Casi una semana después
Miami
Lourdes
No fue una charla más la que tuve con mis padres, fue conocer los motivos íntimos de su vida privada, de un pasado que ellos quisieron superar, más era imposible hacerlo siendo yo la prueba existente de su error, sin embargo, a pesar de lo doloroso del relato de mi madre, pude entender muchas cosas, como que Doña Catalina no era totalmente culpable, porque mi padre, Guillermo Montes fue quien traicionó en su relación, él abandonó a mi mamá y a mi hermano por tener una aventura con una alumna, más ella vivía una gran decepción por su infidelidad, hasta que decidió cerrar ese capítulo en su vida, queriendo dar vuelta a la página con Andrés Davalos, mi padre biológico, lo malo es que él estaba separado de su esposa, seguía casado, convirtiéndose en más que amigos, en amantes, no había amor entre ellos, pero todo cambió cuando Don Guillermo volvió arrepentido pidiendo perdón, ¿Qué más podía hacer mi madre? Le dio una oportunidad al hombre que seguía amando, y el resto es historia, aunque ignoraban de mi existencia, haciendo lo mejor que ambos creyeron, mudarse a Chicago queriendo comenzar de nuevo.
En fin, desde ese día de la charla mi mundo se terminó de derrumbar, más sabiendo que mi padre me quiere a su lado, quiere una oportunidad para conocerme, para crear un vínculo, más no es fácil dar cabida en mi vida a un hombre que ha sido un extraño para mí hasta hace poco, porque no quiero lastimar al hombre que me crio con mis decisiones, no es elegir un atuendo y si me gusta me lo dejo puesto, se trata de mi vida, además que se suman otras cosas, como que mi media hermana insiste que debo ocupar el lugar que me corresponde en su familia, en la empresa, entonces lo que me queda es encerrarme en mi mundo hasta que me sienta lista para tomar una decisión, incluso todo el tiempo deambulo por el departamento de mi hermano Alejandro en pijama, sin ganas de seguir adelante, sin querer ser rescatada, aunque parece que él hoy quiere cambiar las cosas, aprovechando que me sirvo una taza con café para desayunar teniendo que escucharlo.
–¡Hey! Solo quiero hablar contigo, porque me preocupa verte peor que un zombi caminando con esa mirada triste, es horrible, hasta me asusta– afirma con sus ojos envueltos en preocupación.
–¡Alejandro! Tengo derecho a estar en mi burbuja, esta es la manera que encontré para no sentirme que soy un error, necesito llorar mi pena, no tengo elección, en cambio tú te privas de ser feliz con la mujer que amas por tu maldito orgullo– replico sabiendo que discutió con Teresa por un acuerdo prenupcial.
–Lulú estamos hablando de ti, no de mí, además es hora de dejar de refugiarte en estas cuatro paredes, debes enfrentar tu realidad, ¿No lo crees? –asegura con firmeza.
–Para ti es sencillo decirlo, porque no estás en mi pellejo, no es tan fácil enfrentar lo que será mi vida en adelante, porque todo cambiará, incluso Teresa me sigue insistiendo en que vaya a trabajar con ella, pero yo no me siento lista para asumir semejante responsabilidad, además que también esta Andrés Davalos, no sé qué esperar de él– confieso.
–Lulú deja de pensar tanto las cosas, da un paso a la vez, habla con Andrés, porque él ha demostrado que le importas muchísimo, creo que merece una oportunidad de tu parte para que se conozcan, para que intenten tener una relación de padre e hija– me aconseja sin abandonar mis ojos.
–Voy a darle una oportunidad a Andrés si tú también haces las paces con Teresa, incluso me parece estúpido que dejes que un papel te aleje de la mujer que amas– negocio esperando que acceda.
–Está bien lo haré, ahora ve a darte una ducha y cámbiate de ropa, vamos a la empresa a buscarlos, ¿Te parece? –propone ganándose una sonrisa genuina mía.
