El mismo día
Miami
Lourdes
¿Miedo? Era una palabra que no conocía, al punto de vivir arriesgando mi vida estando al volante sobre las pistas de carreras, más bien lo disfrutaba mucho, aunque ahora la situación es muy diferente, porque por primera vez estoy viendo la muerte que llama a mi puerta, claro que hasta hace segundos sentí el alivio de que Alejandro vino a rescatarme, pero duro poco al ser sorprendidos por el sujeto ruso, sintiendo que no hay forma de cambiar las cosas, al punto de escuchar la voz del sujeto atormentándonos exigiendo que mi hermano tire el arma, teniendo que hacer su voz presente para evitar que tire del gatillo.
–Tranquilo, ahora suelto el arma, pero deja ir a la chica– repite alzando las manos con el revolver.
–Tú no das las ordenes aquí, ella se queda, caminen– exige el sujeto ruso quitándole el arma con una de sus manos mientras nos sigue apuntando.
–Espera déjame darle mi camisa a la chica, porque se está muriendo de frío, ¡Por favor! –pide mi hermano sabiendo que algo tiene en mente.
–Está bien hazlo, sin hacer estupideces, porque de lo contrario te mato– replica el sujeto ruso.
–Tengo que quitarme el chaleco antibalas primero, dame un momento– explica Alejandro sacándoselo, para darme una señal con su mirada teniendo que estar alerta a sus movimientos.
Así cuando Alejandro está casi listo para quitarse el chaleco gira dándole un codazo en el cuerpo, haciendo que el sujeto ruso suelte varios disparos al techo, aunque reacciona rápido volviendo a apuntarnos, más mi hermano se abalanza para forcejear con él queriendo quitarle al arma, sin embargo, encuentro un revolver en el piso agarrándola para disparar al ruso, teniendo que gritar.
–¡Alejandro! Hazte a un lado, voy a dispararle– exijo buscando el momento oportuno para tirar del gatillo.
–¡Lulú! ¿Crees que estoy jugando? Este animal me quiere matar, hasta tengo el arma casi en la cara– reclama con un tono de sarcasmo.
–Alejandro no soy ciega, pero no puedo disparar si te mueves demasiado, intenta separarte de él, ¡Vamos! –repito queriendo disparar el arma.
–¡Dispara Lulú! Porque me mata este imbécil– grita con su voz envuelta en desesperación al tener el arma rozando su rostro.
Entre cierro los ojos sujetando el arma con mis dos manos, para disparar una ráfaga de balas, sin tener la certeza si alguna alcanzó a Alejandro, hasta que el sujeto se desvanece envuelto en sangre, quedándome congelada en tanto que escucho una voz masculina hacerse presente, obligándome a mirar.
–Eres pésima disparando, ni una bala le alcanzó al sujeto, menos mal que llegué a tiempo– reclama un hombre de unos 50 años, con porte de guardaespaldas mientras ayuda a levantarse a mi hermano del piso.
–Gracias Luke, nos salvaste la vida– responde Alejandro mientras se incorpora.
–Lulú suelta el arma, porque no quiero que me dispares por error– pide Alejandro mientras coloca sus manos en la mira del revolver para después abrazarme.
–¡Alejandro! ¿Se terminó? ¿Acabó la pesadilla? –repito con mi voz envuelta en dudas.
–Sí Lulú, sé acabo la pesadilla, ahora vamos a casa de Teresa, porque nos está esperando allá, además hay otras personas que quieren verte– explica separándose de mí.
Tan solo Alejandro sujeta mi mano mientras salimos de la oficina viendo varios cuerpos tendidos en el piso llenos de sangre, una verdadera masacre, teniendo que desviar mi mirada ante semejante horror, hasta que abandonamos la bodega para subir en una camioneta, para terminar, haciendo mi voz presente queriendo respuestas a muchas dudas.
–¡Alejandro! ¿Cuándo saliste de la cárcel? ¿Cómo me encontraste? ¿Quiénes son ellos? –averiguo sin abandonar sus ojos grises.
–Lulú por favor dame un segundo para contestar a todas tus preguntas, hace unas horas salí de la cárcel, más era parte del trato que hicimos con el bastardo de Fernando del Valle para intentar liberarte, aunque sabíamos que ese gusano no nos haría las cosas fáciles, teniendo que Teresa y Andrés cederle sus acciones de los hoteles, sin embargo, fue para ganar tiempo para encontrarte. Pero lo pudimos hacer gracias a la ayuda de un buen amigo, y estos hombres trabajan para él, ¿Alguna otra duda?
