Manuel - 16 años ¡Bendito sexo! Es todo lo que puedo decir y a lo mejor suene profano poner sexo con bendición, pero mientras beso a Ainhoa que yace desnuda a mi lado y nuestras piernas se encuentran enredadas en sus deliciosas sábanas de franela puedo decir que estoy en el paraíso y que me agrada haber llegado hasta aquí. Los nervios se han ido, las caricias tímidas han sido reemplazadas por unas más seguras, disfrutamos cada roce, cada beso, cada aliento y sudor, todo, absolutamente todo y sé que debo parar, pero por esta noche, no, ni las que siguen. Ella y yo lo hacemos, una y otra vez como si fuera la primera y última vez que lo hiciéramos, no tenemos control, no queremos control y sólo nos recuperamos para después volver a empezar y volver a decirnos sin palabras que nos amamos y