No pude escaparme de la parrillada que organizó Lisseth en la casa para pasarla bien con sus amistades. Por más que inventé excusas, intenté cambiar horarios con mis compañeros de trabajo y hasta fingir que estaba gravemente enferma, nada dio resultados y ni modo, resignada tuve que ayudarla, no solo en cortar la carne, sino también en freír y hacer muchos perritos calientes y chorizos porque los amigotes de ella parecían náufragos comiendo de todo y a montones, incluso sin respiro.
Pusimos la parrilla en el jardín e improvisamos una mesita para los ingredientes y cortar, allí, la carne en trozos. También acomodamos los casi cien panes que compramos en el supermercado. Mi papá nos ayudó cargando las gaseosas y los platos y vasos descartables. Mi mamá puso muchas bancas para los invitados y ayudó además en sazonar, con su magia culinaria, las frituras para que salieran sabrosas.
Vinieron casi como cien personas, creo hasta más. Muchos de ellos ni conocía y eso que Lisseth siempre me presentaba a sus amigos cuando llegaban a la casa a hacer las tareas de la universidad o para charlar en la estancia.
-Hola guapa-
-Qué tal amiga-
-Tú debes ser la hermanita mayor de Lisseth-
-Qué hermosa eres mujer-
-Tu papá debe ser hombre más celoso del mundo ja ja ja-
Ya ni recuerdo todo las cosas que dijeron cuando iban llegando como un implacable maremoto a la casa, saludando, haciendo bromas, empujándose y riéndose de cualquier cosa. Lisseth había acomodado parlantes y puso un usb de salsas que fue el deleite de todos. La música, en realidad, estaba súper buena y me daban, también, ganas de bailar. Movía mis caderas mientras cocinaba, disfrutando de los ritmos cadenciosos que había bajado mi hermana del internet.
Lo que no sabía es que Lisseth estaba con nuevo enamorado. Un tal Peter, un chico alto, delgado, pelo crespo, muy enrollado, mirada altiva, manos grandes y con una enorme cadena de oro colgándole del cuello. Parecía de esos gigantes de la NBA que veía, boquiabierta, en el canal de deportes. Se apareció de la nada, tomó de la cintura a mi hermana y la besó en la boca, largo rato, dejándome, literalmente, boquiabierta y sin reacción, con mis ojitos desorbitados y la quijada rodando por el pasto.
Luego Peter la estrujó a mi hermana igual a una muñeca, incluso sus manos acariciaron con desparpajo los muslos de Lisseth y al fin, después de un ratazo, por fin la soltó. Ella se saboreaba del besote y hasta la veía parpadear conmocionada de tan febril saludo apasionado.
-Peter, ella es mi hermana Roxana-, nos presentó. Guau, ese tipo parecía un edificio, con decirles que me dio hasta tortícolis cuando intenté buscar sus ojos, allá arribota, donde empezaba su cabeza,
-Ahhh, la periodista, sí, si te he visto en el internet, eres la relatora de noticias, eres muy guapa y tienes una dicción perfecta-, dijo Peter entusiasmado. Se inclinó para darme un beso a la mejilla. Me sentí un verdadero microbio a su lado.
-También hago informaciones para la web y la edición en papel de El Cotidiano-, le dije, pero eso pareció no importarle en absoluto. El tipo otra vez siguió besando y acariciando a mi hermana, por lo que quedé no solo desairada, sino sin apoyo en la tarea de freír y preparar los sanguches.
La multitud estaba desbordada en el patio de la casa. Se amontonaban por sus platos de fritura y a mí me faltaban manos para cortar los panes o acomodar la papa sancochada que habíamos hecho con Lisseth más temprano.
-No soy un pulpo-, reía yo, pero nadie entendía mis explicaciones. La gente pedían a gritos, de mala manera, incluso se arranchaban los sanguches que iba avanzando yo, a paso acelerado y acomodaba en una canasta cuando ya estaban listos, usando unas pinzas grandes.
Por fin, luego de un rato, se apareció Lisseth y me dio una manito y la multitud se fue dispersando, satisfecha, con sus planes y sanguches en las manos. Mi papá se encargaba de servir las gaseosas.
-¿De dónde lo conoces a ese chico?-, interrogué curiosa y celosa a Lisseth.
-Es amigo de un amigo, je-, se hizo ella la desentendida.
-Fíjate en lo que pasó con Rafa. Por no conocerlo bien, tuviste una mala experiencia-, le reclamé fastidiada.
-Ay no seas pesada, se molestó Lisseth, Peter es lindo-
Cuando al fin quedamos libres y mientras todos departían y bailaban, me acerqué al tal Peter. Él estaba sentado en una banca, con las piernas cruzadas, charlando animadamente con otros dos chicos a los que tampoco conocía.
-¿Qué estudias?-, le pregunté mirándolo fijamente, queriendo leer que había dentro de sus ojos.
-Ya terminé psicología. Estoy trabajando en una clínica mientras culmino mi especialización-, me contó él sonriente.
-Ah que interesante, el estudio del psiquis-, apreté los dientes.
-Quiero especializarme en psicología del adulto mayor-, me reveló entusiasmado.
-¿Alzheimer?-, me interesé.
-Hay muchas enfermedades relacionadas a la tercera edad, es una etapa muy difícil, sensible y compleja del ser humano-, me aclaró.
No estaba mal. Peter era un profesional muy centrado y parecía apasionado a su carrera.
-¿Cómo conociste a mi hermana?-, sorbí de mi vaso de gaseosa.
- En el cumpleaños de Cristina (una amiga de Lisseth, compañera de estudios de ella). Tu hermana es muy linda y encantadora-, me reveló.
-Y muy sensible también-, alcé mi nariz. Él se dio cuenta.
-No me gusta jugar con las ilusiones de nadie. Lo nuestro recién está en un comienzo, nos estamos conociendo, si no funciona nos daremos cuenta de inmediato. No soy de ese tipo de juegos y no quiero lastimar a tu hermana-, me aclaró, esta vez con el rostro fruncido.
Justo llegó Lisseth y se tiró a los brazos de su galán.
-¿De qué hablas con esta roba novios?-, echó a reír ella. Eso me turbó.
-Nada, tu hermanita solo quería conocerme-, dijo él y se deleitó besando por enésima vez los labios de mi hermana.
Quedé, literalmente, desairada.
Pero más desairada me sentí cuando, casi a la una de la mañana, todos se habían marchado, y Lisseth no aparecía por ningún lado. Tuve que recoger, solita, los trastes, las bancas, guardar la parrilla, tirar los platos y vasos descartables usados y me la pasé toda la noche barriendo el patio.
-Ella hace una parrillada y yo soy la que cocina, atiende a sus amigos y de remate tengo que recoger todo-, renegaba furiosa. Luego de un gran rato apareció Lisseth, riéndose, toda coqueta, igual como si flotara en una nube,
-Qué lindo es Peter-, decía extraviada en su viaje por las estrellas y el espacio sideral.
-Sí, parece buen chico-, le reconocí.
-¿Crees que le guste a papá?-, me preguntó haciendo brillar su mirada.
-Como te digo, parece buen chico, pero no debes ir de prisa-, le recomendé.
-Tiene un hermano, por si acaso-, me miró traviesa y pícara. Por suerte un vasito aún tenía gaseosa dentro y se lo tiré a ella.
-¡Idiota!-, renegó mi hermana y las dos nos trenzamos en una dura lucha, jalándonos los pelos, riéndonos como locas.