La condesa Bertilia, con el corazón cargado de maldad y osadía, emprendió una averiguación incansable por todo el reino en busca de aquella mujer que hace más de veinte años atrás había entregado al hijo despreciado por el rey.
Con cada acercamiento, sentía el deseo de protegerse de sus decisiones pasadas y la urgencia de borrar todo rastro que la implicara.
Recorrió pueblos y ciudades, preguntando a cada persona que encontraba en su camino, con la esperanza de hallar alguna pista que la guiara hasta encontrar a la persona que tanto ansiaba.
Sus ojos reflejaban la maldad y la perversidad que la caracterizaban, mientras seguía adelante, sabiendo que solo al encontrar a esa mujer podría dormir en paz sin que sus engaños salieran a la luz.
Bertilia recorría incansablemente los senderos
