Capítulo 10

1097 Words
Luego de pasar varias noticias para la web y terminar mi trabajo, tras una jornada muy intensa, con variadas informaciones, todas muy atractivas, me dispuse a ir al cine, junto a María Fernanda, cuando Galarreta me volvió a gritar desde su oficina. -¡Villafuerte!- Ay qué cólera. Justo cuando ya me iba se le ocurrió al tipo, seguramente, alguna comisión. Me sentí mortificada, pero igual dejé mi cartera y fui a su oficina, renegando, con la cara de pocas amigas. -Llega Stuart Vásquez de Argentina para el amistoso de la selección. Quiero una nota de él para la web y le haces una central para la edición del domingo del diario-, me ordenó mirando su computadora. Fumaba un cigarrillo y tenía la cara arrugada. Qué hombre para pesado mi jefe, volví a mascullar para mis adentros. Marifé me miró desconsolada porque queríamos ver juntas la nueva película del churro Harrison Ford. -Comisión-, le dije divertida y malhumorada a la vez. Ella se alzó de hombros y decidió ir a casa desalentada. -Mañana vamos, entonces, no hay problema-, me dijo resignada mi amiga. Vásquez es futbolista. Triunfa en la Liga de Argentina, donde hace muchos goles, y es la esperanza de la selección y de la afición para las próximas eliminatorias. Me arreglé bien, descolgué mis pelos, me pinté la boca, me puse rímel y me coloqué unos aretes grandes. También coloreé mis mejillas y abrí dos botones de la blusa. Me pegué más el jean y luego, mirándome en el espejo, eché a reír. -¡Ole matadora!-, sonreí sintiéndome muy sexy y sensual. La espera fue larga y monótona, sin embargo, en el aeropuerto. El vuelo se retrasó y con los colegas de los otros medios nos tumbamos aburridos en las sillas de espera. -Roxana, la periodista sexy de El Cotidiano-, llegó el aburrido de Aponte, el periodista estrella del diario El Matutino, el más vendido en policiales y de espectáculo. -Hola Paco-, le dije cortante. Aponte me paraba afanando, estaba más templado de mí que cuerda de guitarra y en toda ocasión me acosaba con sus indirectas para salir y acostarnos. -¿No quieres pasarla bien mientras esperamos?-, se atrevió a decirme todo panudo. Lo miré con el rabillo del ojo. -Aquí estoy cómoda, gracias-, le dije. Al tarado de Gómez, de canal W TV, se le dio, como siempre, contar sus chistes estúpidos. -A una periodista de El Cotidiano le dicen cuadro nuevo-, disparó. Sin duda se refería a mí aunque en el diario trabajábamos ochenta mujeres. Restregué los dientes y tuve que seguirle el juguete. -¿Por qué le dicen así, Gómez?-, mascullé. -¡¡¡Siempre está lista para que la claven!!!-, gritó y todos rieron, menos yo, por supuesto . Maldonado, el reportero gráfico del diario deportivo Tiro Libre, se me acercó en cuclillas. Él también me afana y mucho, pero sus intenciones son más serias que Paco. Sueña con casarse conmigo. -Oye, Roxy, viene Leonel (el cantante de moda por el que todas las mujeres suspiramos), se presenta en el estadio, ¿vamos?-, me invitó acariciando mi manito que tenía colgando en el asiento, aburridaza. Yo ya estaba juntando un dinerito para ir al concierto. Estiré una risita. -¿No me bromeas?-, me interesé. -Contigo, nunca-, insistió él. ¿Qué le iba a decir? -Ya, pero no andes diciendo nada a nadie-, le supliqué. Sin embargo, Ponce se las olía. Arrugó la frente visiblemente celoso. -Tranquilo Maldonado, la chica ya tiene dueño-, lo amenazó mirando a los ojos. Pero no le hizo caso, igual, en cuclillas fue donde su reportera, la loca Daniela que no dejaba de mirar su móvil. Por fin llegó el tal Vásquez. Nos aupamos todos y corrimos hacia la salida de los vuelos internacionales. Nos amontonamos en las puertas y , como siempre, los gráficos y los camarógrafos, se daban de empujones y empellones y se maldecían unos a otros para conseguir las mejores imágenes. Aponte, Gómez, la loca Daniela y yo nos arrimamos para evitar los codazos y sus maldiciones. Y apareció el esperado futbolista, radiante, sonriente, enorme como un edificio. Se detuvo en medio del enjambre de móviles y micrófonos, contando sus experiencias, sus éxitos, sus sueños, sus aspiraciones y sus metas. Yo grababa todo y trataba de retener en mi cabeza las frases más impactantes de su cascada de respuestas para mi informe. Salí al aire en vivo en la web. -Ya está en Lima Stuart Vásquez, para sumarse a los entrenamientos de la selección con miras al amistoso con Colombia. Entre sus declaraciones dijo que espera hacer muchos goles con la divisa nacional y responder con éxito a las expectativas de la afición-, y de inmediato pasé el video que capté en el móvil. A Gómez le dio risa. -Siempre la primera que todos, mi amor-, me dijo cuando se marchaba a su canal. Me puse lívida. Después de mi despacho, esperé con los brazos cruzados, a que terminara sus trámites el futbolista para hacerle la entrevista que quería Galarreta. Todos los colegas ya se habían marchado. Quedé sola, jugando con mi lengua y con los tobillos juntos. -¿Tú eres Roxana Villafuerte?-, me dijo Vásquez marchando despacio hacia la salida del aeropuerto, jalando su maleta. -Sí, ¿cómo sabes?-, me emocioné de que me reconociera. -Veo siempre la web de El Cotidiano. Es buenaza. Y te veo en tus entrevistas, eres muy linda-, me fue diciendo. Yo estaba azorada, roja como tomate. Mordía mis labios y me jalaba el pelo frenética. Vásquez accedió a la entrevista, me respondió de todo, incluso me habló de sus gustos, sus virtudes y defectos, su forma de ser y que soñaba casarse... con una periodista. Tragué saliva. Sonó como un cañonazo. Sus hermanos estaban en la puerta. Lo abrazaron, llevaron sus maletas y él, dándose, de repente, vuelta me miró a los ojos fijamente. Mi corazón se alborotó y se puso tanto o más festivo que yo. -¿Podemos tomar un café, el miércoles a las siete, antes de ir a entrenar?-, me preguntó serio, con su rostro tan masculino que me hizo hervir la sangre en un santiamén. -Sí-, le dije hecha una tonta. -Bestial. Este es mi número, me das tu dirección al w******p y te recojo a las 6 en punto-, me anunció y ¡plop! me besó en la boca. Boquiabierta y parpadeando vi que se marchaba riendo a carcajadas con sus hermanos. Cuando recuperé mis sentidos, soplé fuego en mi aliento. -Demasiado pegado el jean, matadora-, me dije y estallé a reír solita.
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