Veo su toalla, velando porque esta se cayera ya que tenía mucho apetito. El hombre tenía las manos a la cadera y me examinaba o eso sentía. —¿Tienes pensado quedarte ahí abajo? Oh papi rico, no me moveré hasta que liberen a la bestia. —Tal vez solo necesito ayuda —respondí. Él suspiró y me ofreció sus dos manos, pero solo logré ponerme de rodillas ya que a él que se le cayó la toalla, supongo que la sostenía con sus manos, por lo que rápidamente se tapó su amigo. —De verdad lo siento. —lo veo muy avergonzado. —No tiene por qué —Le sonreí. Él parecía nervioso, tanto que respiraba por la boca haciendo unos sonidos provocativos. Miro al frente, donde estaban sus manos ocultando su paquete y quito estás de encima, por lo pronto, alguien empezó a crecer y a ponerse erecto. Pue