— ¡¿Qué?! ¡¿Me estás diciendo que quieres que le haga a esa chica, lo mismo que le hiciste a mi madre?! — Gruñó Máximo, con los puños apretados. — ¡Oye! ¡No seas grosero e irrespetuoso con tu padre! ¡Tu madre se fue porque así lo quiso, ella te lo ha dicho muchas veces! ¡No le gusta la ciudad! — Voceo Maximiliano, mostrándose indignado. — ¡Puede decirlo mil veces y no lo creeré! ¡Por algo vive encerrada, por algo se apartó! ¡¿Crees que yo sería capaz de hacerle lo mismo a esa chica?! — Gruñó Máximo. — ¡¿Y eso qué?! ¡Tú ni la quieres, te parece desagradable, tú mismo lo dijiste! ¡¿Cuál es el problema?! — Maximiliano se encogió de hombros, como si sus insinuaciones no significarán nada. — No la estás botando con el bebé, ella lo tendrá todo y te apuesto que será muy feliz, vivirá una vida