–Pues no entiendo, ¿Por qué Andrés Davalos de alguna forma ayudo a rescatarme? ¿Por qué entregó sus acciones por mi vida? Él es solo mi jefe, solo que exista otro motivo que desconozco. Alejandro ¿Puedes decírmelo? –aseguro poniéndolo contra la pared sin abandonar sus ojos grises.
–Lulú no soy quien debe contestarte tus dudas sobre los motivos de Andrés para ayudarnos, creo que él debería hacerlo, lo importante es que te encuentras bien, que estás con vida, aunque tengo una duda, estabas con la blusa toda rasgada, con un saco cubriendo tu cuerpo, ¿No te hicieron nada esos hombres? –explica desviando su mirada, para terminar, preguntándome con su voz envuelta en preocupación.
–¡Alejandro…! Quisieron ultrajarme, pero por favor no me pidas que te cuente ahora– replico con mi voz quebrada.
–Tranquila Lulú estás a salvo, nadie te lastimará, te lo garantizo, aunque no vamos a ir a mi departamento, porque no es seguro todavía, iremos a la mansión de la familia Davalos hasta que organicemos todo, además que Teresa, Bruno y el propio Andrés quieren verte– expresa sentándose a mi lado para tranquilizarme abrazándome.
Al día siguiente
Gonzalo
¿Soy un imbécil? Claro que sí, porque no era necesario exponer mi vida para conocer los detalles del estado de Lourdes, si ya lo importante lo conocía, está fuera de peligro, fue rescatada ayer, ahora lo que me preocupa es que el imbécil de Fernando aparece con su gente para llenarnos el cuerpo de plomo por la jugarreta que le hizo la familia, pero no podía faltar a la junta de accionistas después que los idiotas de la policía comenzaron a investigarme, sobre todo ayer después del susto que tuvimos cuando mi tío amenazó a Fernando con un arma, tuve un momento de debilidad, le confesé que su yerno me mandó a golpear con sus matones para que lo apoye a obtener el puesto de presidente de los hoteles, entonces no era una opción faltar a la junta, más que todo necesitaba tener la certeza que mi patrimonio no caería en manos de ese imbécil, como tal estoy en la sala de sesiones reunido con mi familia, para terminar haciendo mi voz de protesta presente.
–Es una estupidez lo que hacemos esperando a este imbécil de Fernando, ¿Por qué no dejamos que la policía se ocupe de él? –expreso con firmeza
–Gonzalo parece que no entiendes lo grave de la situación, Fernando hace mucho tiempo que dejó de ser un simple empleado nuestro, él se convirtió en un hombre peligroso con el respaldo de un narcotraficante, hasta tú recibiste una golpiza de sus hombres– replica mi tío Andrés con su voz irritada.
–Tío yo no tengo que pagar los platos rotos por tus errores, porque pagaste de alguna forma por el secuestro de tu bastarda, hubiera sido más fácil que negaras que esa muchacha era algo tuyo– digo con mi voz envuelta en desdén.
–Lulú no es ninguna bastarda, es nuestra hermana– gritan mis primos fulminándome con sus miradas.
No estoy diciendo una mentira, Lourdes es una bastarda, porque nació fuera del matrimonio de mi tío, de una aventura con una empleada, entonces no me parece correcto llamar las cosas por otro nombre, me repite mi interior, hasta que vuelvo a la realidad por los reclamos de don Andrés Davalos.
–Gonzalo no vuelvas a repetir tal cosa, porque ella es tan hija mía como lo son Teresa y Bruno, ¿Entendiste? –afirma con una mirada asesina.
–Ya que están todos presente quiero aclarar un par de cosas, como patriarca de esta familia, yo les cedí mis acciones a todos mis nietos en partes iguales, por lo tanto, me gustaría que la próxima junta también este Lourdes presente, así que vayan acostumbrándose a su presencia, porque les recuerdo que lleva mi sangre, es una Davalos– expresa mi abuelo Ricardo.
¡Rayos! El viejo enloqueció, ¿Dónde tenía la cabeza para darle parte de mi patrimonio a ella? Ahora tendré que lidiar también con Lourdes, sobre todo me parece injusto que tenga los mismos derechos que tenemos el resto de los nietos, porque al final de cuentas es una intrusa en la familia, me dice mi subconsciente teniendo que hacer mi voz presente.
–Todo es tú culpa Teresa, por mezclarte con esa gente, mira lo que ahora tenemos que soportar– reclamo con mi voz enardecida.
–Gonzalo no te permito cuestionar mi vida, mucho menos menospreciar a Alejandro y a Lulú, porque ellos son mil veces mejores personas que tú, guárdate tus comentarios ofensivos– replica mi prima con su voz envuelta en malestar.
