Experimentando

1071 Words
Los días seguían su curso, con los encuentros poco convencionales desarrollándose cada tarde, sin excepción alguna. Los sábados, comenzaron a pasear en bicicleta, salir al parque de diversiones, al cine, o por un simple vaso de nieve. En casa, veían series, películas, jugaban videojuegos o incluso juegos de mesa. Que de alguna manera su vínculo se estrecho indudablemente. *** Daniel estaba sentado en la orilla de la cama, el vaivén de su mano era constante y rítmico. Su mirada concentrada recorría el cuerpo de Aranza, quien se encontraba sentada en la silla frente a él. Ella estaba con las piernas abiertas, tocándose, podía sentir su humedad siendo esparcida por sus propios dedos. Todo sucedió en un instante: Daniel se hincó sobre el suelo, jaló de los tobillos a Aranza, quien terminó en la orilla del asiento, y sobre sus hombros colocó sus piernas, para atraerla hasta su boca. -¡¿Qué crees que...?! -Daniel recorrió toda su intimidad con la lengua -¡Oh! ¡Por Dios! -Lo tomó por señal, el castaño introdujo su lengua en la v****a hasta donde le alcanzaba. El cuerpo de la trigueña se curvó, y con las manos lo sostuvo entre sus piernas, encontrándose en una dicotomía. Habían acordado no tocarse entre ellos, pero estaba disfrutando lo que sea que estuviera haciéndole. Daniel movió su lengua dentro de ella, no quería perderse el sabor que estaba emanando la trigueña; especialmente porque para él era nuevo, placentero, y excitante. Mientras que con una mano se daba placer él mismo. -Es... espera... espera -Aranza trató de separarlo de ella, Daniel creyó que la estaba lastimando y levantó su rostro para observarla -¿Por qué...? -Pero él no la dejó terminar la pregunta. -Quiero darte placer, guíame por favor -La petición de Daniel estaba envuelta en un tono de veneración y pasión, que fue suficiente para que Aranza se entregara. El castaño volvió a pasar su lengua de atrás hacia adelante -¡Ahí! -Le ordenó -Lento -Apenas si fue audible el susurro. Estaba en el clítoris, su lengua lo acariciaba suavemente y sintió el cuerpo de Aranza estremecerse -Más, por favor más –Dijo suplicante. Daniel la recordó en el video, por lo que aumento la intensidad, y le sacó un gemido de placer. Lo guardaría en su memoria por la eternidad, ese sería su trofeo, nunca antes la había escuchado así. Succionó el clítoris con más fuerza y en poco tiempo sintió unas palpitaciones en la boca, la había hecho alcanzar el orgasmo. Aranza no podía creerlo, la primera vez que alguien, fuera de ella misma la tocaba, y la hacía alcanzar un nivel de placer corporal indescriptible. Daniel seguía succionando -¡Espera, suave, suave! -Aranza intentaba separarlo, pero cuando él obedeció, el placer se extendió temporalmente. El castaño la pudo sentir retorsiéndose, hasta que el placer la abandonó por completo. Se separó de ella, relamió sus labios para atrapar la mayor cantidad posible de los fluidos de la trigueña, y terminó por remover el restante, cuando pasó el dorso de su mano por su boca. Conectó su mirada verde, que estaba llena de complacencia y lujuria, con la gris, que le transmitió asombro e incredulidad. -¿Lo hice bien? -Interrogó solo para asegurarse. -¡Demonios! ¡Lo hiciste grandioso! -Su voz estaba cargada de fogosidad, que provocó que Daniel sonriera triunfal. Y a partir de ese evento, comenzaron con el contacto físico. Aranza estaba recostada boca arriba sobre la cama, mientras Daniel pasaba sus manos con delicadeza, desde sus pies, hasta su cuello. La observaba atento, ante cualquier cambio en su respiración, o la formación de sonidos o jadeos que salieran de su boca. Probó cambiando la intensidad de su toque, hasta llegar a marcar su piel. Experimentó con besos, regándolos por todo su cuerpo con dulzura; o usar los dientes para arrancarle gemidos de placer. No le pasó por la mente, que su esmero por darle atención al cuerpo de la trigueña, alimentaría su curiosidad y lujuria, hasta el punto de aprender dónde y cómo tocarla, para desencadenar el éxtasis del placer. Aranza disfrutó en demasía lo que Daniel le provocaba a su cuerpo; pero pronto comenzó a sentir que se estaba perdiendo de algo, ya que verlo masturbándose y colapsar ante ella, le provocaba un aura de lascivia inmensurable. Así que aquella tarde, cuando abrió la puerta de la habitación de Daniel, y vio en cámara lenta como la sonrisa se dibujaba en el rostro del castaño, mientras estaba sentado totalmente desnudo esperando por ella, no dudo en acercarse hasta él. Pasó sus manos por el cuerpo de Daniel, después lo hizo con sus labios, y se le antojó probarlo; su lengua se paseaba aleatoriamente, hasta que llegó al m*****o erecto, que ya estaba listo para ella. Lo devoró. Su boca subía y bajaba como desquiciada, se ayudaba con las manos para tocar la parte que su boca no alcanzaba, mientras la saliva lubricaba excesivamente. Sin tener experiencia alguna, logró hacer que el castaño se tensara. Cuando Daniel sintió la humedad y el peculiar calor proveniente de la boca de Aranza, descubrió una nueva sensación corriendo por su cuerpo. Él la veía entre sus piernas, la vista era excitante y el placer desbordante. Ella jamás pensó que al darle aquella atención, la haría sentirse altamente excitada; entonces en un arrebato de lujuria, tres embestidas fueron suficientes para desgarrarse la garganta, se había provocado arcadas; pero cuando se separó para respirar, con sus ojos llorosos pudo enfocar a Daniel colapsando de manera intensa. Gruñidos, contorsión y mucho semen, es como quedó grabado en la memoria de Aranza el encuentro. -No vamos a poder hacer eso seguido -La voz de Aranza era un poco ronca. -Te lastimé, ¿cierto? -Daniel se levantó de inmediato sentándose frente a ella. Sus ojos verdes, llenos de preocupación, se fijaron en los de ella; y sus manos tomaron las mejillas de Aranza. Ella solo sonrió y asintió -¡Lo siento! ¡Lo siento! -Extrañamente lágrimas cayeron por el rostro de Daniel y la abrazó con fuerza. La actitud de Daniel, reconfortó el corazón de Aranza -Está bien, solo necesito práctica -Correspondió el abrazó, sintiendo el cariño y afecto que siempre le había demostrado. Pasaron semanas descubriéndose, conociéndose, acariciándose mutuamente, reconociendo los límites corporales en todos los sentidos, despejaron dudas mutuas con pláticas poco convencionales... Entonces, el curso natural dio lugar a lo evidente.

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