La web del periódico tuvo muchos cambios frente a las demandas de nuestro público internauta cada vez más exigente y en plena efervescencia de las r************* , los videos y las constantes modificaciones de formatos y plataformas y también por la despiadada competencia con los otros medios que intentaban conquistar igualmente el mundo virtual. Ramírez nos reunió a todos los redactores y nos dijo que la lucha con los otros medios del internet era despiadada y no había lugar a treguas ni espacio para timoratos. -Nos han sacado mucha ventaja-, nos dijo, reconociendo que habíamos perdido bastante terreno en su lucha sin cuartel que tenía como campo de batalla los portátiles, los PC, los celulares y los tablets.
-El problema, opiné, es que debemos partirnos en dos para cubrir las necesidades del diario en papel y luego atender la web, es demasiado y eso nos estresa y a veces nos desligamos de alguna de las plataformas-
Todos los otros redactores me dieron la razón y me apoyaron en mi punto de vista. Galarreta fumaba un habano y escuchaba atentamente lo que yo decía. - No podemos descuidar ni la web ni El Cotidiano físico-, dijo echando humo, reflexionando sobre esa batalla estallada en los campos de la cibernética.
-He estado pensando en eso, siguió hablando Ramírez, y todos debemos darnos la mano y empezar a hacer de todo y en todas las plataformas, política, deportes, espectáculos, policiales. Lo que queremos de ustedes es que sean periodistas completos, capaces de cubrir cualquier información sin desentonar y escribir en un solo momento para la web y el diario impreso-
-Jamás he hecho deportes-, se quejó Lahura. Su punto de vista fue compartida por otros compañeros. En mi caso, debido a que estaba a cargo de las informaciones para la web, dominaba o sabía algo de todos los campos de la noticia, desde política, internacionales, hasta deportes, incluso a veces hacía la página del humor y hasta las historias de amor en la sección de amenidades que tenía mucha lectoría y aceptación.
Ramírez me apuntó con su dedo. -Esta señorita hace de todo y lo hace muy bien, ella es un ejemplo de lo que es la prensa de ahora, multifacética-, me puso en evidencia delante de todos. Hubo un fortísimo uuuuuuuuuuuuu y eso me puso muy roja, más que un tomate.
Entonces, Ramírez amplió los noticieros hasta en tres turnos y exigió que todos cuelguen videos de sus comisiones para la web, aún sean casos o noticias con poca relevancia. -La web tiene que convertirse en un canal de TV alternativo donde los lectores e internautas encuentren de todo, hasta el último detalle de la información-, exigió.
A las chicas nos sometió a un casting para leer noticias y para mi mala suerte, le gustó mi voz. Yo ya había leído algunas veces las noticias, pero no era lo mío. Prefería la calle y redactar.
Así me encargué del noticiero de la mañana, de las 8, apenas llegando de mi casa y antes de salir en mis comisiones habituales del diario.
Ramírez se volvió entonces muy exigente. Quería que yo luciera muy hermosa y trajo maquilladoras profesionales para que nos pongan lindas a mí y a las otras chicas de la redacción. -No es un concurso de belleza-, le reclamé, pero él no me hizo caso. Pusieron un espejo grandote en la redacción, las muchachas contratadas acomodaron tintes, escobillones, peinetas, pestañas postizas, rímel y hasta lápices para las cejas y los labios, mismo set de televisión,, y procedían a embellecernos con proverbial magia y encanto.
Yo renegaba como demonio porque las mujeres esas me jalaban el pelo sin misericordia. Como tengo mis crines revueltos, muy rebeldes, para peinarme me tiraban de mis cabellos hasta abajote haciéndome sufrir más de la cuenta. -Aaayyy-, gritaba yo a cada rato mientras mis amigas se reían a mandíbula batiente.
-¡Están matando a Roxy!-, chillaban riéndose de mis padecimientos.
Mi segmento en el noticiero no era nada cortito, como me habían prometido. Eran diez minutos en donde presentaba todas las noticias y desarrollaba, luego, el bloque político, muy breve para que no se haga tedioso, intercalando con las imágenes del día. Marcia hacía los deportes, Marifé espectáculos y finalmente estaba el renglón de policiales a cargo de Claudia Sandrini, la más bella de todas nosotras, rubia, largota y encantadora.
Y así, toda bella, bien peinada, maquillada, con mis labios súper rojos, luego me iba de comisión, casi de inmediato. Como se habían puesto de acuerdo Ramírez y Galarreta, ahora me podía tocar cualquier cosa. Unas veces hacía deportes, otras espectáculos, de vez en cuando política y muchísimas veces me correspondían policiales.
Aponte desorbitaba los ojos cuando me veía. -¡¡¡A su madre!!!-, descolgaba la quijada cuando me veía despampanante, bien arreglada, súper bella, en medio de un desalojo de ambulantes que coincidimos.
-¿Vas a una fiesta?-, reía efusivo mirándome y admirándome.
-Nada, me contagiaba de sus risotadas, estuve leyendo informaciones para el noticiero-
La loca Daniel también me hacía zumba, cuando cubría las informaciones deportivas. -Uyy, mira a los jugadores cómo te miran. Se les van los ojos, para la próxima ponte una falda más larga ja ja ja-, se divertía.
En efecto, los futbolistas se tropezaban unos a otros viéndome con mis pelos fulgurando, mis ojitos cautivantes y mi deliciosa boca, muy rojita como manzana y el vestidito tan estrecho y cortito que no dejaba casi nada para la imaginación.
Pasaba mis informes en vivo a la web, y mis entrevistados tartamudeaban admirándome. -Este... este... este...-, decían trastabillando, cautivados al rímel de mis ojos, mis mejillas coloreadas y la sonrisa blanca y fresca enmarcada por mis labios súper rojos y el sugestivo escote donde emergía sabroso y cautivante el canalillo de mi busto.
Un gran cantante de rock que había llegado de España para hacer algunas presentaciones, después de entrevistarlo y cuando ya me disponía a marcharme al diario, dejó sus maletas, zigzagueó entre su seguridad y sus fans y me jaló del codo.
-Coño, linda, ¿puedo tomarme un selfie contigo que estás muy maja?-, me pidió.
Ya, dije, y ¡plop! me agarró del cuello, pegó su cara a la mía y me tomó mil selfies. Yo sorprendida reí, tratando de evitar con mi mano que me ahogara, y hasta levanté un pie, toda coqueta.
Esa tarde, cuando escribía sobre un asalto a una entidad bancaria, se sentó a mi lado, molesta, Marifé, para escribir sobre deportes.
-¿Sabes lo que dicen las otras colegas sobre nosotras?-, me preguntó.
-No, no sé, a mí no me han dicho nada-, me extrañé.
-¡¡¡¡Las atorrantes!!!!-, alzó la voz mi amiga malhumorada y fastidiada.
-¿Por qué?-, me rasqué los pelos.
-Porque siempre estamos todas ricas, como si fuéramos a competir en el concurso de señorita universo-, chirrió ella sus dientes.
Me reí. -Ay, hija, no les hagas caso, nos tienen celos-, le dije divertida.
Y en efecto, al pasar los días, empecé a escuchar en las muchachas de los otros medios, cuchichear entre ellas diciendo, -ay, mira, esa es una de las atorrantes-
No pude más que mascullar igual o más que mi amiga Marifé.