Nunca en mi vida he venido a una de las fiestas de invierno que hacen en la escuela, y ahora estoy aquí por Ainhoa o al menos espero que ella esté aquí y no en su casa y haga el ridículo. Mi padre estaciona el auto en frente de la puerta, apaga el auto y los dos vemos hacia el jardín donde escuchamos la música y vemos a todos entrando. —Diviértete Manu, vengo por ti a las once ¿vale? —Sí pa.— Respondo y abro la puerta con cuidado, él pone su mano sobre la mía. —¿Te gusta Ainhoa? — Me pregunta y yo regreso para verlo de frente. —No sé si me gusta.— Respondo. —¿Qué sientes cuando la ves? Esa era la pregunta más difícil de contestar, ya que todas las sensaciones que lograba Ainhoa despertar y que yo debía controlar aún no tenían un nombre concreto para mí pero al parecer para los