Capítulo 42

1102 Words
Los medios de comunicación se sostienen sobre tres grandes pilares en sus páginas: policiales, deportes, y espectáculos, en ese orden. Luego siguen política, internacionales, familia, amenidades y un largo etcétera, pero lo que más importa a los jefes es una buena cobertura a esas tres columnas principales. No se puede fallar, tampoco en ninguna de esas páginas esenciales. Una primicia en la competencia que nosotros no tenemos, equivale a una severa llamada de atención y hasta una suspensión. De la misma manera, conseguir una información exclusiva merece muchas felicitaciones y un suculento bono económico, je. Es por ello que los redactores de esas áreas nos esmeremos mucho para conseguir noticias diferentes al resto, tratar de sacarles ventaja y estar un paso adelante con las notas exclusivas, aquellas que nadie tiene. Yo empecé en el diario haciendo internacionales. Entré a El Cotidiano como practicante y Galarreta me destinó a buscar cables, navegar por el internet, ver las cadenas internacionales en la televisión y estar atenta a cualquier información importante que se sucediera en el mundo. A mí siempre me apasionó el internet, desde pequeña, y me aficioné tanto a buscar la vida de las celebridades, a encontrar datos curiosos, a tratar de descubrir si había vida en Marte o quién es el hombre más longevo del planeta, que me volví una experta en el buscador. Abría hasta diez ventanas a la vez, incluso entraba a las webs de los diarios del mundo, usaba los traductores para descubrir reportajes interesantes, o le daba click en noticias, y en herramientas, en el renglón de "cualquier fecha", ponía una hora y así estaba al tanto de lo que pasaba, casi justo al momento. Eso también hacía en el diario y cuando me pedían buscar noticias en la PC, yo ya tenía una amplia gama informativa, cubriendo de todo en el mundo entero, al momento, sin que me pase nada de nada, incluso ganándole la pulseada a los programas informativos de la televisión o de las otras webs y hasta a las misas agencias de cable, je. -Esta chiquita es muy buena con el internet-, le dijo Galarreta al jefe de recursos humanos y unos días antes de terminar mis prácticas, ya había firmado contrato con la empresa. Como era, además, muy versátil, inquieta, entusiasta y sobre todo amante de la adrenalina, me pasaron a la web del diario. -Ahora te encargas de todo-, me dijo Galarreta. Ese "todo" significaba que debía pasar el máximo de informaciones, en todas las áreas, a la página virtual de El Cotidiano, sobre todo lo que les decía líneas arriba: múltiples informaciones de policiales, deportes y espectáculos. Al pasar al tiempo, se implementaron, en la web, los noticieros en vivo. Ese era un gran desafío, el de competir con los portales de mayor envergadura, trascendencia y con mejor audiencia, real o virtual, que nosotros. Nos dieron celulares de última generación, tablets súper modernos y así salíamos al aire, en el mismo instante de la noticia, arriesgando, en muchas ocasiones, nuestra propia integridad, como les he relatado en otras ocasiones. Fuimos los primeros en brindar la noticia en vivo en las web. No era necesario grabar los videos, editarlos y subirlos a la página virtual, sino mandarlos así no más, tal igual lo hacen en deportes transmitiendo los partidos de fútbol en las r************* . Para eso teníamos un link donde bastaba darle click para estar al momento exacto de lo que ocurría. Se acondicionaron muchas ventanas y en cualquier momento, ¡click! estábamos transmitiendo, por ejemplo, un accidente, una entrevista, una requisa, una polémica en el parlamento o un entrenamiento de un equipo de fútbol. Al anterior jefe de la web, le gustaba mi carita dulce (je) y me puso en el noticiero de la mañana. No solo debía leer las noticias, sino que debía redactarlas, con todo lo que publicaba El Cotidiano en su edición en papel, y lo que había ocurrido en la madrugada. O sea debía transformarme en una mujer pulpo. Con el éxito de la web, entonces, El Cotidiano amplió sus noticieros, como ya les he contado, y, entonces, todas las chicas del diario debíamos estar preparadas para leer informaciones hasta en el momento menos pensado. Ese mediodía, por ejemplo, había cubierto en vivo la presentación de unos sicarios que habían ultimado a balazos a un oficial de la marina para robarle su móvil, cuando el jefe de edición, Guadalupe, me mandó a cubrir informaciones de un desborde del río Chillón. -No tengo botas-, me quejé, pero mi jefe era terco como una mula. -Te subes al auto y vas allá. Tú eres muy ingeniosa y ya verás cómo te las arreglas-, me dijo riéndose, jalándome del brazo y dándome un empellón. Era la temporada de lluvias en la sierra y el río aumentó su caudal, tanto que superó las barreras de contención e inundó un barrio entero. Cuando llegamos en la unidad del diario, las aguas corrían por todos lados, como víboras, avanzando a tropel por entre las casas, ante la desesperación de los vecinos. -Ya no podemos avanzar más, Roxana, el agua se nos viene encima-, se quejó el piloto de la unidad móvil. Tuve que bajar, entonces, del vehículo con mi móvil en las manos y salir al aire de inmediato. -¡Esto es un desastre! ¡El agua está entrando las casas!-, gritaba yo eufórica y frenética y no me daba cuenta que me había metido en medio del agua justo en medio de su furioso caudal. Mis botines, esos lindos con flecos que me gustaban tanto, mis medias rosaditas, con dibujitos de conejitos, mi jean rasgado y hasta mi blusa verde, la que tiene estrellitas, quedaron sumergidos bajo el agua mientras yo seguía informando de la terrible situación que enfrentaban los moradores por el desborde del río Chillón. Ya imaginarán cómo terminé, convertida en un estropajo, completamente mojada desde la cintura hacia bajo. Me retraté a mí misma con el móvil. -Esto que ven, señores, soy yo. He quedado así, completamente encharcada, por el desborde del río. Las aguas continúan discurriendo debido a que el caudal superó las barreras de contención y han entrado a las casas, estropeando los enseres de cientos de familias-, retraté en mi informe. -¿No les dije?-, le escuché sonreír en la línea a Galarreta, bien sentado en su silla giratoria, bebiendo su café, fumando un cigarrillo, comiendo galletas y sin despegar la mirada de la pantalla de su PC, -esta chiquita es muy buena en lo que hace- Pese a que estaba en el aire, no pude hacer otra cosas que reírme a carcajadas.
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