Un rato más tarde
Gonzalo
Fue un alivio saber que el idiota de Fernando falleció por un accidente automovilístico, siendo un problema menos para mí, aunque todavía me preocupan los rumores que corren en la oficina, porque mi prima decidió dar un paso a un costado retirándose de su cargo, en realidad Teresa tiene otros proyectos personales hasta lo que conozco, pero quiere dejar a su hermanita en su lugar, a Lourdes, lo que no me parece correcto, esa muchacha es una intrusa en nuestra familia que no tiene derecho a nada, más bien soy yo quien debería ocupar ese puesto, incluso debería tener más funciones de acuerdo a mis estudios, a mis capacidades, no ser un simple ejecutivo, al final de cuentas soy uno de los dueños de la cadena de hoteles Davalos, por ende debería ser un gerente de alguna área, además el idiota de Bruno por fin se dio cuenta que no sirve para el negocio familiar, se marcha a Italia, entonces lo ideal es que mi tío confíe más en mí, como lo está haciendo mi abuelo Ricardo, el viejo está consciente que soy el único que siempre ha estado ayudando a expandir los hoteles, sin embargo, es complicado convencer a don Andrés Davalos, porque solo escucho un montón de disparates sobre su nueva reestructuración de los cargos en la oficina, teniendo que hacer presente mi voz de reclamo.
–Tío no es por contrariarte, pero ese trabajo no es el indicado para mí, incluso no me parece correcto estar recibiendo a los clientes, para eso tenemos a las anfitrionas, ellas son las encargadas de atenderlos, no uno de los accionistas– argumento con seriedad.
–¡Gonzalo! Te voy a dar un ejemplo, ¿Cómo te sientes cuando el chef de un restaurante se acerca a ti para saber tu opinión? Te sientes alagado porque tu opinión es importante para él, pues de la misma forma lo hacen nuestros clientes, además ellos no son personas comunes, la mayoría son jefes de estados, príncipes, inversionistas, gente adinerada, y requieren de toda nuestra atención y quién mejor que unos de los dueños……–explica.
¡Diablos! Que analogía más estúpida me ha dicho mi tío, para darme una disculpa para que este peor que portero recibiendo a los clientes, falta que me diga ábreles la puerta y lleva su equipaje a su habitación, es una humillación total, pero que ni piense que voy a quedarme sin protestar, ahora mismo le exijo a mi abuelo Ricardo que hable con él, porque no puedo permitir semejante barbaridad, me repite mi subconsciente, hasta que vuelvo a la realidad por el sonido de la puerta, teniendo que hacer mi voz presente.
–¡La puerta tío!, No te preocupes, voy yo– aseguro levantándome de la silla mientras se queda mirándome pensativo.
–Buenos días señor Davalos, siento interrumpir, pero nadie me dijo que estaba en una reunión– afirma Lourdes apenas abro la puerta, haciéndome tragar saliva, porque está tan diferente con ese vestido blanco de tiras, mucho más hermosa, hasta que salgo de mi burbuja por la voz de mi tío.
–Lourdes no interrumpes nada, ya habíamos terminado con Gonzalo, él se estaba retirando– asegura mi tío buscando mi mirada, dándome a entender que me marche.
–Entra muchacha o ¿Piensas quedarte parada en la puerta? –repito todavía hechizado por Lourdes, la verdad es que sigo mirándola de pies a cabeza.
–Mi nombre es Lourdes, no muchacha, recuérdalo ¡Gonzalo! –replica fulminándome con su mirada mientras ingresa a la oficina.
–Permiso tío, después hablamos– afirmo teniendo que mirar a Lourdes con desdén, para disimular lo que me provoca, para terminar, abandonando la oficina.
Cierro la puerta detrás de mí recuperándome de lo que acaba de sucederme, reclamándome, ¿Qué diablos me sucede con ella? ¿Por qué no puedo sacarla de mi cabeza? La realidad es que estar cerca de ella es un peligro, además no puedo verla como mujer, porque ella se va a terminar convirtiendo en mi ruina, ¡No puedo hacerlo!
Lourdes
¿Qué carajos le sucede a este idiota? Es un playboy con aires de superioridad, pero conmigo se estrella si cree que dejaré que me trate como se le plazca, en fin, intento respirar hondo para poder charlar con mi padre mientras él acorta distancia, para después pedirme que nos sentemos en los sillones que tiene en su oficina, quedándose un segundo pensativo hasta que rompe el silencio con su voz.
–Lourdes yo agradezco que estés aquí, porque entiendo que para ti debió ser difícil dar este paso, hasta estoy consciente que todavía estás procesando la charla que tuviste con tu madre, pero quiero que tengas claro que nunca fue mi intención estar lejos de ti, a pesar que tú… ¿Cómo te explico…? –explica hasta que se queda callado buscando la palabra adecuada.
–Señor Davalos la palabra que busca es que soy producto de una aventura, no del amor que deben profesarse una pareja, incluso entiendo los motivos que lo alejaron de mí– replico con sinceridad.
