— Máximo… Pasa algo. — Murmuró algo alarmada, Marian a su hijo. Ellos seguían sobre la tarima junto a Maximiliano, a unos cuantos metros de Isabella, aunque notaron que había un bullicio y que la gente se agolpaba, no vieron el espectáculo. — Sabes que no me gusta inmiscuirme en asuntos ajenos, madre. — Contestó Máximo. — Ya cumplí con mi parte, padre, me retiraré a mi habitación. — Anuncio a Maximiliano, para luego darse la media vuelta. Marian lo detuvo, extrañada. «¿Su parte?, ¿qué quiere decir con eso?», sopesaba la madre de Máximo. — Espera, ¿te irás?, ¿y la fiesta?, ¿y tu prometida? — Preguntó Marian perpleja. — Tendré mucho tiempo para verla cuando estemos casados, ¿no? — Máximo apretó la mandíbula, su padre sonrió ligeramente entendiendo muy bien la inconformidad de su hijo,