Me senté en la silla, abrí un paquetito de galletas, me serví un té con limón, crucé las piernas, mordí mis labios, me sentí muy impaciente, incluso tenía mi corazón acelerado y pues, luego, en forma decidida, empecé a mirar con mucha curiosidad el video que me dio el hipnotista de la sesión que había tenido junto a mi enamorado queriendo saber qué había sido en mi vida anterior.. La grabación era, sin embargo, tediosa, aburrida, lenta, repetitiva, cansada y balbuceante. Todas mis repuestas que daba al médico eran con monosílabos. El doctor exploró primero mis ideas, mi pasado, mi infancia, si tenía algún trauma, mis miedos y complejos y vanidades. Maicol a cada rato reclamaba al especialista de por qué me preguntaba todo eso si lo único que quería era saber si yo había otro hombre o no en mi vida pasada y si actualmente le era infiel con otro sujeto.
-Esa no es la idea de esta terapia-, se molestó el galeno con mi enamorado y le pidió que guardara silencio o en todo caso daría por terminada la sesión.
-Es que quiero saber todo de Roxana, hasta sus más íntimos secretos-, confesó Maicol riéndose y meciéndose en la silla.
- Si no sabe sus secretos, entonces, ¿por qué se casó con ella?-, siguió protestando el doctor malhumorado.
-Porque ella es bien bonita y me gustan sus piernas-, estalló en carcajadas mi enamorado poniendo su mano en el hombro del médico. A él no le hacía gracia ni a mí tampoco. Me sonrojé, puse mis manos en la boca y suspiré perpleja. -Idiota-, incluso dije fastidiada por mi enamorado.
-Señor, yo soy un profesional, esto no es un juego-, se enfureció, entonces, el especialista, le amenazó además con retirarse y que le cobraría hasta el último centavo del costo de la consulta. Maicol estrujó toda su cara y cruzó los brazos rojo como un tomate. Se notaba clarito en la grabación. Decidió no volver a intervenir y escuchar atentamente todas mis repuestas, aunque seguía bastante molesto.
Más sereno y ésta vez libre de interrupciones, el médico prosiguió interrogándome sobre mis gustos, mis colores favoritos, qué comida me encantaba, si sabía cocinar, si tenía enemigas, qué es lo que más odiaba, sobre mis fobias, si acaso le tenía miedo a la oscuridad, a las cucarachas o a las arañas, quizás al mar, si acaso tenía problemas en mi trabajo, discutía con los compañeros o el jefe, si odiaba el fútbol y si había pensado en viajar a un país extraño, cuando por fin empezó hacer preguntas de lo que nos interesaba: sobre mi vida pasada, de las imágenes que tenía almacenadas en mi cabeza, de esos detalles increíbles e insólitos que solía revelarle a mi novio, de situaciones que pertenecían al siglo pasado y que yo veía, clarito, en mi mente, como una fotografía nítida.
-¿Alguna vez te has sentido hombre?-, se interesó el médico, disparando de frente, mirando atentamente mis ojos y controlando mis pulsaciones a través de una máquina que tenía conectada a una de mis muñecas y que se parecía a un detector de mentiras o algo así que había visto en las películas policiales.
-Sí-
-Has tenido amoríos con mujeres-
-Sí-
Wow. Volví a quedar perpleja, boquiabierta, espeluznada y me sentí trastabillar en la silla. ¡¡¡Ella no podía ser yo!!! ¡¡¡Estaba respondiendo un hombre mujeriego!!! No lo podía creer. Quedé lívida y pasmada, boquiabierta y perpleja.
-¿Cuándo?-
-De joven, siempre fui enamoradizo-, dije, incluso con una sonrisa larga e irónica, hasta pervertida.
¿Uh? ¿Enamoradizo? Mi corazón se aceleró. No me gustaba esa risita maquiavélica que esbozaba en mi boquita pintada de rojo.
-¿Cuántas mujeres conoció?-
-Cinco-
Ufff, vaya que era un don Juan, entonces yo en mi vida pasada. ¡¡¡Qué locura!!! Arrugué mi naricita y chirrié los dientes. Vi a Maicol en el video y él tenía la cara de asombro y apretaba los puños. Me imagino que por eso se enfadó conmigo, porque yo conquistaba muchas mujeres en mi vida pasada, cuando, se supone, era un hombre, antes de reencarnarse en mí, en una bellísima chica, je je je.
-¿Recuerda su nombre?-
-Miguel-
¿Y su apellido?-
Allí hubo un largo vacío. Yo tenía mi lapicero lista para anotar pero... nada, no dije nada, por el contrario, en el momento más importante de esa charla y la sesión hipnótica, me quedé dormida en la silla frente al doctor, incluso roncando, desparramada con mis pelos tapándome la cara, resoplando con dificultad.
-Hay que despertarla-, se puso de pie el doctor. Maicol se negó, alzó la voz, quería saber más, pero allí se cortó toda la grabación.
"Miguel, Miguel, Miguel", empecé a repetir chupando el lapicero. Qué chistoso. Mordí mis labios y me sentí rara, extraña, confundida, pero también excitada. Saqué la punta de mi lengüita y la apreté con los dientes. Me sentí sexy. Empecé a golpear las rodillas y sentí endurecerse mis pechos. Todo me parecía excitante. Pensaba en esas mujeres seducidas por mí, je je je. ¿serían bonitas, atractivas?, me preguntaba.
De un brinco me paré delante de mi ropero, abrí la puerta y me miré en el espejo grande pegado en la madera.
Me puse mi pelo debajo de la nariz, simulando un bigote, y enronquecí mi voz. -Oye, preciosa, vamos a la cama-, eché a reír.
Luego me puse de perfil, miré mis curvas, mis caderas amplias. Levanté coqueta una pierna. Puse mi mano en mi cabeza y me vi con una mirada seductora, y matadora. -¿Me deseas?-, pregunté siguiendo con mis carcajadas.
-Irresistible con ellas, irresistible con ellos-, empecé a decir, pasando la lengua por mis labios.
-Sí que estás bien loca-, me dijo Lisseth. Me había estado mirando desde la puerta todo el rato. Me asusté, trastabillé, me resbalé, caí de bruces al suelo, me jalé los pelos, puse la cara de tonta, balbuceé un montón de cosas y traté de hablar pero no me salía ninguna frase coherente.
-Si yo fuera hombre, no te miraría jamás-, se fue riendo Lisseth.
Sentí la sangre chapuceando febril en mis venas.