Cada palabra de su progenitor resonaba como un dictado de decisiones ajenas y el resentimiento crecía al pensar en cómo la obligaban a separarse de alguien tan importante para ella.
La rebeldía chispeaba en sus ojos, esa orden hería sus sentimientos más profundos.
—Querida Eleonora, ¿puedo entrar? —interrogó la reina Seraphina.
—Sí, madre —susurró sin sacar su rostro de las almohadas.
—Encenderé la luz para iluminar tu cuarto —dice y al instante la habitación quedó iluminada.
—No quiero verte triste, mi amor. ¿Qué te aflige? —Era evidente que sabía las razones, ella había sido testigo de todo, pero simplemente era caradura.
—Es solo que… papá me obligó a que me aleje de Sebastián y me duele.
—Entiendo que sea difícil, pero a veces los padres debemos tomar decisiones por el bie