–Chicos dejen de discutir, porque debemos estar unidos por el bienestar de los hoteles, recuerden que aun Fernando es un peligro, incluso me parece raro que no aparezca todavía– repite Gabriela, la esposa de mi tío.
No me gusta para nada tanta tardanza de este imbécil, incluso somos unos ingenuos estando reunidos en esta sala, porque a estás alturas Fernando debe saber que la chica fue rescatada, tan solo que mi tío lo haya enviado a matar, ¿Será posible? ¿Lo habrá hecho?
En fin, en medio de mi impaciencia ingresa la secretaria, para avisar que esta la policía aquí en la empresa preguntando por Teresa, dejándome más ansioso, temiendo que nos relacionen con los negocios ilícitos del idiota de Fernando, esa sería la cereza del pastel, ir presos por culpa de él.
Un rato después
Menos mal que la policía tenía otros motivos para visitarnos en la empresa, fue para pedirle a Teresa que identifique el cuerpo de Fernando, al parecer el imbécil sufrió un accidente, sería la solución a todos los problemas, aunque todavía tendré que soportar a la bastarda en la empresa, pero no todo está dicho, haré lo imposible para sacarla de mi camino.
Tres días después
Lourdes
Quisiera decir que estoy bien después de haber sido rescatada, más no es verdad, porque esa misma tarde charle con el doctor teniendo que contarle ante la presencia de Alejandro y Teresa, las horas traumáticas que soporté en manos de ese desquiciado, además que fue más evidente el hecho que Andrés Davalos es mi padre, porque veía la preocupación en sus ojos apenas llegue, las palabras acertadas que repetía para consolarme, el abrazo efusivo que me dio, todas las señales estaban presente, no había forma de seguir negando mi verdad, incluso insistió muchísimo para que nos quedemos en su casa, claro que yo necesitaba procesar todo lo que estaba ocurriendo en mi vida, pidiéndole a Alejandro que nos marchemos a su departamento, porque no estaba lista para asumir mi realidad, y sigo sin estarlo sabiendo que mis padres vinieron de Chicago tras las noticias de mi secuestro, siendo consciente que hay más en su visita que solo comprobar que estoy bien.
En fin, decidí escapar de ellos, proponiéndole a Teresa salir a caminar, a dar una vuelta por la ciudad, aunque todo cambió cuando encontré unas boutiques de ropa para niños, obligándola a ingresar para ver ropa para mi sobrino o sobrina, incluso disfruto escogiendo los atuendos mientras charlo como ha sido Alejandro como hermano, hasta que escucho su voz hacerse presente.
–Lulú ya es un desafío no enloquecer con los cuidados excesivos de tu hermano, mira que apenas se me nota el vientre más grande y está como loco, no sé si resistiré hasta que nazca el bebé– afirma entre risas nerviosas.
–Teresa, al menos ustedes sabrán que estarán bien, pronto se casarán, formarán una linda familia, pero yo no sé qué hare de mi vida, ni si quiera tengo ganas de enfrentar mi verdad…–confieso con una mirada perdida.
–¡Lulú…! –exclama.
–Teresa no soy ciega, desde hace mucho tiempo sabía que mi padre no era Guillermo Montes, pero no entendía muchas cosas hasta que revisé por casualidad el celular de mi madre, encontré varios mensajes de mi verdadero papá, y no me quedo duda cuando lo conocí, incluso estaba tan nerviosa ese día que lo vi por primera vez, solo hablaba de mis capacidades para obtener el puesto, porque quería estar cerca de él, descubrir quién es Andrés Davalos, aunque algo en mí se resistía a aceptar mi realidad, lo único rescatable es que tengo unos hermanos que me aceptan, hasta me han demostrado que les importo– explico con mis ojos cristalizados.
–Lulú para mí no ha cambiado el lazo que hemos creado, porque tú te has hecho querer mucho antes de saber que compartíamos la misma sangre, ahora no eres solo mi cuñada, eres mi hermanita y será lindo volver loco a Alejandro entre las dos– asegura mientras me abraza por la cintura.
–Gracias Teresa, pero sin importar lo que decida sobre mi vida, por hoy necesito mi espacio después de la charla que tendré con mis padres, ¿Puedo quedarme en tu departamento? No me siento lista para tenerlos cerca.
Cualquiera diría que soy una tonta por llorar por mi desgracia, porque al final de cuentas soy hija de un hombre con dinero, pero para mí la razón es mucho más profunda, soy el fruto de una aventura, de un error de mis padres, y duele como tal serlo, cuestionándome quién soy, sintiéndome que estoy fuera de sitio, sin un futuro claro y con un dolor en el corazón que no soy capaz de calmar, más espero que pueda sobrevivir a lo que vendrá, ¿Lo lograré?