–Hija es cruel la forma que lo dices, porque para mí tu madre no fue un momento de desenfreno, nosotros tuvimos una relación especial, no hubo amor, pero fue un aliciente, un respiro al momento que ambos atravesábamos, aunque me di cuenta que si seguía a su lado seriamos infelices, porque yo seguía amando a mi esposa, aunque quiero que tengas la certeza que quise ser parte de tu vida, incluso me arrepiento de no haber seguido luchando por ti– asegura para terminar mirándome con sus ojos envueltos en tristeza.
–¡No me llame hija!, porque yo no me siento lista para verlo como mi padre, ya que yo sigo viendo a Guillermo Montes como mi papá, él me crio, él estuvo a mi lado cuando di mis primeros pasos, cuando lloraba cuando me caía andando en bicicleta, cuando tuve mi primera decepción amorosa, él siempre ha estado a mi lado y usted no puede pretender ocupar su lugar solo porque tenemos la misma sangre– argumento con mi voz envuelta en frustración.
–¡Entiendo Lourdes! Yo no quiero ocupar el lugar de Guillermo solo te pido que me des la oportunidad de conocernos, de ser parte de tu vida, por favor– pide con su voz quebrada.
–Señor Davalos yo voy hacerlo porque Teresa me ha insistido en que le dé una oportunidad, incluso de alguna forma ella es la culpable que este delante suyo– le soy sincera.
–Lourdes, dejemos el señor Davalos a un lado, llámame Andrés, porque no soy un extraño para ti, por favor– pide sin abandonar mis ojos, teniendo que bajar la mirada un segundo.
–De acuerdo, lo llamaré Andrés– accedo volviendo a mirar sus ojos.
–Gracias Lourdes, para mi significa mucho, pero quiero pedirte algo más, tú eres mi hija y como tal debes ocupar tu lugar en la empresa, quisiera que me ayudes aquí, no como mi asistente, sino en otro cargo, ¿Lo puedes considerar? –repite para terminar dándome una sonrisa afable.
–No sé preocupe Andrés que Teresa me estuvo hablando del tema, aunque quisiera dar un paso a la vez, como seguir trabajando con ella– explico para terminar negociando.
La verdad no me siento lista para ocupar un cargo siendo una Davalos, más que todo no quiero dejar de ser quien soy por encajar en un mundo al que no pertenezco, mucho menos abandonar mi pasión, las pistas de carreras, quiero poder tener el control de mi vida, sin que me quieran imponer reglas, etiquetas, más bien necesito sentir que no me cae el peso de un apellido que no pedí tener, porque quiero seguir siendo Lourdes Montes.
Gonzalo
Todavía sigo en un debate interno sobre lo que está sucediéndome con Lourdes, porque hace mucho tiempo que una mujer no me cautiva de la forma que lo hace ella, con esas miradas desafiantes que solo me encienden, me hechizan de una manera irracional, siendo imposible no recordar la última vez que mi corazón me dominó, ¿Qué habrá sido de ella? ¿Dónde estarás Tamara? Seguro soy un mal recuerdo en su vida, porque hubo mucho dolor en nuestra historia, como también amor, pero éramos muy jóvenes, apenas tenía 20 años de edad creyendo que era capaz de vencer cualquier obstáculo, pero ella prefirió su maldita carrera de modelo a quedarse a mi lado, rompiendo mi corazón en mil pedazos, en fin, es parte de un pasado que debe seguir como tal en el olvido, ahora la cuestión es otra, Lourdes, porque sino me equivoco está no es una simple visita a su padre, es la confirmación que acepta ocupar su lugar dentro de la familia, siendo más que un problema para mí, me repite mi subconsciente, teniendo la pantalla de mi laptop enfrente con la mirada perdida, hasta que soy devuelto a la realidad por los reclamos de Ana.
–¡Gonzalo! Te estoy hablando, ¿Me escuchas? ¿Puedes dejar de ignorarme? –repite con su voz envuelta en malestar mientras chasquea los dedos delante de mí rostro para sacarme de mi mundo.
–Ana ni siquiera sentí que abriste la puerta de mi oficina, ¿Qué necesitas? –aseguro para terminar preguntando mientras levanto unos papeles de mi escritorio.
–¡El reporte de los proveedores! El que quedaste en entregarme hace una hora. Gonzalo ¿Qué diablos te sucede? ¿Quieres fastidiarme el día? –asegura con un tono de malestar, para después preguntar con su voz llena de sarcasmo.
–Siéntate Ana, en un segundo te lo entrego– respondo señalando la silla.
–¡Gonzalo Davalos! Siendo amable, ¿Estás enfermo? O peor aún ¿Te enamoraste? ¿Quién es ella? –exclama para después preguntar sin abandonar mis ojos.