de ese enredo había sido mi propio enamorado.
Nos fuimos abrazados, caminando sin prisa, volviéndonos a perder entre los concurridos pasadizos de aquel mall, riéndonos y haciéndonos bromas.