En esos días, una información publicada en la web y en la edición impresa de nuestro diario, redactada por Marifé, tenía de vuelta y media al periódico y a toda la redacción, sobre todo a la plana mayor. Mi amiga había descubierto un grave escándalo de corrupción en el nuevo gabinete que incluía cohecho y colusión, además de un cuantioso gasto no justificado en las planillas y gastos del estado, que involucraba al personal que laboraba en palacio de gobierno así como también en diversos ministerios. La noticia se publicó en la central en la edición en papel del diario y de inmediato, desde la oficina donde despachaba el mandatario, pidieron una rectificación o de lo contrario demandarían a nuestro medio.
El destape de mi amiga era lapidario para el presidente.
Marifé, obviamente, estaba asustada por todo el escándalo mediático que se había desatado en el ambiente social y político del país, aunque confiaba en la certeza y veracidad de los datos que había publicado y que involucraban a numerosos ministros y funcionarios, incluso a potentados empresarios coludidos en pagos exorbitantes. De la fiscalía le aseguraron que habían ya investigaciones preliminares, al hallarse evidentes indicios de corrupción, y dijeron que el escándalo era mayúsculo.
Galarreta le subrayó a Marifé que tuviera cuidado porque seguramente intentarían hacerle daño de parte de los portátiles del mandatario.
-No creo que lleguen a tanto-, le dije yo resoluta para no asustarla. Sin embargo me equivoqué, porque esa misma tarde, cuando Marifé terminó su turno y se marchaba hacia su casa, fue embestida por una camioneta, cuando intentaba cruzar la pista. Por suerte ella saltó y logró salvarse de ser arrollada. Eso se vio en las imágenes grabadas por las cámaras de seguridad. ¡¡¡Habían tratado de matarla!!!
Ella regresó al diario temblando, empalidecida y llorando. -Han querido aplastarme con un carro-, nos dijo tumbada sobre mis hombros, llorando a gritos y temblando como una gelatina. No supe qué decirle. Galarreta furioso ordenó sacar un titular a todo lo ancho del diario: "No nos asustan".
Los ministros rechazaron de plano las acusaciones que se imputaban en su contra y es más, amenazaron entablar juicio por difamación a María Fernanda. La estrategia de amedrentamiento les dio resultado a ellos porque mi amiga estaba súper asustada, al extremo que ya no quería salir de su casa y hasta dijo que quería renunciar al diario.
-Estoy más segura debajo de la cama que en el periódico-, me decía ella cuando yo la llamaba a su móvil, queriendo saber cómo se encontraba.
Galarreta ordenó que Lahura, Sadrini y yo, escarbáramos entre nuestros contactos para ahondar más las investigaciones en torno a las denuncias presentadas por Marifé. -Busquen informaciones vinculadas a la corrupción, debemos acosarlos, ametrallarlos y no tendrán más remedio que confesar sus delitos-, nos dijo a todos, en su oficina.
Yo tenía buenos contactos en el ámbito político. Uno de ellos era el congresista Balarezo. Explosivo siempre, atrevido y eternamente a la ofensiva, acaparaba titulares en la prensa con sus declaraciones altisonantes, denunciando siempre, por cualquier cosa, al gobierno y a los ministros de integrar una organización criminal y a mí me gustaba entrevistarlo porque en forma sempiterna me daba mucha tela que cortar. Yo le era, además, simpática y él me tenía mucha acogida. Me conocía.
-¿Qué hay de cierto en las denuncias de cohecho y colusión denunciadas por nuestro diario?-, le pregunté por el móvil a Balarezo. Él como siempre no tuvo en reparos en declararme y poner el dedo en la llaga.
-Hay muchas evidencias. Creo que estamos recién en la punta de iceberg que involucra a empresas que se han aprovechado de esto para hacer pingües fortunas y no me extrañaría que hasta el propio presidente está metido hasta el cuello en todo esto, yo pido que investiguen al mandatario, que lo sacudan a ver qué le encuentran-, me declaró irónico y agresivo.
Eso sirvió para ser portada y ahondar más la crisis del gobierno, ciertamente corrupto.
Claudia Sandrini, a su vez, obtuvo declaraciones muy fuertes de la fiscal Carpio, quien subrayó que existían claras evidencias para abrir carpetas e investigar estos presuntos delitos que ahora hacían tambalear al presidente Muñoz.
La seguidilla de informaciones, permitió que Marifé pase a un segundo plano y, ya, sin sentirse perseguida, volvió al diario aunque siempre tenía la cara asustada y temblaba por cualquier ruido extraño, incluso si se caía un lapicero al piso.
Sin embargo los ataques continuaron ahora contra los otros periodistas de nuestra empresa. Lahura, nuestro redactor de políticas, fue golpeado en medio de una manifestación en respaldo a Muñoz y no solo le robaron su móvil y su tablet, sino que le dieron una verdadera paliza.
A Claudia también la golpearon cuando salía de la fiscalía. Los manifestantes se la emprendieron con ella y hasta le dieron un fuerte golpe en la espalda.
Con lo asustadas que estábamos las chicas, salíamos muy feas leyendo noticias pese a los esfuerzos denodados que hacían las maquilladoras para ponernos lindas.
-Nos tienen con los pelos parados con lo aterradas que estamos, reía yo divertida, parecemos puerco espín-
La gracia me la quitaron un lunes por la tarde, en la mañanita, cuando iba al diario. Había bajado en el paradero y me detuve a leer los titulares de la competencia en el quiosco que estaba en la recta del periódico. Estaba tan absorbida en los titulares cuando sentí un punzón en mis costillas.
-Dejen de fastidiar, perra, o te vas despidiendo de este mundo-, fue lo que escuché clarito, a mi espalda.
Mi corazón empezó a rebotar frenético en el pecho, se me cayó la quijada y desorbité lo ojos. Sentí un feo friecito subiéndome por la espalda y me puse a temblar. Después de un rato de agonía, al volverme, no había nadie.
Fui corriendo hacia el periódico, temblando y llorando como criatura.
-Esas amenazas solo indican que es cierto todo lo que estamos publicando-, dijo Ramírez, el jefe de la web, después que le conté lo del quiosco de periódicos.
Lahura trajo más pruebas de lo que venía ocurriendo en los ministerios: consultorías fantasmas que cobraban fortunas por no hacer nada. Eran cifras exorbitantes y lo que era más sintomático, es que los representantes de esas asesorías, eran los mismos ministros.
Los defensores de Muñoz, que eran miles, se volcaron en forma masiva al diario y entre reclamos e insultos, una tarde empezaron a lanzarnos piedras, rompiendo las lunas del periódico. Los vidrios reventaban como esquirlas y todos asustados nos escondimos debajo de los escritorios.
Marifé y yo nos agarramos de las manos, petrificadas del susto, hechas un ovillo debajo del mueble, protegiéndonos de la lluvia de vidrios saltando por todos lados.
-Yo y mi bocota-, echó a reír Marifé. Y era verdad, todo ese alboroto la empezó ella con su grave denuncia de colusión y cohecho que involucraba a los ministros de Muñoz.